Jesús de Nazaret, en su empresa de mobiliario y utensilios de madera, donde laboró 17 años, desde los 13 hasta los 30, tuvo que ver con proveedores de materiales, instrumentos, accesorios, clientes e impuestos.
En medio de su tarea diaria, él siempre demostró ser: honrado, honesto, de palabra, cumplido, responsable, eficiente, diligente y productivo. La idea en la vida es que a ti también te conozcan por lo mismo. Que este sea tu branding personal. Estos principios deben ser tus columnas sobre las que edificarás tu éxito personal, comercial, empresarial, profesional y, por supuesto, el económico.
Practicar estos principios en tu conducta diaria te harán una persona valiosa para quienes compran, requieren o buscan tus servicios o productos. Y lo que tiene valor se aprecia o valora, se resguarda, se protege, es apetecido, tiene demanda y se recomienda.
No solo tu expertise profesional te garantiza entradas económicas. Tus clientes, pacientes, usuarios y consumidores te preferirán a ti no solo por tu expertise profesional, sino también por tu confiabilidad como persona, lo cual te generara entradas sostenidas y no solo eventuales. El vivir bajo esos principios te traerá beneficios económicos, pues el buen testimonio nos da buen nombre, este nos trae referencias y estas nos traen dinero permanentemente.
Por otro lado, ayudar a causas que beneficien a los necesitados es un principio que al practicarlo te garantizará recibir bendiciones en tu emprendimiento o empresa. La sabiduría eterna acerca de este principio lo vemos citado en el libro de Deuteronomio 15:7-10: “Cuando haya en medio de ti necesitado… no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente… porque por ello te bendecirá El Señor tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas”.
Los expertos en el campo del comportamiento han descubierto que el bienestar emocional se consigue no solo por lo que llegamos a tener, sino por lo que ofrecemos o entregamos en beneficio de otros. George Loewenstein estableció los efectos contrarios que producen la avaricia y la generosidad. El resultado de sus experimentos, realizados con un grupo heterogéneo de personas de diferentes edades, sexos, razas y profesiones con diferencias en lo social, cultural, económico, político y religioso, fueron asombrosos.
Los participantes fueron divididos en dos grupos y a cada uno se le entregaron 6 mil dólares. A los del primer grupo se les pidió gastarse el dinero en “sí mismos”. Y a los del segundo grupo se les instruyó usar el dinero para beneficiar a otros. Los resultados fueron totalmente opuestos. En el primer grupo, la satisfacción y emoción provocadas por los regalos adquiridos para sí mismos habían durado poco, pues luego de la euforia inicial causada por comprar y consumir había desaparecido y volvían a su estado de ánimo normal. Algunos, incluso, “se sentían tristes, vacíos y decaídos al no poder mantener la emoción conseguida con el consumo”.
Por el contrario, los miembros del otro grupo se sentían “más satisfechos y completos, pues el hecho de usar el dinero en beneficiar a otros fue motivo de experimentar un bienestar interno pleno”. Este lo usaron para proveer a otras personas para el pago de matrículas, donación a beneficencias, pago de deudas, ayudar a gente indigente, etc. Los donantes reportaron que el ver la alegría y el agradecimiento de quienes recibían los regalos provocaba en ellos “una sensación de plenitud intensa que permanecía por varias horas y aun días”.
El estudio concluyó que “el egocentrismo, avaricia y egoísmo orientados a satisfacer el propio interés hacen que experimentemos una sensación de vacío, falta de sentido e infelicidad personal, y que por el contrario, la generosidad y el altruismo por enfocarse en el bienestar de otros son fuente de sentido en la vida, plenitud y felicidad personal”. Cuando uno puede aportar algo significativo a la vida de otros nos produce una enorme sensación de satisfacción y realización interior, pues paradójicamente, al dar recibimos más de lo pudiésemos haber imaginado recibir. Loewenstein, de forma científica, demostró que “es de mayor dicha el dar, que el recibir”, como nos instruyó el joven carpintero de Nazareth.
Adopta estos efectivos principios en tu conducta diaria y verás extraordinarios resultados. Para saber cómo llevar tu economía personal a otro nivel este año, obtén mi libro “Cómo Hacerla en la Vida” en tu librería favorita.