El crudo Brent, que sirve de punto de referencia, en los últimos días se ha estado vendiendo a US$125 el barril, unos pocos dólares por debajo de las alzas posteriores a la crisis financiera que se presentó el mes pasado.
“La presión de usar la reserva estratégica de petróleo está surgiendo”, dice Robert McNally, jefe de consultoría del Grupo Rapidan y exalto oficial de la Casa Blanca. “Tengo la impresión de que llegará de lleno esta primavera o en el verano”.
Guy Caruso, un experto petrolero del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales y exalto oficial del Departamento de Energía de Estados Unidos, expresó: “Ellos están explorando la opción de una liberación en un plazo relativamente cercano”.
Pero las conversaciones han lanzado impedimentos que podrían demorar, o incluso prevenir, el uso de las reservas estratégicas. Esto se centra en una pregunta legal de si la actual interrupción del suministro es lo suficientemente seria para garantizar una liberación de la reserva.
De acuerdo a la ley de EEUU ya los tratados que sustentan la Agencia Energética Internacional, (IEA, por sus siglas en inglés) el regulador petrolero de los países occidentales, las reservas de los países consumidores pueden solamente ser usadas para “severas interrupciones del suministro energético” y en caso de observar “serios” trastornos.
La definición de lo que es “severo” y “serio” está abierta a la interpretación. Bajo un estrecho entendimiento de la ley, el programa energético internacional de la IEA, una seria interrupción solo ocurre cuando esta excede el 7% de los suministros de la IEA, o más de 3 millones de barriles al día. La IEA, sin embargo, tiene un umbral más reducido bajo sus coordinadas medidas de emergencia en respuesta, que proveen “un rápido y flexible sistema de respuesta a actuales o inminentes trastornos del suministro de cualquier índole”.
Además, la ley de EEUU dice en amplios términos que Washington puede restringir sus reservas cuando haya una reducción “significativa” en el suministro que provoque un “severo incremento” en el precio del metal que es posible que “cause un mayor impacto adverso” en la economía.
Ahora mismo, los trastornos en el suministro petrolero involucran un grupo de países desde Colombia hasta el sur de Sudán y ascienden a casi 750 mil barriles diarios. Por sí mismo, eso es improbable que cumpla con las amplias o estrechas interpretaciones. Verdaderamente, María van der Hoeven, directora ejecutiva de la IEA, ha argumentado que actualmente “no hay serios trastornos del suministro”.
Sin embargo, algunos países miembros de la IEA, incluyendo a EEUU, ven estas como acercándose a un nivel que requiere acción por parte de las naciones consumidoras.
La misma agencia ha enviado señales mixtas, con algunos oficiales que suenan más preocupados que otros sobre el constreñimiento de los mercados petroleros, las interrupciones del suministro y los crecientes precios del metal.
La IEA por mucho tiempo ha argumentado que tiene una misión específica: superar las serias interrupciones tales como la causada por la guerra en el Medio Oriente. Otros la ven más como un banco de petróleo, que es usado flexiblemente para superar el impacto de los altos precios petroleros.
Las reservas estratégicas son un arma poderosa. Los precios han caído fuertemente después de cada una de las tres veces que los países de la IEA las han restringido.
El impacto más dramático ocurrió en 1991 durante la Guerra del Golfo, cuando el precio del Brent se desplomó desde más de US$30 el barril hasta US$19.70 en menos de 24 horas. El aproximado 40% de disminución del precio observado el 17 de enero de ese año es la mayor baja registrada en términos de porcentaje.
El impacto de otras dos liberaciones fue más moderado. El crudo disminuyó un 2.5% después de una liberación en el 2005 en el momento en que el huracán Katrina cerró la producción en el Golfo de México.
Los precios se desplomaron casi por un 6% en el 2011 cuando EE. UU. vendió 30 millones de barriles para compensar la pérdida del suministro de Libia.