Guatemala

Ola de significados en la bienal de arte Paiz

Pinturas y esculturas con rostros mayas codificados por un artista de la década revolucionaria no están solos: los acompañan libros, figuras, adornos, vestuario, fotografías y videos, entre otros artículos reunidos por dos artistas indígenas, para "evidenciar formas de dominación histórica y vigente en Guatemala", según palabras de los propios hermanos Ángel y Fernando Poyón, autores de la instalación-colección que pretende desmitificar símbolos creados a partir de reinterpretaciones —acertadas o falsas, folclóricas o estéticas, turísticas o historicistas— que buscaban exaltar la cultura maya pero no pertenecen al mundo indígena.

La gran variedad de piezas incluye estampados de playeras y videos sobre la celebración del 13 Baktún; incluso una escena referente a ello de la serie animada Los Simpsons. También figura un tocado “prehispánico” usado por una reina de belleza y una chaqueta con pequeños ribetes de tejidos autóctonos.

¿Es o no es?

Reacciones a favor y en contra, sorpresa, desaprobación, admiración pero, en todo caso, no de indiferencia, despiertan las obras de los 32 artistas guatemaltecos y siete invitados extranjeros que participan en la Bienal de Arte Paiz del 2014 (BAP 19), que desde hace dos semanas está abierta en cinco estancias culturales del Centro Histórico.

Celebrada desde 1978, cada dos años, esta actividad artística pasó de ser un certamen abierto a todo público a un mayor nivel de especialización.

En sus últimas ediciones gira en torno a una temática y dinámica que no deja de causar protestas entre los mismos artistas, pues solo participan aquellos cuyas propuestas son aprobadas por el comité curatorial. ¿Es arte o no es arte? La pregunta es para el visitante.

Sanar heridas

Por medio de un lienzo de tres por cinco metros, que invitan a bordar, Silvia Menchú y Bonifacia Cocom, guatemaltecas, y Marco Canale, argentino, han abierto un espacio de expresión y una reflexión sobre “la fuerza desde las caras más oscuras o luminosas”, que empezó en comunidades del área del Lago de Atitlán, entre sobrevivientes del conflicto armado, víctimas de violencia de género y el abandono estatal ante desastres naturales. En las mañanas, las bordadoras visitan escuelas, cárceles y espacios públicos para que las personas “borden su experiencia”, y de 15 a 19 horas se encuentran en ArteCentro Paiz.

En este mismo espacio, Inés Verdugo, con su instalación Acumulación en secreto, reflexiona acerca de las cadenas invisibles que representan los objetos a los que se les da valor sentimental. “Pierden su utilidad y se convierten en objetos poseídos que evocan momentos agradables y desagradables que no se olvidan”, dice Verdugo.

Rompe paradigmas

Para muchas personas resulta chocante ver a hombres vestidos de mujer, así lo confirman comentarios de visitantes a la exposición de fotografías de Rubencito, un hombre transgénero que en la década de 1970 “rompió paradigmas en la búsqueda del cambio hacia quien deseaba ser”, según el texto que acompaña el collage fotográfico. Rubencito, fue un conocido personaje del barrio La Palmita, zona 5, en la que tenía una fábrica de colchones. Instantáneas de su vida se exhiben junto a otros dos personajes, en el teatro Lux.

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