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Aprendamos lengua de señas para una verdadera inclusión

Una verdadera inclusión social, educativa y laboral de personas sordas puede lograrse si se facilita la comunicación efectiva entre ellas y su entorno, mediante la lengua de señas.

La demanda de intérpretes de lengua de señas, debidamente capacitados y con la aceptación de la comunidad sorda  es escasa en el país. (Foto Prensa Libre, Esbin García)

La demanda de intérpretes de lengua de señas, debidamente capacitados y con la aceptación de la comunidad sorda es escasa en el país. (Foto Prensa Libre, Esbin García)

José Domingo Bran nació con sordera profunda hace 68 años. Hace poco, por cuestiones laborales, ninguno de sus hijos pudo acompañarlo a una cita médica que tenía programada en uno de los hospitales del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, por lo que le escribieron una nota al médico en la que le pedían prescribirle a su padre por escrito los medicamentos que requería. El profesional de la salud no le prestó la atención debida a la solicitud y al no poder comunicarse con Bran le dijo que le atendería en una próxima cita, cuenta uno de sus hijos, Adrián.

Bran regresó a su casa sin haber haber recibido tratamiento y solo tres meses después, cuando su hijo pudo acompañarlo para interpretar en lengua de señas sus síntomas, se le recetó el tratamiento que necesitaba.

La lengua de señas es la única herramienta que permite que las personas con sordera parcial o profunda se comuniquen con su entorno social. De ahí la importancia de que se haya aprobado, en enero del año pasado, el decreto 03-2020, Ley de la Lengua de Señas de Guatemala (Lensegua), y su reglamento, el 7 de junio último, el cual establece que las personas sordas o sordociegas tendrán derecho a la enseñanza de la lengua de señas como primera lengua, sin discriminación, en aulas privadas y públicas; fomentar su aprendizaje entre docentes; certificar competencias de intérpretes y facilitar accesibilidad de las personas sordas a los medios informativos, culturales y educativos. La idea es que todos los alumnos del sistema educativo aprendan las nociones básicas y generales de Lensegua.

Según la Asociación de Sordos de Guatemala (Asorgua), por cada persona sorda en el mundo, al menos 10 oyentes deberían saber lengua de señas, lo cual no sucede en la realidad, pues aún pocas personas la conocen.

Características

La lengua de señas es natural de las personas sordas. Se basa en gestos, mímicas, movimientos manuales y corporales que representan objetos y acciones que comunican un concepto específico, utilizado por sordos y sordociegos para comunicarse. Esta lengua tiene su gramática propia, llamada Glosa. Las señas están en constante aumento para cubrir de forma completa comunicación, tomando en cuenta factores regionales.

Niurka Bendfeldt y Alain de León, de la Asociación Educativa para el Sordo (Asedes), refieren que no se sabe con certeza cuántos signos tiene la Lensegua, pero supera los cinco mil, con los cuales se expresan conceptos profundos y abstractos.

La lengua de señas no es un lenguaje universal, y hay tantas como países en el mundo, expone Mauricio Méndez, director de Asorgua, única institución guatemalteca afiliada a la Federación Mundial de Sordos, que calcula que existen 300 diferentes, a nivel global. Méndez afirma que, incluso, hay variaciones regionales y modismos en cada país, aunque la mayoría de signos se basan en la lógica.

Por ejemplo, la seña que representa el hambre —formar con la mano un círculo en el estómago— es la misma para Guatemala y otros países, indica.

Lea también: La historia de dos hermanas que aprendieron lengua de señas antes de hablar

La lengua de señas tiene su propia estructura gramatical. Por ejemplo, en el lenguaje oral el orden es sujeto, predicado y adverbio. En la lengua de señas primero es el adverbio, luego el sujeto y por último el verbo, si es necesario. En la oración “la taza está en la mesa”, se representaría en señas: “mesa taza”. Además, no se utilizan artículos, preposiciones, conjunciones o conjugaciones verbales, pues las personas sordas no se expresan de la misma forma que quienes no afrontan esa condición.

Los cursos de Lensegua, en su mayoría, son impartidos por capacitadores con discapacidad auditiva, para un aprendizaje más efectivo, tal como sucede con cualquier idioma extranjero. Son tres niveles: básico, intermedio y avanzado, y el aprendizaje depende del ritmo y habilidad de cada alumno. Lo ideal es que se practique con personas sordas.

Desafíos

La Dirección de Educación del referido comité expone que, según la II Encuesta Nacional de Discapacidad 2016, existen 306 mil personas con sordera; es decir, 18% de 1 millón 700 mil individuos con discapacidad en Guatemala —que conforman 10.2% de la población total—.

En Guatemala, las personas sordas tienen acceso limitado a la educación formal en todos los niveles, así como las adaptaciones pertinentes. Por consiguiente, el empleo para este grupo de la población es escaso, pues no se cuenta con políticas que promuevan la inclusión laboral. Pese a ello, hay organizaciones que han incluido a este tipo de empleados en sus equipos de trabajo.

“En ferias de empleo muchos aspirantes con discapacidad auditiva no se adecúan al perfil del puesto, por baja escolaridad, reflejo de la exclusión que ha vivido este sector en el sistema educativo a lo largo de la historia”, señala Clarivel Castillo, presidenta del Consejo Nacional para la Atención de las Personas con Discapacidad (Conadi).

La dificultad de entablar una comunicación adecuada con personas oyentes, la falta de concienciación sobre el conocimiento de la Lensegua, el déficit de intérpretes y la inexistente información pública en formatos accesibles son otros de los desafíos para este grupo de la población, indica el Comité.

Durante la pandemia, el uso de la mascarilla ha sido una barrera más, pero sobre todo para las personas sordas que desconocen la lengua de señas pero leen los labios, comenta Castillo.

Avances

Cada año, unas 11 mil 500 personas asisten a cursos de lengua de señas a escala nacional, que imparte el Comité, tanto en modalidad presencial como virtual, y muchas son maestros que trabajan en el sistema regular de educación privado y público.

El Comité estructuró hace poco un curso de formación profesional de intérpretes de Lensegua, el cual se desarrollará en colaboración con la Universidad de San Carlos de Guatemala, y está en proceso la Academia de Lengua de Señas de Guatemala, para que los cursos tengan el reconocimiento del Ministerio de Educación. Méndez señala que a partir del 2015 subió el número de personas que se interesan en aprender lengua de señas. Idealmente, el taller requiere grupos no mayores de 20.

El Conadi ha implementado la Unidad de Lengua de Señas, en cumplimiento con el decreto 3-2020, y debe asesorar al Ministerio de Educación e instituciones privadas sobre la aplicación de la Lensegua.

Déficit de intérpretes

El servicio de interpretación de lengua de señas tiene un costo que muchas veces no pueden cubrir las entidades de comunicación. La demanda de intérpretes debidamente capacitados y con la aceptación de la comunidad sorda es escasa en el país, así como la falta de acreditación de intérpretes, indica el Comité.

La falta de intérpretes en el ámbito social y educativo impacta de manera considerable en el desarrollo de las personas sordas en muchas áreas, exponen Bendfeldt y De León. Además debe considerarse que su labor tiene un costo, pues, aunque por lo regular se solicita su apoyo de manera gratuita, merecen una retribución económica digna, pues es el principal incentivo para que haya más intérpretes. El intérprete representa ese canal de comunicación y de accesibilidad de las personas sordas en los entornos en que nadie conoce la lengua, para hacer equitativas las oportunidades. La misma situación sucede con los instructores, dice Méndez, pues se les debe remunerar y reconocer su trabajo, y no pedirles enseñar de gratis.

Muchos medios de comunicación aún no son realmente conscientes de crear contenidos accesibles para las personas sordas, para lo cual se necesita la sensibilización y adaptación de retos técnicos, indica Asedes, tales como tener el equipo adecuado para transmitir recuadros de interpretación y subtitulado en tiempo real, inclusión de intérpretes en tomas principales o implementación en programas en diferido, lo cual implica inversión.

“La interpretación debe ser profesional, pues uno de los canales que utilizan las personas sordas para comunicarse con los demás es otra persona, y ello puede representar barreras al trasladar la información, que puede llegar incompleta o con limitantes”, indica Rosa Idalia Aldana, experta independiente de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de Naciones Unidas.

Méndez indica que, según la Asociación de Intérpretes y Guías Intérpretes, existen apenas unos 95 intérpretes calificados para todo el país.

“Esperamos que, según dicha ley, el Gobierno tome acciones para que al emitir comunicados oficiales y dar conferencias de prensa tengan intérpretes capacitados”, expone Méndez. “La falta de conciencia hace que no se vea a las personas sordas como ciudadanos de primera categoría, cuando tienen las mismas necesidades que los demás”, enfatiza.

Cursos

  • Lugares donde se puede aprender lengua de señas en el país. Consultar sus páginas en Facebook:
  • Asociación de Sordos de Guatemala (Asorgua)
  • Comité Prociegos y Sordos de Guatemala
  • Asociación Educativa para el Sordo (Asedes)
  • En-Señas y Friends of Lavosi (Jocotenango, Sacatepéquez)
  • Asociación para el Desarrollo de Sordos de Quetzaltenango (ADSQ)
  • Asociación de Sordos de Quetzaltenango (ASQ)
  • Asociación de Sordos de Suchitepéquez

Historia

Cuando el ser humano empezó a poblar la Tierra no tenía un lenguaje estructurado de comunicación fonológica. Su primer sistema para comunicarse con sus semejantes fueron las señas, acompañadas de un escaso lenguaje. A lo largo del tiempo se desarrolló la comunicación verbal.

Por ejemplo, los amerindios, antiguos habitantes de las Grandes Llanuras de América del Norte, usaban una lengua de señas para comunicarse entre etnias.

El creador del primer sistema de lengua de señas fue fray Pedro Ponce de León (1508-1584), pedagogo y monje benedictino español que enseñó signos a niños con discapacidad auditiva, en el monasterio burgalés de San Salvador de Oña.

Fray Pedro Ponce de León (1508-1584)

En 1620, el pedagogo español Juan de Pablo Bonet considerado el pionero de la educación en español de personas sordas, publicó el tratado Reducción de las letras y arte de enseñar a hablar a personas con discapacidad auditiva, el primero a la vanguardia en fonética y logopedia, con el que ayudó a divulgar el alfabeto manual en Europa.

Desde la creación del Benemérito Comité Prociegos y Sordos de Guatemala, en 1946, comienzan las primeras acciones en la educación de niños con discapacidad visual, así como auditiva. Desde entonces se han ampliado los centros educativos para personas sordas en el país.

 

“Una discapacidad invisible”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Una discapacidad invisible”

A Sergio Parada, presidente de la Asociación Nacional de Intérpretes para Sordos y Sordociegos, de 53 años, se le considera el primer intérprete de lengua de señas en Guatemala. Sus padres formaron el primer matrimonio de personas sordas en el país, pues en el pasado a parejas con esta discapacidad se les prohibía casarse, para evitar que tuvieran hijos con esa condición, pero ellos vencieron ese estigma.

Para el presidente de la menciona asociación, que nació sin esa discapacidad, la lengua de señas es su lengua materna.

Parada cuenta que sus padres formaron parte de la primera generación de la Escuela Santa Lucía, del Comité Prociegos y Sordos de Guatemala, en la década de 1950. En aquel entonces nadie “pensaba en darle derechos a la comunidad de personas sordas”, comenta.

Afirma que Lensegua fue creada según las necesidades de comunicación de los primeros estudiantes de esa escuela-internado, provenientes de todo el país, al transmitirse entre ellos las señas aprendidas en casa, de acuerdo con su contexto, y que fueron agrupando. “Empleaban mucho la lógica y estaban bien descritas con las manos”, indica Parada, quien aprendió de su abuela el lenguaje oral.

Al no aspirar a mayor escolaridad, pues solo llegó a segundo grado de primaria, su padre se conformaba con el trabajo que le ofrecieran. “En aquel entonces las personas sordas eran marginadas, discriminadas y relegadas en el plano familiar y social. Es una discapacidad invisible”, señala.

Cuando se formó un club de personas sordas, con exalumnos de la Escuela Santa Lucía, él les ayudaba a comunicarse con oyentes o a interpretar textos, por lo que se convirtió en facilitador. Tenía unos 10 años de edad. Actualmente trabaja como intérprete en la Usac, a fin de apoyar en sus estudios e inclusión a estudiantes sordos de la Facultad de Humanidades.

Sin embargo, dice, los jóvenes con discapacidad auditiva se ven obligados a seguir carreras humanistas, pues para otras no hay intérpretes. Parada advierte de que es fundamental que en instituciones estatales como juzgados u hospitales el personal conozca la lengua de señas.

“Intérpretes deben prepararse bien”

Doris Parada es hija de Sergio Parada y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Intérpretes para Sordos y Sordociegos. Ella y su hermana, Tikalia, también son intérpretes de Guatevisión. Su madre es una persona sorda, por lo que la lengua de señas es su lengua materna y gracias a su padre se profesionalizó como intérprete.

“Muchas personas dicen ser intérpretes, pero no es así, porque no son 100% confiables y generan problemas de comunicación. Se debe tener un perfil idóneo. Se aplaude que quieran interpretar, pero deben tener preparación adecuada”, afirma Parada, quien lamenta que aún no haya certificación en Guatemala que avale esta profesión.

Se requiere mucha interacción por varios años con personas sordas y actualizarse, porque, como cualquier idioma, la lengua de señas va evolucionando y surgen nuevos modismos y regionalismos, expone Parada, psicóloga y terapista del lenguaje, con maestría en Análisis Social de la Discapacidad. Además, se debe conocer la cultura de las personas sordas.

“Lo ideal es que todos los guatemaltecos supiéramos lengua de señas y que el Ministerio de Educación la incluyera en las asignaturas, como sucede con idiomas mayas”, añade. “Si fuera así, no habría barrera alguna, y si una persona sorda necesita ir al médico, por ejemplo, no requeriría de un intérprete”, destaca Parada, quien explica que existen dos clases de intérpretes: los que están dentro y los que están fuera de la comunidad de personas sordas. Los primeros son bilingües y biculturales. Ella se considera Hops (siglas de hijo oyente de persona sorda).

“Siempre me llamó la atención”

Durante sus estudios de Medicina, Katia Líquez tuvo el primer contacto con la comunidad de personas sordas, cuando hizo una visita al Hospital de Ojos y Oídos Doctor Rodolfo Robles, zona 11, del Comité Prociegos y Sordos de Guatemala. Desde entonces le llamó la atención la forma de comunicarse de las personas sordas y se propuso aprender lengua de señas.

Más adelante, en el 2019, hizo un viaje a Turquía, por medio de la organización Children’s International Summer Villages, de la que es voluntaria, junto a un connacional con discapacidad auditiva, quien se comunicaba por señas y le enseñó algunas a los niños participantes en el programa de intercambio cultural, el cual promueve la paz e inclusión a nivel mundial. Esto impactó de manera fuerte a la profesional, con maestría en Psicología Médica Integral.

Líquez se inscribió en el curso de Lensegua que imparte Asorgua, en julio del año pasado yde manera virtual, junto a su hermana, y finalizaron el nivel básico. “Está entre mis planes terminar los cursos que faltan y perfeccionar mi aprendizaje, pues me servirá en un futuro, al ayudarme a tener mejor relación con el paciente con discapacidad auditiva. Quiero que se sienta cómodo, en confianza y que se sienta valorado e importante como cualquier otro”, expone.

En una ocasión, cuenta, asistió a una actividad en la que ubicaron al intérprete de lengua de señas lejos de la vista del público. “El intérprete es quien debe estar en primera fila, para que las personas sordas puedan recibir el mensaje como todos los demás. Él es un vínculo fundamental para ellas”, afirma.

“Mi deseo es ayudar a personas sordas”

Misael Portillo Landaverri es originario de Quesada, Jutiapa, y es pastor de una iglesia evangélica. Comenzó a estudiar lengua de señas en febrero del 2020, en Asorgua, de manera presencial. Viajaba a la capital exclusivamente para asistir a este curso. Cuando comenzó la pandemia continuó su educación en modalidad virtual.

Concluyó el nivel inicial en octubre, que duró nueve meses, y este año continúa con el nivel intermedio. Su anhelo es ser intérprete certificado y expresar esta lengua con fluidez. “Siempre he tenido la necesidad de ayudar a las demás personas, contribuir en lo que pueda. Mi deseo es aportar un poco para poder comunicarme con la comunidad sorda”, indica Portillo, quien señala que en su círculo social no había tenido contacto con personas sordas hasta que tomó el curso.

Hace 10 años se interesó en aprender lengua de señas, gracias a una oenegé que ofrecía clases en Chiquimula, pero nunca se completó el cupo de alumnos.

Asevera que este lenguaje tiene las mismas dificultades y beneficios de un idioma nuevo. “Me sorprendía al comienzo, cuando me di cuenta de que se puede decir una frase larga en español con unas cuantas señas”, indica.

“No solo se utilizan las manos, sino también gestos para demostrar emociones”, añade Portillo, quien detalla que le gustaría tener la habilidad de expresar con fluidez esta lengua, para lo cual, afirma, se necesita dedicarle mucho tiempo. A Portillo también le llamó la atención saber que cada país tiene su lengua de señas y tiene el deseo de brindar su tiempo, desinteresadamente, como intérprete, especialmente si se trata de alguna actividad de su iglesia.

“Quiero ayudar a personas sordas que solo pueden comunicarse con su familia en casa”, comenta.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.