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Cobertura boscosa se recupera muy lentamente; incentivos ralentizan, pero no frenan la deforestación

Según un informe del Ministerio de Agricultura, las áreas de bosque en 2020 abarcaban ya solo el 24.5% del territorio nacional.

La tala de bosques no se ha detenido al 100% pese a los esfuerzos. Área deforestada en la reserva Punta de Manabique, Izabal. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

La tala de bosques no se ha detenido al 100% pese a los esfuerzos. Área deforestada en la reserva Punta de Manabique, Izabal. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Para el 2016, Guatemala tenía  3 millones 574 mil 244 hectáreas de bosque, más o menos el 30 por ciento del territorio nacional, según el informe Dinámica de Cobertura Forestal (DCF) 2010-2016, del Instituto Nacional de Bosques (Inab), y del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap).

Aunque el estudio 2016-2021 aún está en elaboración  y pendiente de ser validado, la cobertura forestal se habría reducido significativamente si se compara con el informe Determinación de la cobertura vegetal y uso de la tierra, que el Ministerio de Agricultura (Maga) presentó en diciembre del año pasado, pues  ahí se indica que había 2 millones 673 mil hectáreas de bosque, casi 900 mil menos que hace seis años, con lo que la cobertura forestal habría pasado del 30 al 24.5% del territorio nacional en ese lapso.

La pérdida se ha acelerado desde hace décadas, debido al cambio del uso de los suelos sin ningún control ni planificación. Se calcula que de 1950 al 2010 el país pudo haber perdido hasta el 40% de su cobertura forestal, según cálculos del Instituto de Investigación sobre Ambiente Natural y Sociedad (Iarna) de la Universidad Rafael Landívar.

Con la creación, en la década de  1990, del Inab y el Conap, las autoridades aseguran que se ha podido frenar el ritmo de la deforestación, aunque no lo suficiente para que el país siga perdiendo al año unas 18 mil hectáreas netas de bosque, más de 113 mil en bruto.

De acuerdo con el Inab, en los años 1990 Guatemala perdía un promedio anual equivalente al 1.43% de su territorio, y con la implementación de varios proyectos para fomentar el manejo sostenible de los bosques, dicha tasa se ha reducido hasta el 0.5%.

Departamentos más afectados

En el DCF 2010-2016 se dio a conocer que  en ese lapso  el país tuvo una pérdida bruta de 680 mil 566 hectáreas de área boscosa, pero   con los distintos programas de reforestación se pudieron recuperar 579 mil 25 hectáreas. La diferencia, 101 mil 542, constituye la pérdida neta de cobertura forestal.

Petén continúa como el departamento más afectado, al reportar una disminución de 165 mil 408 hectáreas de  cobertura; le siguen Baja Verapaz, Guatemala y Sacatepéquez.

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También ha habido departamentos que han experimentado recuperación de   bosques y que ayudan a que los números al final de los seis años no sean tan dramáticos. Quiché, con, 24 mil 34 hectáreas recuperadas; San Marcos, 11 mil 375; Suchitepéquez, nueve mil 46; y Huehuetenango, ocho mil 663, son algunos de ellos.

La lucha contra la deforestación ha representado desde hace años una diversidad de planes y muchos millones de inversión.

El Programa de Incentivos Forestales (Pinfor) funcionó de 1997 a 2016 y entregó estipendios por Q1 mil 942 millones a más de 4.3 millones de beneficiarios, lo que permitió la reforestación de 135 mil 267 hectáreas y el manejo adecuado de cuatro mil 648 hectáreas de bosque, según el Sistema de Información Forestal de Guatemala.

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El Inab sostiene que hoy en día el 83% de la industria maderera se abastece de plantaciones que han cumplido con la conservación y manejo de bosques, ya que la idea es que los beneficiarios sigan generando ingresos a través de la venta de madera producto de una plantación renovable.

En 2010 nació el Programa de Incentivos Forestales para Poseedores de Pequeñas y Extensiones (Pinpep), que hasta la fecha ha invertido más de Q1 mil 800 millones para la producción y protección de bosques, así como en plantaciones forestales y sistemas agroforestales.

Este programa ha permitido la protección de más de 666 mil hectáreas de área boscosa y la siembra de 178 mil plantaciones de distintas especies.

Los incendios forestales son una amenaza para los bosques. Solo en la temporada 2021-2022 se han registrado casi 900. (Foto: Conap)

Finalmente, en 2017 se creó el programa Probosque, con los mismos objetivos. Este cuenta con 445 mil beneficiarios hasta ahora y ha entregado estipendios por Q727 millones.

“Lo ideal es llegar a cero la deforestación”, dice Mártir Vásquez, subgerente de esta institución. Al mismo tiempo asegura que “vamos por buen camino”, aunque reconoce que la pérdida de cobertura forestal “sigue siendo impactante”.

Las autoridades del Inab afirman que el informe del Maga no se puede comparar con el DCF 2016-2012, que está por concluirse, ya que para la elaboración de este se utilizan parámetros distintos y también, como cobertura forestal se incluyen plantaciones de hule, así como humedales con vegetación y con bosque.

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Retos

La conservación de los bosques enfrenta grandes amenazas. Una de las peores es la enorme cantidad de personas que dependen de la leña como combustible.

Aunque el Censo de Población y Vivienda 2018 arrojó que el 54% de los guatemaltecos utiliza  leña para cocinar, el Inab estima que la cifra es mucho mayor y podría llegar al 80%.

Sin embargo, además del uso de los bosques como fuente de combustible en el hogar, la falta de ordenamiento territorial también es una amenaza, pues  con frecuencia las comunidades terminan asentándose en zonas boscosas que para que sean habitables deben   talarse.

En el tercer lugar de las amenazas que enfrenta la cobertura boscosa está el aprovechamiento irracional de la madera para fines comerciales, lo cual va de la mano con una legislación muy débil para sancionar y la limitada capacidad del Ministerio Público (MP) de investigar estos delitos.

“Hemos presentado una cantidad infinita de denuncias, y casi ha sido la misma cantidad de desestimaciones”, señala Vásquez. “Si no se desestiman, se les otorgan criterios de oportunidad a los infractores de la ley, en las cuales, por ejemplo, si alguien tala 15 hectáreas valuadas en Q150 mil, el MP resuelve que regale 10 mil o 15 mil plantas”, agrega.

Más del 50% de los bosques se encuentra en un´area protegida. Vista aérea del Parque Nacional Yaxha -Nakum-Naranjo. (Foto: Conap)

“Legalmente, esta persona resarció el daño, pero el impacto ambiental, no. Entonces se da cuenta de que es fácil cometer un delito porque sabe que las penas van a ser mínimas”, indica el subgerente del Inab.

El aprovechamiento ilegal de los bosques también tiene un componente cultural, según Vásquez, pues  nadie, cuando decide comprar un artículo de madera, pregunta  el origen de esta, si se obtuvo de una plantación sostenible o si cuenta con los permisos de comercialización.

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Falta capacidad

Para algunos expertos en asuntos ambientales, la problemática de la deforestación rebasa por mucho las capacidades de las instituciones gubernamentales encargadas de proteger los bosques.

Aunque las cifras oficiales resaltan solo la pérdida neta de cobertura boscosa, no hay forma alguna de compensar los ecosistemas que se pierden con la deforestación en bruto.

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La tala sin control en el país es preocupante, considera el director del Iarna, Raúl Maas, quien lanza la voz de alarma al citar el informe presentado por el Maga  el año pasado, ya que la cobertura boscosa habría bajado casi seis puntos porcentuales en cinco años.

De acuerdo con cálculos del Iarna, según Maas, en los años 1950 la cobertura alcanzaba el 60% del país, lo que significa que se ha perdido más de la mitad de los bosques en 70 años.

Las primeras áreas  deforestadas fueron las de la Costa Sur, y luego, en los años 1960 y 70, los bosques del suroriente guatemalteco, para que en los 1980 y 90 la deforestación llegara a Petén y la Franja Transversal del Norte , cuyo bosques fueron sustituidos por actividades agrícolas y ganaderas, precisa.

En tiempos más recientes, los bosques han dado paso a la construcción de carreteras, viviendas, puertos y otro tipo de infraestructura, mientras que en las ciudades la urbanización afecta a los barrancos y sus ecosistemas.

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Maas señala que los programas de incentivos y concesiones no son suficientes para el tamaño de deforestación bruta que se registra en el país, y enfatiza en que los bosques son mucho más que árboles. Aunque los programas contribuyen a recuperar la cobertura forestal,  no se recobran las dinámicas de los ecosistemas cuando un bosque se tala, advierte.

“Debe haber políticas públicas de los gobiernos para incidir en el quehacer de la sociedad, sector empresarial y las comunidades, para asegurar la provisión de bienes y servicios naturales para el bienestar de las poblaciones”, apunta el director del Iarna.

Personal de Inab verifi9ca la procedencia legal de un cargamento de madera. La explotación irracional de este recurso es una de las principales amenazas a la cobertura forestal. (Foto: Inab)

En tal sentido, cuestiona la eficiencia de instituciones como el Inab y el Conap, pues, pese a recuperar la cobertura boscosa, no han podido evitar la tala inmoderada. “Deben reconocer que no tienen la capacidad humana ni física para hacerlo”, enfatiza.

El subdirector del Inab por su parte, recuerda que la institución no es coercitiva, pero que existe un plan interinstitucional que involucra a varias dependencias del Gobierno.

 bosques y biodiversidad

Los bosques son vitales para miles de especies de  animales y plantas que los habitan, ya  que los árboles ayudan a mantener los ecosistemas.

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Guatemala es un país megadiverso. En todo el territorio hay siete biomas y 14 zonas de vida silvestre. La cobertura forestal permite mantener a 14 mil 997 especies, 10 mil 317 de flora y cuatro mil 680  de fauna, de acuerdo con los estudios del Conap, aunque se estima que hay muchas más y aún no se han descubierto.

“La cobertura forestal abraza y resguarda la diversidad biológica, y garantiza que su reproducción se mantenga, para que siga presente en nuestro país”, comenta Deyssi Rodríguez, asesora especializada en conservación del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (Sigap), del Conap.

Actualmente, cerca del 50% del total de bosques del país se encuentran en alguna de las 348 áreas protegidas registradas en el Sigap, desde su creación, en 1989 —un 30% del territorio nacional—, 65 de las cuales son aptas para recreación o turismo.

“El Sigap viene a ser el principal mecanismo de conservación de la cobertura forestal y de la diversidad biológica, y, por ende, de los ecosistemas”, resalta Rodríguez.

Bosque de coníferas los bosques altos de Jalapa. (Foto: Inab)

Coincide en que uno de los mayores retos que existen son la explotación de los bosques para el uso de leña, el crecimiento demográfico, el cambio de uso de suelo para actividades agropecuarias, industriales o mineras, razón por la cual poco a poco la cobertura forestal del país se va reduciendo a las áreas en resguardo del Conap.

Las áreas protegidas tienen que ser resilientes y mantener las restricciones, subraya Rodríguez, pues  “es nuestra cuenta bancaria de ahorro” y el patrimonio natural de futuras generaciones.

872 Incendios este año

Aunque no es un factor considerado entre las principales amenazas a la cobertura forestal de Guatemala, los incendios forestales consumen cada año más hectáreas.

Del 2001 al 2020, estos siniestros, que empiezan en noviembre y terminan con la llegada de la época lluviosa, alcanzaron un promedio anual de 716 y afectaron  30 mil 793 hectáreas, según registros oficiales de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred).

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El aumento de la temperatura a escala mundial y la irregularidad en el régimen de lluvias ha propiciado el incremento de los incendios.

Solo en la actual temporada de incendios forestales, 2021-2022, que finaliza el   30 de junio, van 872 siniestros y 16 mil 540 hectáreas afectadas. Quiché, Guatemala, Huehuetenango, Jalapa, Zacapa y Totonicapán son, en ese orden, los departamentos más afectados.

Los incendios forestales están muy alineados con los efectos del clima, explica César Beltetón, director de la Unidad de Manejo de Bosques del Conap. Una de las peores temporadas, recuerda, fue la del 2019-2020, cuando se produjeron casi mil 400 incendios que afectaron más de 50 mil hectáreas.

Bosque semi-seco en Las Pilas, Guastatoya, El Progreso. (Foto: Inab)

Beltetón comenta que los incendios se han incrementado en las décadas recientes y cree que  se debe a que el país se ve afectado más frecuentemente por el efecto del fenómeno El  Niño, el cual se ha exacerbado por el cambio climático.

Vásquez  enfatiza que los siniestros “no son necesariamente malos” y que el daño a los ecosistemas depende del tipo de incendio, si es de copa o rastrero.

Los primeros, que ocurren principalmente en Petén, causan la muerte del árbol y pueden consumir en su totalidad un bosque, afirma Vásquez.

En cuanto a los rastreros, se producen en bosques de coníferas y se producen en el altiplano del país. Se nota que con las primeras lluvias todo comienza a cobrar vida y el árbol no se consume. Hay especies como el pino oocarpa, que utilizan el fuego para regenerarse más rápido y no mueren, por el grosor de su corteza.

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