Comunitario

|

Suscriptores

Día del Bibliotecario: Las bibliotecas no solo son lugares para leer

Talleres, capacitaciones, visitas guiadas, exposiciones y presentaciones de libros son algunas de las actividades culturales que se desarrollan en la Biblioteca Nacional de Guatemala, zona 1 capitalina. En la foto, se presenta a niños el libro infantil "La caja de crayones de Aby", de Roberto Cifuentes.  (Foto Prensa Libre, cortesía de Biblioteca Nacional Luis Cardoza y Aragón)

Talleres, capacitaciones, visitas guiadas, exposiciones y presentaciones de libros son algunas de las actividades culturales que se desarrollan en la Biblioteca Nacional de Guatemala, zona 1 capitalina. En la foto, se presenta a niños el libro infantil "La caja de crayones de Aby", de Roberto Cifuentes. (Foto Prensa Libre, cortesía de Biblioteca Nacional Luis Cardoza y Aragón)

En conmemoración del Día del Bibliotecario, que se celebra cada 30 de septiembre, es importante hacer notar que lejos quedaron aquellos tiempos en los que las personas llegaban a las bibliotecas solo para consultar documentación para fines académicos, pues, en la actualidad, estas se han convertido en lugares de convergencia, donde se desarrollan actividades lúdicas y culturales que contribuyen a ampliar el conocimiento, promover la lectura y motivar el pensamiento crítico.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en toda Guatemala había 282 bibliotecas, de todos los tipos, en el segundo semestre del 2022, lo que significa que hay una al servicio de cada 60 mil habitantes, con una población de 17 millones. Guatemala, por tanto, aún está lejos de alcanzar la cantidad que estableció el Manifiesto de la Federación Internacional de Asociaciones Bibliotecarias (Ifla, en inglés) de que cada país tenga una biblioteca pública, al menos, por cada 15 mil personas.

Sin embargo, estos espacios, el primero de los cuales se fundó en el país hace 144 años, hacen su mayor esfuerzo por atraer a los usuarios y promover la lectura, pues no ha sido prioridad para los gobiernos apoyarlos, especialmente en las comunidades, donde constituyen ejes significativos de cambio para el desarrollo local.

Fue en 1994 cuando el INE presentó un directorio para que los usuarios encontraran información relacionada con las unidades de información, refiere Mariana Cabrera, presidenta de la Asociación Bibliotecológica de Guatemala. En las estadísticas de ese directorio, correspondientes al segundo semestre del 2014, se reportó que en el país había 385 bibliotecas, lo que significa que en nueve años la cantidad de estas ha disminuido en 27% —103—.

La mayor cantidad de ellas se ubica en Guatemala (87), Alta Verapaz (23) y Quetzaltenango (21). Por otro lado, en Quiché solo hay dos, en tanto que en Jutiapa y Totonicapán, tres, en cada uno. La mayor parte de ellas son municipales —144— y privadas —53—.

La Biblioteca Nacional de Guatemala Luis Cardoza y Aragón alberga alrededor de 225 mil libros, que se pueden consultar mediante catálogo impreso en los ficheros.

Las bibliotecas más visitadas y con mayor cantidad de textos son las universitarias, refiere Victoria Flores Gudiel, directora de la Escuela de Bibliotecología de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac).

Características

Según la Ifla, las bibliotecas se clasifican en nacional, públicas, escolares, municipales y comunitarias. También están las especializadas, privadas y universitarias, expone Ilonka Matute, directora de la Biblioteca Nacional, y su diferencia estriba, agrega, en el tipo de usuario que atiende, colección, temática o institución a la que pertenece.

Principalmente, las bibliotecas, además de libros, ponen a disposición del usuario enciclopedias, diccionarios, publicaciones seriadas, folletos, revistas especializadas o tesis. Gracias a la tecnología, ahora también se pueden consultar documentos en diferentes soportes y formatos, como libros electrónicos o multimedia.

Cada biblioteca, según su política y especialidad, ofrece préstamos a domicilio o solo para consultas en sala.

Sus colecciones se enriquecen mediante la compra de libros, según la necesidad de los usuarios y del presupuesto que se tenga. También, provienen de donaciones, que pueden ser personales o con la mediación de una institución. En ese caso, es importante verificar el buen estado físico de las obras, para que puedan ser consultadas. También, se reciben por canje entre bibliotecas, para lo cual se realiza un informe detallado del estado del ejemplar para ser aceptado, expone Cabrera.

Innovan su labor

Según las nuevas tendencias de las bibliotecas en el siglo XXI, estas ofrecen datos abiertos y una gran cantidad de información que a menudo no pueden encontrar en ningún otro lugar, ya sea en línea, impresa o en persona. Además de proveer acceso a contenidos, también conectan a las personas con la tecnología, crean comunidad, promueven la alfabetización, fomentan la imaginación, propician la innovación y la creación, y protegen los derechos y la privacidad de las personas, señala Cabrera.

La forma en que las personas usan las bibliotecas está cambiando tan rápido como la tecnología está moldeando a la sociedad. Cada vez más, se están convirtiendo en lugares para la creación y la colaboración de espacios abiertos.

“Las bibliotecas ahora son centros de aprendizaje en sus comunidades, siendo su principal objetivo el usuario y alrededor de él organizar sus colecciones, brindar los servicios y ser más accesibles e inclusivas. Velan por preservar y facilitar el acceso al patrimonio cultural e intelectual del país”, explica Flores.

“Las bibliotecas han cambiado la forma de organizar sus colecciones. Ahora ya no se necesita un espacio físico, sino ofrecer un número creciente de libros, publicaciones y documentos digitalizados, a los que pueda acceder cualquier persona desde cualquier lugar y hora”, señala Flores.

Aún hay incontable documentación que no está digitalizada, por lo que el usuario va a la biblioteca para comprar el documento digital, pero el costo es un poco alto y este es otro motivo más para visitar la biblioteca y consultar los documentos de interés, dice.

En el siglo XXI

En la actualidad, el perfil del bibliotecario general, bibliotecólogo o de Ciencias de la Información Documental es fundamental para aplicar las competencias digitales y uso de herramientas tecnológicas en el diseño e implementación de proyectos, servicios de información documental y administración de forma eficaz y eficiente de los recursos humanos, materiales y técnicos destinados a la unidad de información.

Hasta la fecha, hay 182 profesionales graduados de esta carrera. La Escuela de Bibliotecología de la Usac es el único centro de formación de esta profesión, creado el 1 de febrero de 1948 por José Rölz Bennett, decano de la Facultad de Humanidades, y que comenzó su labor educativa con Gonzalo Dardón Córdova como único catedrático.

En la década de 1950, el bibliotecario Jorge Juárez García, de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia de la Usac, presentó la moción, en una sesión de la Asociación de Bibliotecarios de Guatemala, para que se estableciera el 30 de septiembre como el Día del Bibliotecario en el país, propuesta que fue aceptada. En esa fecha, de acuerdo con el santoral católico, se celebra a San Jerónimo, patrono de los bibliotecarios, archiveros, traductores y arqueólogos.

El enfoque de la bibliotecología actual es el usuario y sus necesidades de información, y no las colecciones, como en el pasado. También enfatiza en el uso de tecnologías de la información y las comunicaciones para cubrir esas necesidades, indica Matute. Se debe formar a usuarios en alfabetización informacional digital y crítica.

En opinión de Rita Montenegro, abogada y notaria, fundadora del Club de Lectores Recalcitrantes, que trabaja como voluntaria en la recolecta de libros para bibliotecas comunitarias y actualmente está creando un comité de educación con la Asociación de Bibliotecas Comunitarias de Guatemala (ABCG), esta disciplina que ha decaído, en comparación con el pasado. “Pocas personas están interesadas en dedicarse a estas actividades, en parte por la poca información que existe sobre el tema en Guatemala y por la falta de promoción de esta en el país”, agrega.

“Nuestra profesión es dinámica y se ha adaptado a todos los cambios tecnológicos que ha tenido la humanidad. La diferencia sustancial de ahora es la práctica y la formación de los bibliotecólogos, quienes ayudan a la población a no intoxicarse ante tanta información y desinformación. Además, apoya al ámbito científico”, señala Valentina Santa Cruz, vicepresidenta de la ABCG.

En la comunidad

Las bibliotecas comunitarias, en ocasiones, son la única fuente de información gratuita para la población local. Aunque no hay un directorio de todas las bibliotecas comunitarias en el país, muchas comunidades han creado su espacio para tal fin, así como por iniciativa de instituciones como ABCG, Banco de Guatemala, Fundación Riecken, Child Aid y la Usac, refiere Montenegro.

Los servicios de estas bibliotecas son gratuitos y constituyen un medio para promover la educación y el acceso a la información. Están enfocadas en la comunidad en donde se establecen, fomentan el hábito de lectura, ofrecen variedad de recursos literarios, desde libros escolares para niños hasta material audiovisual, revistas, novelas y diccionarios, entre otros, para contribuir a su desarrollo, y crean espacios de participación de voluntarios, añade.

Su colección se va formando gracias a donativos de organizaciones nacionales e internacionales como la Feria Internacional del Libro (Filgua), el Ministerio de Cultura y Deportes, universidades y voluntarios.

En un país en el que es bajo el hábito de lectura y en el que las posibilidades de acceder a la información digital son escasas para muchas comunidades, las bibliotecas son la base principal para que las personas puedan obtener información más precisa y verídica, indica Montenegro.

La Red de Bibliotecas Comunitarias de la Fundación Riecken está formada por 15 bibliotecas en ocho departamentos del país, tres de las cuales están en construcción. Según la memoria del 2022 de dicha fundación, se registraron 94 mil 26 usuarios y mil 323 voluntarios ese año.

Lea también: Academia de Geografía e Historia: Heredera de la historia

“Las bibliotecas dejaron de tener miedo al cambio, y ahora son espacios que promueven cambios: grupos de ahorro de mujeres o jóvenes debatiendo sobre migración son algunos ejemplos de que las bibliotecas ven hacia otro horizonte”, indica Francisco Alcaide, director de la Fundación Riecken, organización no lucrativa que crea alianzas con la comunidad y la municipalidad, y los apoya con recursos, personal y voluntarios de bibliotecas.

Sus objetivos son motivar la lectura por placer, brindar acceso a la información y al autoaprendizaje —charlas y talleres— para aprovechar el uso de la biblioteca, propiciar el liderazgo juvenil para fomentar valores y aspiraciones, proporcionar acceso a la tecnología gratis, sobre la cual se imparten talleres, y fomentar la diversidad cultural y destrezas humanas para todas las edades. Además, ayudan a emprendedores rurales, capacitan a la población en diversos oficios y promueven comunidades sanas.

“Una biblioteca comunitaria Riecken, a menudo, provee la primera y única experiencia práctica con una computadora, para realizar investigaciones, incorporarse al mundo del comercio on line, publicar blogs o autoformarse a distancia”, manifiesta. Facilitan el acceso a la biblioteca digital Descúbrelo (https://descubrelo.riecken.org), con una inmensa colección de libros digitales, añade.

La fundación destina cierta cantidad de fondos anuales para invertir en Filgua y adquirir obras que respondan a las necesidades de las comunidades para actualizar su colección o para reponer los libros dañados o robados. Asimismo, capacita a voluntarios y bibliotecarios y hace visitas de acompañamiento. También ofrece el 80% de la construcción del edificio.

Cada biblioteca recibe una colección de mil libros impresos, cinco computadoras, impresora, fotocopiadora, equipo de sonido, proyector digital y una serie de juegos educativos. Igualmente, el mobiliario, para brindar servicios de calidad. Desde el 2020, se creó la biblioteca digital, expone Alcaide. Los líderes voluntarios de las comunidades administran y gestionan fondos para la biblioteca y contribuyen con tiempo de trabajo voluntario. La municipalidad se compromete a cubrir los costos operativos de la biblioteca, como salario del bibliotecario, pago de servicios y conectividad a internet.

“El aporte económico de los gobiernos locales es importante en la sostenibilidad de la biblioteca”, puntualiza Alcaide.

Eyrin Santos, profesor de 27 años, ha sido lector frecuente y líder juvenil de la biblioteca Fuente de Sabiduría, en San Carlos Sija, Quetzaltenango. Desde niño, llegaba por las tardes para hacer investigaciones académicas y por el placer de leer. Mediante la Fundación Reicken, los líderes imparten talleres, charlas y capacitaciones para el desarrollo integral de niños y jóvenes de la comunidad, para “que tomen buenas decisiones para su vida”.

Eyrin Santos (izq.) imparte talleres educacionales en la biblioteca Fuente de Sabiduría, en San Carlos Sija. (Foto Prensa Libre, cortesía de Eyrin Santos)

Antes, recuerda, la biblioteca era visitada por estudiantes; ahora, llegan personas de todas las edades. Santos, que estudia un curso para ser piloto privado de avión, asevera que el desempeño escolar de los niños de su comunidad está más avanzado que el de otras donde no hay biblioteca.

Jenny Chen, de 21 años y lectora frecuente de la Biblioteca Gabriela Mistral, en San Juan Chamelco, Alta Verapaz, desde los 15, es líder juvenil que organiza actividades para promover la lectura. “Nuestra biblioteca, además de ser un lugar de investigación, es un espacio seguro para niños, jóvenes y adultos para recrearse de diferentes maneras”, dice Chen, quien cursa el cuarto semestre de Ciencias Jurídicas y Sociales en la Usac. “Haber adquirido el hábito de la lectura es el más bonito de mi vida, además de que me ayuda en mis estudios”, destaca.

Brenda Lemus Gordillo, de la asociación sin fines de lucro Yo’o Guatemala y fundadora de la Biblioteca Municipal Bernardo Lemus, en Purulhá, Baja Verapaz, en el 2012, aunque se abrió un año después, explica que, además del préstamo de libros, en ese espacio se brindan tutorías escolares y se donan útiles a cambio de trabajo comunitario, como recolección de desechos no reciclables que se usan para hacer ecoladrillos. También se inscribió a varios alumnos en un centro de educación a distancia para recibir clases en línea. Los libros de su colección fueron donados por voluntarios, amigos de la biblioteca y editoriales.

Los niños que más libros leen son premiados cada año con un viaje a la capital para visitar Filgua, con todos los gastos pagados, y se les dan fondos para que compren su primer libro propio. “Los menores que visitan la biblioteca mejoran su rendimiento escolar, su desarrollo personal y familiar y su calidad de vida. Se registra menos deserción escolar y tienen mejores oportunidades de trabajo”, asegura. Jóvenes líderes dirigen los programas de la biblioteca.

Programa para promover la lectura en la niñez de la Biblioteca Bernardo Lemus, en Purulhá, Baja Verapaz. Foto Prensa Libre, cortesía de Biblioteca Bernardo Lemus)

“Es un centro de convergencia comunitario, donde todos nos apoyamos. Es una biblioteca viva y no solo un centro de documentación”, destaca Lemus, quien pide no donar libros, porque ya no tienen espacio físico para más. “El reto es encontrar personas que quieran ser voluntarios, de tiempo completo”, asevera.

En opinión de Santa Cruz, las bibliotecas comunitarias no tienen presupuesto y “no reciben el apoyo municipal, departamental o nacional”, por lo que son auspiciadas por las comunidades, por iniciativa de alguna persona o institución. “Hay personas que piensan que donar libros es tirar lo que no sirve, por lo que hay que hacer una buena selección de lo que se va a donar. El personal que se hace cargo de ellas apenas tiene tiempo para atender la gran demanda de estudiantes que llegan a investigar para sus tareas. La mayoría de usuarios que viven en zonas de alta vulnerabilidad social que acuden a ellas no tiene dispositivo digital —computadora o teléfono inteligente— ni conectividad y, a veces, ni energía eléctrica. Para ellos, un libro es un tesoro”, expone Santa Cruz.

Roberto Orellana, coordinador y fundador de la Red de Bibliotecas Comunitarias, refiere que su iniciativa de voluntariado inició hace 18 años, cuando rehabilitaron una biblioteca que quedó soterrada en San Lucas Tolimán, Sololá, de la que se perdieron todos los libros. A partir de ese suceso, han apoyado a unas 15 bibliotecas, al incentivar a los encargados de estas, moralmente, para que mantengan el esfuerzo de ofrecer sus servicios a la comunidad o para que establezcan una, si no la tienen. Además, gestionan libros nuevos y usados para donárselos y se encargan de organizar talleres o eventos.

“Más allá de la lectura, estos espacios generan intercambio entre los pobladores, brindan esparcimiento, están abiertos a la cultura y promoción de la identidad. Conocemos a universitarios que iban desde pequeños a la biblioteca y participaban en sus actividades”, indica. “Las bibliotecas dejaron de ser aquellos lugares donde no se podía hablar o reír. Ahora, si el usuario lo desea, puede platicar, compartir y jugar. En la biblioteca de la escuela de la aldea Lo de Mejía, San Juan Sacatepéquez, se ha establecido que los alumnos de cada salón deben elegir un libro y leerlo una hora a la semana”, expone Orellana.

“Tengo esperanza de que las nuevas autoridades impulsen un auge de las bibliotecas y centros culturales a nivel comunitario, porque en la actualidad no se les da la importancia debida y se priorizan otros espacios”, manifiesta, y refiere que el lema de dicha red es “liberemos el conocimiento”. “Si cada comunidad tuviera su biblioteca, tendría autonomía al conocimiento universal, sin necesidad de electricidad, internet o dispositivos”, señala.

Sesión de estimulación temprana, en la biblioteca Fuente de Sabiduría, en San Carlos Sija. Quetzaltenango. (Foto Prensa Libre, cortesía de Fundación Riecken)

Retos

Uno de los grandes retos es la sostenibilidad de las bibliotecas en todo aspecto, como instalaciones apropiadas, recurso humano con el perfil bibliotecológico, financiamiento, apoyo gubernamental, creación de espacios abiertos a la sociedad y tecnología eficiente, expresa Cabrera. También es importante implementar una red de bibliotecas sostenibles y preservar el patrimonio cultural e intelectual.

“Las bibliotecas deben actualizar sus fondos documentales y ofrecer opciones virtuales y digitales a los usuarios y proveerles la información en formatos accesibles tanto remota como presencialmente”, indica Matute. Estas últimas herramientas virtuales fueron fundamentales durante la pandemia y pospandemia.

Las bibliotecas comunitarias, por su parte, deben enfrentar la falta de voluntarios y de personal capacitado que estén dispuestos a ayudar con la distribución de los libros y a participar en los programas educativos, así como la dependencia de las donaciones o de patrocinios, ubicación adecuada para establecerlas y sostenibilidad a largo plazo”, señala Montenegro. “Después de la pandemia, el contexto educativo se adaptó a las nuevas necesidades de los estudiantes y esto ha demeritado el uso de las bibliotecas y su importancia en la sociedad”, comenta.

Matute destaca que el año pasado se presentó una iniciativa de la ley del libro y bibliotecas en Guatemala, y su reglamento, los cuales deben ser aprobados. “Es importante sensibilizar a la población de que las bibliotecas públicas constituyen el corazón de una comunidad, por lo que deben funcionar como centros culturales, centros de memoria y de identidad cultural”, dice.

Pequeños usuarios de la biblioteca de la escuela de la aldea La Curvina, Chiquimulilla, Santa Rosa, que recibe apoyo de la Red de Bibliotecas Comunitarias. (Foto Prensa Libre, cortesía de Roberto Orellana)

“La necesidad de bibliotecas es latente, pero no siempre se encuentran personas que acepten el reto de instalarlas y hacerlas funcionar. Se necesita, a nivel nacional, un sistema de bibliotecas que pueda garantizar su sostenibilidad y solidez”, dice Santa Cruz, también directora de la biblioteca del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, única en su temática.

“Los profesionales de las bibliotecas debemos saber abogar ante autoridades, tomadores de decisiones y otros actores. No todo el mundo entiende por igual el valor de las bibliotecas en la sociedad. Sin duda, el reto es mostrar el potencial y valor de las bibliotecas, al ofrecer datos cuantitativos y cualitativos de las mismas fuera del sector profesional y a las entidades políticas y del Gobierno”, puntualiza Alcaide.

Origen de la primera biblioteca

Taller impartido en la Biblioteca Nacional Luis Cardoza y Aragón. (Foto Prensa Libre, cortesía de BIblioteca Nacional)
  • Hay evidencias de que la Universidad de San Carlos de Guatemala, así como otras instituciones, tenían colecciones de libros.
  • Sin embargo, la Biblioteca Nacional de Guatemala Luis Cardoza y Aragón fue la primera de ellas, fundada el 18 de octubre de 1879, durante el gobierno de Justo Rufino Barrios.
  • El decreto de su fundación se refiere a una biblioteca pública; no obstante, a partir del 29 de octubre de 1879, se le empezó a llamar Biblioteca Nacional, inaugurada el 24 de junio de 1880.
  • La Dirección General de Bibliotecas estuvo a cargo del profesor Gonzalo Dardón Córdova, especializado en esa materia.
  • Durante el gobierno de Ramiro de León Carpio (1993-1996), el ministro de Cultura y Deportes canceló las plazas de los bibliotecarios departamentales y de zona y, por ende, las bibliotecas, en agosto de 1994.
  • Las colecciones, el mobiliario y el equipo de algunas se donaron a municipalidades o se entregaron a la Biblioteca Nacional. En otros casos, simplemente se abandonaron a su suerte, perdiéndose valiosos bienes para la población.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.