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En el Viejo Continente las cuarentenas, si bien es cierto se impusieron cuando la enfermedad ya golpeaba fuerte, cumplieron el objetivo de aplanar la curva de contagios, y cuando esto ocurrió comenzaron a flexibilizarse las medidas.
En el caso de Guatemala, al analizar las cifras de movilidad de Facebook, se nota que las restricciones más fuertes a la movilidad ocurrieron durante los primeros días de abril —el día 6 fue el de menor flujo de personas—, sin embargo, los contagios en esos días apenas sumaron 34.
El objetivo de estos confinamientos fue disminuir los contagios de covid-19 para no saturar la capacidad de los sistemas de salud, a través de medidas que incluyeron el distanciamiento y aislamiento social, el cierre de fronteras, restricciones vehiculares y control de la libertad de los ciudadanos.
Los registros de movilidad de dicha red social revelan que desde finales de mayo fue notorio que muchos guatemaltecos comenzaron a tomar las calles y a ignorar los confinamientos.
De hecho, los embotellamientos vehiculares comenzaron a ser más recurrentes y desde entonces decenas de personas han sido capturadas, no solo por violar el toque de queda, sino por participar en fiestas clandestinas.
Asimismo, los contagios comenzaron a subir constantemente desde el 18 de mayo hasta alcanzar el pico más alto el 3 de julio. Con altibajos, esta cima se mantuvo hasta mediados de agosto, con cifras máximas que fluctuaron de mil 200 a mil 329 casos diarios.
Fue entonces cuando el Gobierno suavizó las medidas para evitar que el descalabro económico fuera mayor.
En conclusión, mientras en Europa los encierros se utilizaron para minimizar los contagios y al ocurrir esto se comenzaron a liberar las medidas, en Guatemala sucedió que a mayor movilidad más casos positivos.
¿Qué pasó?
Expertos creen que los números evidencian que la efectividad del encierro no fue la deseada por los gobiernos de la región —el patrón de Guatemala prácticamente es el mismo en América Latina— y que la diferencia con Europa está relacionada a las condiciones sociales y económica de los países.
Dicho de otra forma la estrategia de confinamiento tuvo mejores resultados en los países europeos ya que están más desarrollados. En ese sentido, el Índice de Progreso Social 2020 sitúa a esos países con un promedio de 81.36 sobre 100 puntos, mientras que a América Latina en el mismo indicador alcanza el 70.42.
Los expertos cuestionan que, en el mejor de los casos, la disminución de la movilidad en América Latina solo disminuyó la velocidad del contagio a un costo económico muy grande.
Jaime García, investigador del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae), detalló que las condiciones de las viviendas, la educación, la informalidad laboral, e incluso el estado de derecho y la confianza en las instituciones de gobierno son factores que incidieron en la capacidad de mitigar o no la pandemia a través de los encierros.
A estos se agregan, la inclusión de los servicios de salud, la calidad y cobertura de la infraestructura digital, el saneamiento y acceso a energía.
¿El encierro fue prematuro?
Al tratar de explicar por qué el confinamiento no dio los resultados esperados en los países latinoamericanos, García comenta que muchos gobiernos restringieron la movilidad sin tener la capacidad de rastreo o de hacer pruebas, como sí la tenían países europeos, asiáticos, e incluso Oceanía y Canadá.
“Queda la sensación de que nos guardamos con un número de contagios muy pequeño o sin saber de qué tamaño era el problema”, subrayó el investigador.
Añade que, después no se generaron las condiciones adecuadas para una apertura ordenada lo que, sumado a las características de nuestros países, como el empleo informal, malos sistemas de transporte y urbanizaciones irregulares produjo un aumento acelerado de contagios.
Los gobiernos, a consideración de García, abordaron la pandemia como un problema de corto plazo para el cual el comportamiento individual no es tan determinante. Es decir, “no adaptaron las estrategias a las condiciones socio económicas de nuestros países”.
Adicionalmente no se impulsaron medidas que permitieran a la estrategia del confinamiento tener éxito; por ejemplo, el rastreo de contactos, campañas de información a nivel comunitario que cambiaran el comportamiento, mejorar los sistemas de salud y la transparencia e implementación de datos abiertos.
Otro aspecto del que adolecieron los gobiernos fue el proteger rápidamente a las poblaciones con mayor vulnerabilidad mediante el apoyo económico puesto que estas no pudieron soportar los efectos de la pandemia y se vieron forzados a salir a trabajar.
García destacó que países con un nivel socioeconómico similar al de Guatemala, como Tailandia o Vietnam, les fue mejor lo cual demuestra que “más que un problema de recursos ha sido un problema de estrategia y eficiencia en la implementación”.
“No debió ser la única parte de la estrategia —el encierro—, sino un complemento para desarrollar otro tipo de estrategias que, con base en los datos de la pandemia, los perfiles de los contagiados y su distribución geográfica generen respuestas que modifiquen comportamientos y se implementen protocolos de seguridad para una reactivación económica segura”, aseveró el experto.
Expuso que, aunque los pronósticos sobre el crecimiento económico ya de por sí oscuros en Centroamérica, podrían empeorar si en el fin de año la pandemia se sale de control.
Varios factores
A juicio del epidemiólogo José Ortiz la restricción a la movilidad no solo debió haber sido más estricta para que alcanzara el 90% mínimo para controlar una pandemia, sino que debió haberse implementado desde un inicio, ya que la idea era cortar la transmisión; sin embargo, cuando el encierro comenzó a hacerse más intenso “ya se había propagado a los departamentos”.
“Fue una medio reducción con un endurecimiento de las medidas que afectaron a la economía y que al final no tuvieron ningún resultado”, cuestiona Ortiz.
Coincide con García al aseverar que la estrategia del confinamiento se adoptó “a ciegas y sin ninguna evidencia” puesto que debió haber sido acompañada con la instalación de centros de cuarentena para evitar que los pacientes leves y asintomáticos contagiaran a más personas en sus casas, una cantidad suficiente de pruebas y un rastreo activo de casos.
“Somos malos imitadores, quisimos hacer lo que hizo China, pero se planteó al revés. Las medidas estrictas debieron ser desde un inicio y por seis semanas, luego se endurecieron, pero ya demasiado tarde porque el virus ya se había esparcido”, criticó Ortiz.