Esta institución técnico-científica, que dentro de tres años cumplirá el medio siglo de creación, genera y difunde información geocientífica mediante la recolección y procesamiento de datos, con el fin de optimizar las actividades del sector productivo, asociadas a las ciencias atmosféricas, geofísicas e hidrológicas.
Como consecuencia del terremoto del 4 de febrero de 1976 surgió la necesidad de crear el Insivumeh, el cual se integró en aquel entonces por especialistas del Ministerio de Agricultura, del Instituto Geográfico Militar y de la Fuerza Aérea Guatemalteca. Los tres departamentos de investigación del Insivumeh son Servicios Meteorológicos, Servicios Geofísicos y Servicios Hídricos.
Debido a que no hay carreras para profesionalizarse en Meteorología o Sismología, la mayoría de profesionales que procesan la información de estas áreas son matemáticos, físicos o programadores.
Meteorología
Este departamento se subdivide en Climatología y Aplicaciones, Meteorología Aeronáutica y Centro Nacional de Pronósticos.
En todo el territorio se encuentran distribuidas 83 estaciones o parcelas meteorológicas que generan datos precisos de la temperatura máxima, media y mínima, humedad, presión atmosférica, velocidad e intensidad del viento, radiación solar y volumen de precipitación, los cuales son procesados por especialistas en Meteorología, quienes elaboran análisis y modelos numéricos para predecir el clima en el corto, mediano y largo plazo, mediante el mapeo de diferentes variables climáticas, expone Luis Tun, coordinador de la sección de Aplicaciones Climáticas.
Las estaciones pueden ser convencionales y automáticas. Estas últimas no requieren de una persona que las monitoree, pues están conectadas a un servidor al cual suben los datos que son consultados y procesados por los especialistas.
Cada estación tiene instrumentos que miden diversas variables como pluviómetro —registra el volumen de precipitaciones—, termómetros y anemómetro —registra la velocidad del viento—.
Tun explica que tienen convenios con otras instituciones que cuentan con sus propias estaciones meteorológicas, las cuales les comparten la información obtenida en estas.
Los pronósticos pueden ser para el corto, mediano y largo plazo y se emplean diferentes metodologías con ese fin. La sección de Meteorología hace pronósticos para horas o días, a través de modelos numéricos, al tomar en cuenta las condiciones actuales del clima. La sección de Aplicaciones Climáticas se utiliza para el mediano plazo, desde un mes hasta un año, con base en fenómenos o teleconexiones climáticas que ocurren en los océanos y condicionan el clima por varios meses, como El Niño, en el Pacífico.
En la sección de Cambio Climático se elaboran proyecciones para 10, 20, 30 o 50 años, a partir de la información que se registra en las estaciones, además de la que obtienen de los satélites que captan datos a nivel global.
Cuando los encargados de climatología reciben los datos de las estaciones les aplican un control de calidad, para evitar errores. Esta información se basa en estándares de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
La información generada es fundamental para la toma de decisiones en actividades como la agricultura, la construcción, el turismo y la gestión de desastres. Asimismo, se emiten alertas tempranas ante fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, tormentas o sequías.
El meteorólogo César George, que labora en el Insivumeh desde 1979, indica que la única oficina fuera de la sede central es la de Meteorología Aeronáutica, ubicada en la Dirección de Aeronáutica Civil, en el Aeropuerto Internacional La Aurora, que se encarga de monitorear las condiciones del clima y proporcionar esta información a pilotos que despegan de la terminal aérea.
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Por ejemplo, si un avión se dirige a Panamá se le brinda al piloto datos de las condiciones climáticas o fenómenos que encontrará durante su trayecto y en su destino final. También se le informa de aeropuertos alternos para poder aterrizar, en caso de emergencia.
George refiere que de acuerdo con los modelos climáticos, del 15 al 25 de abril inicia la temporada lluviosa en la bocacosta y suroccidente, y del 10 al 20 de mayo, en la capital. “Este año los climatólogos y meteorólogos nos encontramos a la expectativa, pues estamos saliendo del fenómeno La Niña, que se prolongó tres años, y por el momento estamos en condiciones neutrales. Los modelos apuntan a que El Niño podría gestarse entre junio y julio, que tiende a disminuir la lluvia”, explica George.
En el pasado, dice George, todos los países que pertenecen a la OMM tenían que ingresar información meteorológica en teletipos. De ahí obtenían datos de unas 400 estaciones, como dirección y velocidad del viento, presión atmosférica y temperatura ambiental. Esta información se ploteaba —diagramaba— en un mapa, donde el analista trazaba isobaras o líneas de presión atmosférica para hacer los pronósticos del clima, pues mientras más baje la presión, el clima será más cálido. Este mapa se hacía tres veces al día y en cada ocasión le llevaba al “ploteador” una hora y media en su desarrollo.
La generación de información comenzó a agilizarse en 1998, cuando comenzó a extenderse el uso del internet. En la actualidad, el trabajo se les ha facilitado de manera considerable, pues después de ese año generaban información a cada hora. En la actualidad es más rápida y fluida. De manera constante consultan los mapas satelitales de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), como se observa en el Centro de Monitoreo, que lleva el nombre de César George.
El Insivumeh, puntualiza, pertenece también al Comité Regional de Huracanes, con sede en Miami, y Guatemala participa, desde 1999, en el Foro de Clima Centroamericano, donde meteorólogos y climatólogos de los cinco países de la región se reúnen tres veces al año para compartir información sobre sus pronósticos y compararla.
Sismología
Este departamento se subdivide en Sismología, Vulcanología, y Geología y Geofísica. Por medio del uso de herramientas como sismómetros, GPS, satélites y análisis de datos geológicos se pueden medir y analizar las ondas sísmicas, el movimiento de la tierra y otros parámetros de eventos geofísicos peligrosos.
En los comienzos del Insivumeh las mediciones de sismogramas se elaboraban en papel, para lo cual se utilizaba un escalímetro y una lupa que llevaba a establecer el tiempo en el sismógrafo que rotaba, en el que cada milímetro equivalía a un segundo, indica Luis Alberto Arriola, técnico de Sismología.
Los datos se anotaban en una hoja de mediciones y se entregaban a una sección en la cual se perforaban en tarjetas, las cuales se llevaban al Ministerio de Finanzas, donde se encontraba una computadora del tamaño de una habitación que analizaba esas lecturas y que se imprimían en hojas de gran tamaño. Este proceso se repetía tres veces para obtener las tres lecturas de un evento, lo cual les llevaba un mes.
A principios de la década de 1990 los especialistas ya no tenían necesidad de perforar las tarjetas, sino que ingresaban los datos en un software facilitado por un proyecto de la Universidad de Bergen, en Noruega, recuerda Arriola. Este programa aún se utiliza, con versiones modernas, que permite hacer el análisis con mayor celeridad.
En la actualidad ya no se emplean sismógrafos, sino que los datos de las ondas sísmicas son registrados en las más de 50 estaciones sismológicas digitales en el país, y que son transmitidos hasta la sede del Insivumeh para el análisis respectivo. Con el apoyo de la tecnología, los datos detallados de los eventos se obtienen entre tres y cinco minutos.
Los componentes electrónicos de estas estaciones son dos sensores, uno que funciona como sismómetro —que mide la velocidad del suelo— y otro como acelerómetro —registra la aceleración del suelo—, el dispositivo que digitaliza la señal para poder ser transmitida y el sistema de energía. Estas deben ubicarse lejos de la actividad humana y animal. “Todos estos datos sirven para prevención, pues son utilizados por ingenieros, constructores y planificadores para conocer cómo se ha comportado el suelo con los eventos ocurridos y construir de manera apropiada y en lugares idóneos”, añade.
“La sismicidad es un fenómeno aleatorio que no se puede predecir. No hay temporada de sismos y no influye en su generación el frío o el calor, pues son fuerzas internas de la Tierra”, precisa Arriola, al hacer ver que es imposible saber dónde se está acumulando la energía, como algunos creen de manera errónea.
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Durante el 2022 se registraron 4 mil 558 sismos, 101 de ellos, sensibles. De enero al 9 de marzo fueron 1 mil 519, 29 de los cuales fueron sensibles. “En un país donde confluyen tres placas continentales es natural que se registren estos fenómenos mayores o menores. Los movimientos de velocidad promedio de una placa contra la otra es de 16 a 19 mm al año”, refiere Arriola, y que la zona de subducción en la costa del Pacífico es donde se registra el 80 por ciento de la sismicidad en el país. En la actualidad se registra una cifra más alta de sismos, pues ha aumentado el número de estaciones sismológicas.
La publicación de informes y programas educativos contribuyen a mantener a la población informada y preparada para enfrentar estos eventos naturales.
En la sección de Vulcanología se lleva a cabo el monitoreo de tres de los 25 volcanes activos del país: Santiaguito, de Fuego y Pacaya. Se emiten boletines diarios, así como especiales, cuando se registra alguna actividad inusual, y brinda recomendaciones en este último caso. Los datos se generan en las estaciones vulcanológicas —cuatro de ellas en el de Pacaya, ocho en el de Fuego y 14 en el Santiaguito—, por sensores remotos, además de la observación constante de los colosos.
En el antiguo Centro Sismológico José Vassaux, un búnker con instrumentos sismológicos que se utilizaban en el pasado, se observa el sismoscopio que osciló de manera extrema durante el terremoto de 1976.
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Hidrología
Este departamento se encarga de medir y analizar el volumen y calidad del agua en ríos, lagos y mantos acuíferos, así como de estudiar los procesos hidrológicos que se producen en el territorio nacional. Estos datos son significativos para asuntos relacionados con gestión del agua, prevención y mitigación de desastres naturales, vinculados con el líquido y para el diseño de proyectos de infraestructura hidráulica.
Dicho departamento se subdivide en Hidrología y Aplicaciones, Oceanografía, y Calidad del Agua y Aire.
“En la sección de Hidrología monitoreamos los ríos para determinar el cambio de caudales y niveles en puntos específicos. Esto significa que no se puede generalizar todo el cauce del río”, expone la técnica Giovanna Pérez. La información se emplea para monitorear los incrementos de nivel que pueden originar desbordes o inundaciones.
La información se obtiene de las 64 estaciones hidrológicas ubicadas en los ríos más importantes del país, donde hay una persona que hace la lectura de los niveles de la escala, de un metro de altura, todos los días y a ciertas horas, y la transmite a los especialistas en Hidrología, quienes procesan la información con modelos. Además, trazan mapas de saturación de suelos con el fin de establecer la capacidad de este para infiltrar el agua cuando llueve y tener indicios de inundación en ciertos puntos. El río más caudaloso es el Usumacinta.
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La sección emite tres boletines diarios de niveles y caudales. En temporada lluviosa o ciclónica los monitoreos se hacen con mayor frecuencia y se emiten boletines especiales.
También se hacen giras por todo el país para monitorear el comportamiento de los caudales de los ríos. La única sede fija para ese fin se ubica en Petén. “Esperamos pronto instalar estaciones automáticas para disponer de la información constante de niveles y de los caudales”, precisa Pérez, pues muchas estaciones del Instituto Nacional de Electrificación quedaron a cargo del Insivumeh y varias todavía funcionan.
En cuanto a la calidad del agua y aire, la técnica Ana Luisa Cruz explica que su sección monitorea los aspectos físico-químicos de los cuerpos de agua más importantes: ríos lagos y lagunas. Se emiten boletines mensuales, trimestrales, semestrales y anuales con la información obtenida del laboratorio, en los que se detallan los índices de contaminación. La información se obtiene en giras de campo mensuales en las cuales se recolectan muestras de agua superficiales con ciertas condiciones químicas. No se analizan aguas residuales ni subterráneas. El monitoreo de ríos se efectúa en temporada seca y lluviosa.
El inconveniente que a veces tienen es que ciertos cuerpos de agua son considerados sagrados por los pobladores e impiden a técnicos del Insivumeh tomar las muestras.
Cruz destaca que no efectúan análisis microbiológicos del agua, sino solo índices simplificados de su calidad, lo que da una idea bastante certera de qué uso se puede dar al agua: agricultura, ganadería, acuicultura, turismo o recreación.
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En la sección de Oceanografía se pronostican oleajes y mareas y se elabora el horario y calendario de salidas y puestas de sol y fases lunares, con información satelital y de las dos estaciones mareográficas del país, indica Pérez. Además, se trazan mapas de temperatura superficial del mar, concentración de clorofila y de marea roja, y brinda información sobre los eventos astronómicos del mes.
Es oportuno destacar, expresa Édgar Estrada, jefe de Comunicación del Insivumeh, que la información que allí se genera no tiene ningún costo y cualquier persona o entidad puede solicitarla al llenar un formulario en la página web, y se entrega en menos de 24 horas, lo cual ha agilizado y simplificado la gestión.
Todos los datos generados se entregan, en primera instancia, a la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, para la toma de decisiones que ayuden a salvaguardar a la población ante sismos, huracanes, inundaciones o erupciones volcánicas y, luego se difunden en la web y redes sociales del Insivumeh.
Primer observatorio
- Los monitoreos sismológicos comenzaron a efectuarse de forma sistémica en el país en 1909, cuando el ingeniero Claudio Urrutia trajo el primer sismógrafo, donado por la congregación de Jesuitas Norteamericanos.
- En la década de 1920 el presidente José María Orellana dispuso instalar un observatorio en la finca nacional La Aurora, el cual quedó adscrito al Ministerio de Comunicaciones desde entonces, como consta en archivos del Instituto Geográfico Nacional.
- El 15 de septiembre de 1925 comenzó a funcionar el Observatorio Nacional de Guatemala. La construcción de su edificio, de dos torres, estuvo a cargo del arquitecto Gustavo Novella. En este lugar se colocaron los primeros sismógrafos mecánicos.
- En 1970 se instalaron los primeros sismómetros electromagnéticos, a través de un convenio con el Servicio Geológico de Estados Unidos, para vigilar los volcanes activos, así como sismoscopios en la capital y otros puntos del territorio nacional.
- A causa del terremoto del 4 de febrero de 1976 el observatorio se convirtió en el Insivumeh, según acuerdo gubernativo del 26 de marzo de 1976. Su normativa de funcionamiento fue puests en vigencia el 13 de agosto de ese año, así como la Red Sismográfica Nacional.
- Durante la década de 1980 el Instituto Nacional de Electrificación instaló dos redes sismológicas en los proyectos hidroeléctricos Chixoy y Chulac. A finales de esa década se creó el Centro de Coordinación para la Prevención de Desastres Naturales en América Central para fortalecer los centros sismológicos en la región. Se adquirió el equipo y la tecnología adecuada para procesar de forma digital los registros sísmicos en Guatemala.
- También se estableció el comité coordinador de Hidrología y Meteorología, y después se creó el Departamento de Investigación y Servicios Hídricos, con el propósito de operar la red nacional de estaciones hidrológicas y procesar estudios regionales del comportamiento de parámetros hidrológicos.