La tradición panadera en el país se remonta a la época colonial y los “estilos” se deben en parte a que en 1690 el Ayuntamiento mandó que cada panadero “marcara” su pan para conocer a su fabricante en caso de falta de peso o calidad.
Claro, hay otras variables históricas e industriales que inciden, pero igual, el guatemalteco en el extranjero anhela, por años y hasta por décadas, aquella tarde de lluvia junto al poyo de la casa de pueblo cuando se compartía el final del día con una taza de café y una buena champurrada, que siempre alcanzaba para todos.