La estampa es tétrica y hay una cuestión en todo este asunto. ¿Por qué, en primer lugar, “quemamos” al diablo? ¿En qué momento el fuego es nocivo para aquel que habita en el infierno?
Al igual que el Carnaval y Halloween, la quema del diablo surge de lo supersticioso: preparar el clima para la subsiguiente fiesta religiosa, en este caso, la de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Se desconoce el origen exacto de la tradición; durante la época colonial no hubo un documento que explicara de esto, pero es probable que haya nacido alrededor de la proclamación del dogma de la Inmaculada (8 de diciembre de 1854). De este modo, la idea de la quema es básicamente “limpiarnos” de malos espíritus para entrar en el ciclo navideño, esto en un contexto donde el fuego es considerado un elemento purificador.
¿Cuántos guatemaltecos, ahora bien, tienen esto en mente al momento de quemar? A la vista de que la costumbre se opaca con los años, encontramos una pérdida de significado dentro de la nueva mentalidad social, y un choque contra la situación ambiental.
La tradición decae, eso sí. Y aunque es difícil asegurar que la gente ha entrado en conciencia, para algunos ecologistas al menos hay una nueva preocupación por los riesgos, principalmente los accidentes, aunque algunos queman su basura, sin considerar que en ella hay productos peligrosos que pueden ocasionar daños.
Además, muchos adultos dejan a los niños divertirse con el fuego, y con las calles ya escoltadas por ventas de cuetes (pirotecnia) y familiares, ¿qué muchachito travieso no querrá invitarlos a la fiesta?
Entonces, si buscamos motivos conscientes, hallamos que el significado, en efecto, se ha transformado en simple diversión para unos, y un auténtico negocio para otros.
En un artículo publicado en diciembre de 2015 en Prensa Libre, Miguel Álvarez, cronista de la ciudad, explicó que el origen de la devoción viene del simbolismo del fuego como elemento purificador en los ritos de muchas culturas.
El antecedente de esta tradición proviene del siglo XVII, con las luminarias, adornos festivos usados en celebraciones civiles y religiosas.
Una de las ocasiones en la que se encendían era en la víspera de la fiesta dedicada a la inmaculada concepción de la Virgen María, el 8 de diciembre, indicó Álvarez.
Las luminarias eran colocadas en edificios públicos, templos y casas de habitación de familias distinguidas. Era una época sin luz eléctrica. Los estratos populares comenzaron a utilizar objetos de fácil combustión que encontraban en sus viviendas, y pasaron a ser fogarones.
La tradición evolucionó en Guatemala
Con el paso de los años, esta tradición mantuvo su significado, pero el contexto social cambió y cobró dimensiones abrumadoras al aumentar la población y, por ende, la cantidad de fogatas, en las cuales se empezaron a incinerar materiales tóxicos, como plásticos, colchones o llantas.
Entonces, ¿tenemos una tradición en peligro de extinción? Al menos en su significado original, sí. Después de todo, quemamos papel, basura, tiempo y viejas ideas, pero ¿quién quema “al diablo” hoy?
Cada año la población ha tomado conciencia de la situación ambiental y de los efectos del dióxido de carbono que se libera. Además, protectores del ambiente indican que podría hacerse otra actividad y no quemar desechos.
De luminarias a quema del diablo
Mediados del siglo XVII
Las luminarias eran luces festivas que engalanaban celebraciones civiles o religiosas en España, especialmente cuando se conmemoraba un acontecimiento relacionado con la familia real.
1742
El 18 de diciembre se ordenó colocar faroles y adornos cuando se festejó el aniversario de nacimiento de Felipe V. En el siglo XIX, las luminarias se mantuvieron vigentes. En 1807 se usaron para festejar el cumpleaños de la reina.
Siglo XVIII
Se cree que en esta centuria se comenzaron a emplear las luminarias con sentido religioso en Guatemala, en la víspera del día de la Inmaculada Concepción (7 de diciembre).
1778
Al segundo año de establecida la Nueva Guatemala de la Asunción, el Ayuntamiento presentó inventario de la cera utilizada durante esta iluminación. Las luminarias se colocaban en edificios públicos, templos y casas de habitación. Su confección representaba gastos considerables, solo al alcance de la élite.
1821
El 7 de diciembre no solo era el día en que se encendían las luminarias. También se emplearon para festejar la Independencia, el 15 de septiembre de 1821 —en el acta se establecieron “tres días de iluminación”—, así como durante la fundación de la República, en 1847.
1871
Después de la Revolución Liberal se cree que decayó esta tradición, la cual se convirtió de un suceso oficial a un acontecimiento folclórico. Se le dejó de denominar luminaria y toma el nombre de quema del diablo.
Siglo XX
La costumbre comenzó a perder su sentido original y se transformó en una fiesta en la que se quema basura y desechos. Esto desencadenó críticas de ciertos sectores.
1990
En esta década surgió una solución para aplacar a los detractores: quemar piñatas con forma de diablo, para reducir la contaminación y evitar que se perdiera la costumbre. Se pueden adquirir de diferentes tamaños y estilos. El precio de las más grandes puede fluctuar entre Q600, y Q1 mil 500.