Esta institución fue fundada en 1972, con el objetivo de tratar la desnutrición de menores que se habían refugiado en las montañas con sus familias, debido al conflicto armado interno.
Acercamiento
En la actualidad, el problema continúa, pero las causas han cambiado. “En muchas ocasiones no es por la pobreza, sino porque los padres no saben cómo alimentar bien a sus hijos”, refiere Méndez.
“Y usted ¿qué le da de comer a sus hijos?, le pregunto a los padres, y me dicen: ‘Yo le doy su tortilla para que la pase chupando todo el día’. No saben que tienen otras necesidades y prefieren darles agua gaseosa o bolsitas de frituras”, dice la religiosa. La mayoría de esos niños no comen frutas ni verduras.
Muchos provienen de departamentos de la costa, cerca de ríos y del mar, y no consumen pescado. “A las madres les explico cómo hacer sopa con cabezas de pescado, el cual es rico en proteína y fósforo”, expone la directiva de ese centro nutricional.
La institución no solo se encarga de la recuperación de los pequeños, sino que cada domingo, cuando llegan los padres de estos a visitarlos, reciben talleres sobre cómo preparar menús nutritivos y apetitosos con productos de sus regiones. También se les enseña cómo evitar la infestación parasitaria.
Por problemas familiares, los padres no se preocupan por lo que comen sus hijos, si bajan de peso o si están vacunados, y estos llegan al centro referidos por trabajadores sociales de hospitales. Pero los obstáculos no terminan ahí, porque cuando los progenitores se niegan a entregar a sus hijos, entonces interviene la Procuraduría General de la Nación. “Hay padres que dicen: ‘con esa enfermedad vino, con esa enfermedad se va’, y no comprenden que la desnutrición es una consecuencia”, señala.
Penuria doble
Además del cuadro de desnutrición, casi todos los pequeños llegan con infecciones parasitarias, diarrea, llagas o neumonía, por lo que antes de comenzar con la recuperación alimentaria, son tratados de esas afecciones. “Si tienen parásitos, tienen anemia, y por eso no tienen apetito”, expone Méndez.
El tiempo de rehabilitación depende del grado de desnutrición, y puede ser de tres a ocho meses, así como de la edad, porque se recuperan más rápido los menores de 2 años. Sin embargo, hay reincidentes. “Una niña ha regresado tres veces porque la madre es viuda y tiene otros seis hijos, por lo que no se preocupa debidamente de ella. Además, vive en situación precaria. Las tres veces la niña ha venido como esqueleto”, refiere la directora.
El centro nutricional depende de donaciones de alimentos, ropa y pañales.
“¡Allí viene mamá Sor!”, gritan los niños mayores a la hora del almuerzo. Comen medallones de pollo, sofrito de verduras, incaparina y una mandarina, rodeados de amor.
| DONACIONES |
Toda ayuda cambia la vida de los niños.
Se reciben víveres, especialmente no perecederos; leche de fórmula, incaparina, así como antibióticos y vitaminas.
Son de suma utilidad los pañales desechables de varios tamaños, ya que se usan de 200 a 250 al día.
Los donativos de productos o en efectivo se pueden entregar en la 17 avenida 23-49, zona 11 capitalina, Hospital Hermano Pedro.
“Con los niños menores de 2 años se hacen maravillas. Se les borra la huella de la desnutrición”. Sor Berta Méndez Moreno
DATO
90 niños fueron atendidos en el 2014 en este centro nutricional.