La charla se da en un momento en que la población guatemalteca confía menos en las estadísticas oficiales y en el que estas se utilizan para definir los parámetros de reapertura económica. Además, semanas después de que el Ministerio de Salud reconociera que para las políticas actuales se basan en las proyecciones del censo que se levantó hace 18 años.
¿Por qué los datos abiertos son importantes en esta coyuntura?
Porque nos permite, por un lado, ir entendiendo cómo avanza el fenómeno y a comprender diferentes aspectos de la pandemia y sus efectos sobre la movilidad y cuestiones de salud; por ejemplo, que tan grave es la pandemia o la morbilidad en cierta población. También en qué zonas de las ciudades se transmite más o si las soluciones implementadas por los gobiernos están funcionando o no.
Por otro lado, si esta información se coloca al alcance de las personas, instituciones u organismos expertos en análisis de datos, estos pueden aportar soluciones. Entonces, no solo es entender lo que sucede con el covid-19, sino empoderar con datos recientes a otros actores sociales que pueden ayudar a mejorar la respuesta económica y de salud ante la crisis.
Los datos están al alcance de los gobiernos que son al final los tomadores de decisiones. ¿Pero en qué ayudan que todos tengan acceso a ellos?
Es que la pregunta es, si los gobiernos tienen la capacidad de análisis de datos o de cruces de información o generación de tecnologías para entender lo que está pasando. Por ejemplo, ningún gobierno tiene la capacidad de cálculo que puede tener Google o Facebook. En México, algunas universidades han ayudado a identificar mejor los perfiles de alto riesgo en esta pandemia, entonces se trata de aprovechar todo el conocimiento y capacidad que existe más allá de los gobiernos y que ahora en esta crisis complicada necesitamos incorporar. Aunque no toman las decisiones, sí nos pueden ayudar a generar soluciones que los gobiernos no pueden ver.
¿Cómo se encuentra la región en los distintos indicadores de datos abiertos?
De acuerdo con el Global Open Data Index —Indicador Mundial de Datos Abiertos— Brasil es el mejor de América Latina con la octava posición, México está en la posición 11. El mejor de América Central es El Salvador en el lugar 49, Guatemala en el lugar 56, Panamá en el lugar 61 y Costa Rica en el lugar 64. En otra iniciativa, la del Barómetro de Datos Abiertos, de una calificación de 0 a 100 puntos, Costa Rica tiene 31, Panamá 30, y Guatemala 26 puntos; mostrándose muy rezagados de los líderes latinoamericanos como México que tiene 69 puntos, Colombia, 52, y Brasil, 50.
¿Qué reflejan estos números de los países centroamericanos?
Que no invertimos lo suficiente en generar datos y que no estamos preocupados en cómo los publicamos. En el caso de Guatemala, uno revisa y se encuentra con que es común hallar información aun en —formato— PDF no necesariamente tabulada, o documentos que uno no puede trabajar en su computadora. Y si logra encontrar un documento en Excel no están las bases de datos, sino resúmenes o simplemente no halla el metadato, la fuente o la metodología que acompañe a las estadísticas.
¿La ausencia de datos abiertos, puede explicar las políticas erráticas de los gobiernos?
Lo que solemos hacer en nuestros países es que los datos de salud están en un lado y los de población en otro. Los datos de economía no le hablan a los de salud, los de salud no le hablan a los de educación. Cada institución divide al país como quiere, y aunque tengamos institutos de estadística, el resto de los organismos y entidades no necesariamente siguen los mismos criterios.
No nos preocupamos por articular esas estadísticas que produce el estado y no las transformamos en información que les dé sentido a esos datos, entonces si no generamos esa información no generamos conocimiento y si no tenemos conocimiento no podemos tomar decisiones basadas en datos.
¿También explica los malos manejos que han hecho algunos países en esta emergencia?
Exactamente, porque desconocemos la magnitud de las afectaciones de la pandemia. Aunque sepamos el número de personas que se contagian no sabemos el número que se queda sin empleo o el número de empresas que quiebran, o no conocemos si los cierres en algunas zonas han funcionado para disminuir los contagios o si el gasto del gobierno es representativo del éxito para controlar la pandemia. Si no tenemos datos no sabemos hacia dónde vamos, o si estamos bien o estamos mal.
En Guatemala las autoridades están utilizando las proyecciones del censo del 2002 porque la del censo 2018 no se han terminado. ¿Cómo ve eso?
Cuando se hace un censo y sale mal o con errores o no lo terminan estás dejando la mejor oportunidad que tiene el país para conocerse a si mismo y para generar datos que permitan tomar decisiones. Imagine que grave es, en términos de la pandemia, que no sabemos cuál es el denominador con el que estamos sacando las reglas para los semáforos, porque estamos tomando una tasa de incidencia de contagiados por 100 mil habitantes, pero para sacar esa regla yo necesito sacar la población y si mi población cambia o no es real voy a sobrestimar o subestimar las aperturas o cierres.
Entonces, el impacto que puede tener esto en términos económicos y sociales es altísimo.
¿Qué debe contener una información para ser considerada datos abiertos?
Deben ser completos y estar disponibles de forma completa, sin cortes, cálculos, o interpretaciones, respetando las normativas de privacidad y seguridad de acuerdo con las normativas nacionales. Deben ser granulares, es decir, estar ligados a la fuente de origen. Actualizados. Accesibles para la mayor cantidad de usuarios, y no son así cuando requieren formularios web o navegadores específicos para acceder a ellos.
Los datos también deben ser automatizables, incluyentes, que permitan el acceso anónimo. Estar en formatos libres y no deben contar con licencia de propiedad o sea no deben estar sujetos a ningún reglamento de derechos de autor, patente, marca registrada o secreto comercial.
¿Cómo creen que está Guatemala respecto a esto de los datos abiertos?
Guatemala es un caso particular, es uno de los países de Centroamérica más innovadores en tecnología. Ahora en términos de datos no avanzamos al mismo ritmo. Hace falta un gran esfuerzo de transparencia y articulación para entender que la información no es de la institución, sino un bien público. Hace falta aprender que los datos no son poder, sino una oportunidad para generar más valor ahí es donde Guatemala está muy rezagada. Los mejores sistemas de datos en Centroamérica empiezan con Costa Rica, El Salvador y Panamá, le sigue Guatemala. Honduras y Nicaragua están muy rezagados, pero en general todos los que mencioné están muy lejos de los líderes de la región.
¿Qué ejemplos han ocurrido en el mundo de la utilidad de contar con datos abiertos?
La universidad Johns Hopkins puso el más claro ejemplo de cómo compartir los datos y comunicarlos para que todo el mundo los pueda entender y usar. Hoy por hoy hay muchos gobiernos en donde no se pueden obtener datos, por ejemplo, de características de morbilidad, ahora no necesariamente se puede obtener esa información en los países centroamericanos para saber si se enferman más las personas con obesidad o diabetes o conocer que tantos niños han llegado a las unidades de cuidados intensivos o de qué ciudades alimentan más las camas de los hospitales, esos datos existen, pero en Centroamérica no necesariamente se comparten.
Usted menciona que los datos abiertos pueden ser el oro o el petróleo del siglo 21. ¿Qué significa esto?
La información es poder, pero también es negocio. Si se da cuenta en esta crisis económica los ganadores son Google, Facebook, Amazon… que van hacia arriba mientras que el resto de los sectores tradicionales vienen para abajo. Estas empresas lo que trabajan son datos e información, ninguno de nosotros paga por estar en ellas, pero son millonarias. Procesan la información y generan un valor para alguien y se la venden.