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Una nueva era educativa llega a las aulas universitarias

Experiencias y aprendizajes de las clases a distancia en las aulas guatemaltecas durante la pandemia, en la voz de las mismas universidades.

El covid-19 obligó a las universidades a acelerar el paso en la educación virtual, en un camino que ya habían comenzado. Imagen Prensa Libre ShutterStock

El covid-19 obligó a las universidades a acelerar el paso en la educación virtual, en un camino que ya habían comenzado. Imagen Prensa Libre ShutterStock

Cada universidad tiene su estructura, credo y metodología. Sin embargo, los grandes valores de buscar la excelencia académica y la formación de profesionales capaces de aportar innovación y valores constituyen el gran punto de confluencia.

La emergencia sanitaria por el coronavirus dejó vacías las aulas pero no las clases. A través de plataformas digitales se han continuado los cursos de todas las carreras. Dificultades, inconvenientes, descubrimientos y logros se han sucedido, tanto para estudiantes como para docentes.

Se pidió a decanos y docentes que relataran algunos detalles sobre cómo se han conducido en sus respectivas casas de estudio las actividades de enseñanza. En todas ellas, invariablemente hay un afán por elevar la calidad de la educación superior en el país, así como interesantes conceptos de reinvención académica y humana.

Docencia en la Usac con el distanciamiento social

Dr. Alberto García González, PhDDirector General de Docencia- Usac

En estos meses de emergencia global y local, la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) ha tenido que redoblar sus esfuerzos por brindar propuestas prácticas a los problemas nacionales. A pesar del confinamiento al que nos ha forzado la pandemia del nuevo coronavirus, la Usac ha continuado activa en la modalidad no presencial, por disposiciones, tanto del Gobierno Central como del Consejo Superior Universitario (CSU), de preservar el distanciamiento social.

El año pasado la administración del rector Murphy Paiz Recinos y el CSU aprobaron la Política de Educación a Distancia en Entornos Virtuales, en el punto séptimo, inciso 7.2, del acta 09- 2019 del Consejo Superior Universitario de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Derivado de ello ya se habían iniciado esfuerzos por fortalecer las actividades docentes no presenciales y semipresenciales, dirigidas por la Dirección General de Docencia (Diged), a través de la División de Educación a Distancia en Entornos Virtuales (Dedev). La pandemia obligó a todas las unidades académicas a adaptar sus contenidos teóricos, los cuales, en su mayoría, eran presenciales, al modo virtual.

La Diged, a través de la Dedev, inició el Plan de Contingencia de la Red de Apoyo Digital Docente (RADD), a partir del 16 de marzo del año en curso. Se iniciaron varias estrategias tecnológicas, uso de sistema de videoconferencias (clases en vivo) con Google Meet y Cisco Webex, y aulas virtuales con la plataforma Moodle a más de 30 unidades académicas. Se ha capacitado a 6 mil 383 docentes.

Se alquiló más espacio en la nube, lo que permite almacenar y acceder a datos y programas a través de internet, donde se alojan cursos de apoyo a la formación del docente, así como conferencias acerca de educación crítica y humanística. También con conferencias sobre pensamiento crítico y sobre problemas de la educación a distancia en tiempos de pandemia.

Sin embargo, tanto algunos docentes como estudiantes no estaban preparados, debido a las dos limitantes más relevantes: accesibilidad a la modalidad no presencial y capacitación tecnológica en el uso de las herramientas no presenciales. Estos dos aspectos hacen que los esfuerzos de la Usac no sean al 100 por ciento efectivas.

Las actividades presenciales no se darán por el resto del 2020; sin embargo, debemos continuar con la docencia en los entornos virtuales. Hemos atendido a los aspirantes que desean ingresar a la Universidad para el año 2021, por medio de pruebas en línea, a través de Orientación Vocacional y Sistema de Ubicación y Nivelación.

Así mismo, el Sr. rector, Murphy Paiz Recinos, a través del Sistema de Estudios de Posgrado, ha gestionado propuestas de maestrías y doctorados en línea. El proceso de enseñanza-aprendizaje debe ser flexible y amplio en las modalidades en su ejecución. La capacitación de los docentes debe ser permanente, utilizando las herramientas aprendidas y utilizar las que considere apropiadas al retornar a la presencialidad. Existen áreas del conocimiento que tienen prácticas presenciales, las cuales al momento no tienen sustituto. Deberán ser efectuadas al retorno de la presencialidad.

El retorno de la presencialidad, escalonada o gradualmente, dependerá de la cura o prevención del covid-19. Esperamos que nuestros estudiantes y docentes estén de nuevo en las instalaciones de las diferentes unidades académicas de la Usac, en condiciones de seguridad.

En suma, hemos aprendido a enfrentar la incertidumbre con inteligencia, creatividad y con sentido emocional apropiado. Las situaciones adversas producen adaptación.

Aún en el distanciamiento social recomendado, hemos estado comunicados los docentes, estudiantes y administrativos, a pesar de las limitaciones ya mencionadas de los medios tecnológicos.

La gran oportunidad

Por Bayardo Mejía Decano de la Facultad de Educación de la Universidad Galileo

En un aula cualquiera
Profesor: Bueno, jóvenes, deben leer de la página 124 a la 135 y hacer todos los ejercicios para poder discutir sobre ellos en la clase de la próxima semana.

Pero ya no hubo próxima semana, la escuela se cerró y todo cambió de forma inesperada. No sabíamos qué hacer, ni estudiantes ni docentes, ni las instituciones. Abruptamente la escuela cambió y rompió con paradigmas profundamente enraizados, se acabó el aula, ya no más escritorios ni pizarra del tipo que quieran pensarla. Se cerró la institución y la lucha por encontrar la solución al tema empezó. Ahora permítanme tratar de analizar qué pasó. ¿Qué está pasando y qué es lo que posiblemente pasará?

El aula se trasladó a casa para quienes tenían el instrumento apropiado: teléfono, tablet, computadora en cualquier versión; los problemas eran de otro tipo. No todos tenían cómo comunicarse, no tenían redes o cómo pagar el tiempo necesario de internet para estar conectados. En casa había tres estudiantes con una sola computadora, y los padres con ellos, tratando de suplir al maestro y haciendo trabajo de oficina desde el hogar.
Todas o casi todas las instituciones educativas de todos los niveles empezaron a buscar las mejores estrategias para no detener el año escolar o académico.

Existía una estructura curricular y había que respetarla, pero, ¿cómo transformar una educación planeada para el paradigma presencial con todas sus ventajas y desventajas? ¿Cómo cambiar el estilo usual, a pesar de que muchas instituciones ya estaban ensayando con la educación virtual y utilizándola para garantizar el aprendizaje? El sistema se vio forzado a buscar soluciones.

El problema era que no todos los maestros estaban preparados para utilizarla en la práctica docente y los alumnos tampoco tenían la habilidad necesaria. La gran mayoría tenía un teléfono y conexión a por lo menos una de las distintas redes sociales conocidas. Un buen porcentaje de hogares tenía por lo menos un computador y se inicia la aventura de modificar en cierta medida el modelo educativo. Una nueva forma de ver la educación aparece.

Los estudiantes pueden trabajar desde casa. Encontramos que podemos hacer las cosas de otra manera con iguales o mejores resultados en el aprendizaje.

Los maestros se entrenan y, por ensayo y error, aprenden de manera acelerada a utilizar nuevas herramientas. Claro que esto genera angustia y disgusto a muchas personas, al principio. ¿Cómo evitar trasladar la clase magistral a otra forma? El pensamiento se ve estimulado de otra manera, las fuentes de información para enriquecer un tema educativo aumentan y muchos encuentran la facilidad y dificultad para el acceso, pero esa búsqueda y angustia genera también nuevas actitudes, nuevas formas de pensamiento que favorece el aprendizaje cooperativo, pero también aísla para una mejor concentración en la pantalla. Su cuarto, que ya no es solo lugar de descanso y televisión, ahora es su entorno de aprendizaje.

La oportunidad para el Aprendizaje por competencias y la Teoría del Constructivismo se manifiesta claramente, tanto para fortalecerla como para entender qué se ha descuidado. A la par de esto, la angustia de lo que pasa en casa y en el país, la gente se enferma y todo esto también constituye un aprendizaje. La tolerancia aparece y debemos hacer vida esa actitud. La solidaridad también aparece y los escolares de todos los niveles ahora saben que si no vivimos esos valores, la sociedad no podrá sobrevivir como tal. Ahora los valores no son letra muerta, están más vivos que nunca.

La escuela tiene en sus manos una gran oportunidad para hacer realmente algo apropiado y nuevo, formar una mejor ciudadanía y mejores profesionales, fortaleciendo la honestidad, la empatía, la ética y el conocimiento.

La necesidad de autoaprender aparece y encontramos que no estamos listos para eso. El autoaprendizaje se convierte en una herramienta clave y los autodidactas encuentran un campo fértil para aprender y enseñar. La intimidad del hogar se ve trastornada y eso obliga a cambiar actitudes y formas de pensar. La escuela, como tal, tiene que cambiar para lograr enseñar. Los maestros, enseñando desde casa y al mismo tiempo apoyando a sus hijos para aprender. Ahora hay variados personajes en la cadena de aprendizaje: el maestro, el alumno, el amigo, el papá y quizás otros más.

Otro aspecto para considerar es que no todos tienen cómo comunicarse, muchos sin señal de internet en el teléfono, por falta de recursos; sin computadoras y sin conexión apropiada que llegue a los lugares donde viven: las diferencias se hacen más fuertes, más visibles, y constituyen un problema a resolver por parte de la sociedad, a través del Estado. Aparece la educación a distancia, que no es lo mismo que la virtual, y se hace necesario tener planes debidamente establecidos para desafiar la posibilidad de llegar a todos de diversas formas: la televisión, la radio, el periódico.

Es esta una gran oportunidad en medio de la tragedia para fortalecer el sistema educativo en todos los niveles. Me atrevo a pensar que el 85% de los docentes en el país han encontrado ya una manera de educar y formar.

Ya no podremos volver a la escuela de antes. Hoy la idea de reforma educativa se ha llenado de sentido.

De un momento a otro, las clases presenciales se interrumpieron. Foto tania1974 en Pixabay

Transformación total de cara al futuro

Por Juan Pablo Escobar Galo, Decano de Humanidades, URL

De forma rápida, demandante y sin tiempo de preparación, la pandemia causada por el covid-19 nos obligó a realizar cambios drásticos y urgentes en nuestros estilos de vida, en donde los procesos de educación superior no quedaron excluidos de dicha dinámica. De la noche a la mañana fue necesario dejar las aulas presenciales y dar paso al desarrollo de los modelos educativos a distancia o de forma no presencial. Aunque ya se realizaban varios procesos educativos bajo dicha modalidad y se tenían experiencias exitosas, no era el equivalente a la migración que la pandemia provocó.

La implementación de la educación a distancia con apoyo de la virtualidad nos ha revelado diversidad de aspectos que poco habíamos explorado en la práctica y que se convierten en aliados para potenciar el aprendizaje, pero hay tres aspectos que se vinculan con la implementación de los nuevos procesos educativos: el papel que juegan los estudiantes, el rol de la docencia y los cambios metodológicos implementados.

Los estudiantes, de acuerdo con un estudio de la Unesco desarrollado en el 2018, representan en Guatemala el 2.6 % de la población entre 18 a 26 años, una generación denominada “nativos digitales”. No obstante, el uso más continuo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en los procesos de formación universitaria ha revelado que los jóvenes tienden a hacer uso de las mismas más en actividades lúdicas, sociales o de entretención y en espacios de la vida laboral. Es decir, no siempre utilizaban las TIC de forma idónea en función de sus aprendizajes propios de la vida universitaria. Esto ha significado una gran oportunidad para educar en el uso adecuado de los medios informáticos en favor del aprendizaje significativo, logrando potenciar aún más la investigación, la creatividad y el autoaprendizaje.

Este aspecto se ha acentuado más en muchas comunidades del interior del país, en donde el acceso a internet es más limitado y en muchos casos casi nulo. Han sido impresionantes los esfuerzos que muchos alumnos han realizado para no abandonar sus estudios, ya sea por situaciones económicas, condiciones sociales o por poco acceso a la tecnología, un tema que tendremos que analizar como país si deseamos continuar potenciando dichos modelos educativos, ya que, de acuerdo con los objetivos de desarrollo sostenible establecidos por la ONU apuntando al 2030, se estableció que la educación es un eje fundamental para el desarrollo.

Frente a dicho panorama ha sido necesaria la actualización docente. En menos de tres días la Universidad Rafael Landívar logró dar continuidad a sus procesos formativos en una nueva modalidad, lo cual no fue fácil si analizamos que se atiende a más de 33 mil estudiantes en diversas regiones del país, desde los departamentos de Guatemala, Sacatepéquez, Escuintla, Zacapa, Jutiapa, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quetzaltenango y Quiché.

Unido a esto, durante más de tres semanas fue necesario actualizar, porque ya se utilizaban varios recursos y plataformas virtuales a los profesores, de forma rápida, intensiva y eficiente, en el uso de una serie de software; nuevas plataformas, recursos y medios informáticos que les permitieran asegurar los procesos de aprendizaje de sus estudiantes en la nueva modalidad, siendo muy claros en que la tecnología no es un fin en sí misma, sino un medio para garantizar el aprendizaje. Pero no era suficiente aprender de procesos informáticos y herramientas virtuales, ya que al caer en la cuenta de que un significativo grupo de la población estudiantil no goza de buena conexión informática en el desarrollo de actividades sincrónicas, fue necesario reforzar en el uso de procesos asincrónicos de aprendizaje. Cabe resaltar que, gracias a la actitud positiva, profesionalismo, compromiso y espíritu de servicio de la gran mayoría de los docentes landivarianos, ha sido posible continuar con el desarrollo de las clases en una nueva modalidad educativa, además de que la universidad ya contaba con las plataformas y recursos que dicho cambio exigía.

Para fortalecer el desarrollo de los procesos educativos asincrónicos fue necesario, luego de un diagnóstico, diseño e implementación de un proyecto piloto, brindar una serie de talleres docentes orientados a reforzar los conocimientos sobre la elaboración de guías de trabajo a distancia, las cuales permiten generar procesos de aprendizaje en aquellos estudiantes que tienen poca conectividad a internet. También ha sido necesario hacer uso del WhatsApp como herramienta pedagógica, porque requiere menos consumo de internet. Aunque pareciera que el WhatsApp es un medio poco didáctico, se ha trabajado en un proyecto serio y profundo para hacer del mismo una herramienta al servicio de la educación y que no sea únicamente una red de comunicación social.

En relación con la actualización de los procesos metodológicos, realmente la pandemia ha obligado a que concibamos los aspectos didáctico-pedagógicos de forma distinta. Siempre he creído que los procesos de aprendizaje significativo se desarrollan en el aula y ahora nos ha tocado garantizar que los mismos se desarrollen en el aula virtual, y eso se logra si seguimos apostando por el uso de metodologías educativas dinámicas, creativas e innovadoras que fomenten el pensamiento crítico, analítico, interdisciplinar, creativo y constructivo que propicien la investigación permanente.

De momento no hay una fórmula mágica de cómo formar desde la virtualidad, pero lo que ya no es posible es pretender que la antigua clase tradicional o magistral, bastante superada por varios educadores, se traslade al aula virtual. Nos ha tocado hacer uso más intensivo de la virtualidad, lo cual ha implicado un cambio drástico en la educación superior que aún no logramos digerir, aunque poco a poco aprendemos a manejar de mejor forma la situación, tanto en lo sincrónico como en lo asincrónico, sin perder la calidad de los procesos educativos.

¿Educar en la virtualidad debe ser ahora el ideal para la educación superior? Considero que no en su totalidad. En lo personal, apostaría por un modelo mixto, el cual llamaría de momento “híbrido”.

Es decir, continuar el proceso educativo con los beneficios que hemos descubierto hasta el día de hoy en la educación a distancia, sin olvidar las virtudes y ventajas que proporciona la presencialidad, tales como: el desarrollo de algunos cursos puramente prácticos, más específicos para ciertas disciplinas, la necesidad de no olvidar los procesos de socialización y el cuido del contacto humano, no virtual, que permite mayor cercanía a la relación profesor-alumno. Es prematuro predecir cuál será el futuro de la educación superior luego de esta pandemia, pero lo que es indudable es que hemos aprendido en pocos meses lo que no habíamos aprendido en muchos años.

La educación en los tiempos del covid-19

Por Luis Alfredo Aguilar, catedrático universitario

El título de este artículo hace referencia a una genial obra del escritor colombiano Gabriel García Márquez, y muestra que siempre la realidad supera a la ficción. Un virus ha logrado modificar el mundo y a los seres humanos tan rápidamente que es la envidia de Buda, Jesús, Mahoma o de cualquier dios; un éxito de mercadeo global sin parámetros de comparación. Aparte también ha puesto en jaque los cimientos del orgullo tecnológico de la generación 2.0.

Uno de los fundamentales cambios que esta terrible enfermedad ha provocado está en la educación. Esta pandemia modificó y unificó la enseñanza. La inmediata y genial respuesta del sistema educativo fue trasladar las clases a la virtualidad. Maestros, directores, dueños de colegios y de universidades merecen un reconocimiento porque su respuesta fue valiente —ayudados por un aparato tecnológico educativo que ya tenía establecidas muchas de las herramientas y recursos de trabajo—.

Tanto alumnos como maestros fueron llevados a las trincheras y la academia ha logrado ser una de las pocas actividades humanas triunfadoras ante esta devastadora pandemia. Como todas, estas batallas no han sido perfectas y hay muchos problemas para resolver. Aclaro, hablo desde la perspectiva de un docente que tiene alumnos con la posibilidad de acceder a internet. En el caso de la educación pública, en Guatemala y el mundo, la realidad es totalmente otra —no escapó al atraso y subdesarrollo de la mayoría de nuestra sociedad—.

Establecido ya mi punto de partida para hablar de educación y pandemia, tengo claro que la enseñanza virtual se va a quedar —no es una moda pasajera— por muchas razones. Para las grandes empresas educativas ha mostrado ser rentable y práctica —no hay gastos de agua, luz, teléfono, internet, materiales de trabajo, etc.— Su clientela objetiva —los estudiantes y padres de familia— también ha visto interesantes posibilidades educativas y de comodidad en este tipo de enseñanza. Solo queda como consejo que establezcan un severo control académico para velar por la calidad de la enseñanza que se les brinda a los alumnos, velar por la capacitación constante a sus docentes y mantener un equipo de herramientas educativas accesibles a alumnos, padres y docentes. Buscar y establecer alianzas estratégicas con las grandes empresas operadoras de internet para que esta básica herramienta de trabajo no sea una dificultad, sino una ayuda a alumnos, padres y maestros —especialmente en calidad y costos—.

Para los maestros, la enseñanza virtual significó un obligado cambio de paradigma. Su trabajo, valentía y creatividad deben ser reconocidos por autoridades, padres de familia y alumnos. Los docentes han absorbido los gastos de agua, luz, teléfono, internet, computadora, materiales de trabajo y un enorme etcétera que trajo consigo la educación virtual —y en muchos casos, de ellos y de sus hijos—. Muchos docentes ya estaban capacitados para este tipo de enseñanza, ya había experiencias previas —algunas muy interesantes— de educación a distancia y virtual.

Todo docente, está obligado a mantener y buscar su capacitación constante para poder lograr sus metas, fines y objetivos —fundamentalmente su compromiso de vida y vocación con sus alumnos y para conseguir un mundo mejor—. “La mejor forma de aprender es enseñar”, este principio no cambia.

La educación es contagiosa

Por Carmen Rodríguez, directora del Departamento de Formación Continua, Universidad Francisco Marroquín

Desde que tenemos acceso a un celular, internet y Google, lo más importante no es lo que sabemos, sino lo que podemos hacer con la información que tenemos. Lo difícil es saber discernir entre verdadero y falso, hacer grandes preguntas, analizar la información con un ojo crítico, formular opiniones independientes, colaborar y comunicarnos de forma efectiva.

El coronavirus aceleró el proceso de cambio en la educación porque nos hizo cuestionar cómo aprendemos mejor y por qué seguimos usando las prácticas pedagógicas de hace más de 500 años. La inercia, el miedo al fracaso y el “cómo se ha hecho siempre” limitaban nuestra capacidad de aprender y experimentar en el aula.

En la Universidad Francisco Marroquín, un buen número de profesores llevaban años implementando metodologías de aprendizaje activo, como el diálogo socrático, el Team-Based Learning y el aprendizaje basado en proyectos y en problemas. Como valiente respuesta ante el covid-19, nuevos profesores y estudiantes se sumaron a la experimentación, el uso de tecnología en el aula y al aprendizaje activo.

Como dice Michael Oakeshott en La Voz del Aprendizaje Liberal: “Cada ser humano es una historia, y crea esa historia por sí mismo por la forma en que responde a las vicisitudes que encuentra en su vida”. Necesitamos equipar a las generaciones futuras con la adaptabilidad, flexibilidad, capacidad de análisis y pensamiento crítico necesario para enfrentar retos e incertidumbre. Además, hace falta tener una comunidad de personas con las que aprendemos.

El juego de roles, los casos, diálogos y el aprendizaje por medio de proyectos nos permitieron adaptar las actividades de clase a la situación actual y aprovechar la coyuntura que vivimos para enseñar partiendo de una situación y problemas reales. Estas metodologías preparan a los alumnos para que puedan afrontar y adaptarse ante cualquier reto.

La clave está en aprender a aprender, aprender a ser, y aprender a hacer.

Un ejemplo de las experiencias de aprendizaje en línea de la UFM fue el curso de Sociedades Mercantiles de la Facultad de Derecho. En ella se celebró una Asamblea de Accionistas de una Sociedad de forma virtual. Esto permitió a los alumnos abordar las últimas reformas al Código de Comercio de Guatemala.

Lo mejor para los alumnos fue que aprendieron viviendo una asamblea tal y como lo es en la realidad. Para llevar a cabo esta actividad se utilizó una escritura real de una sociedad y la clase se dividió en grupos de accionistas y conformantes del órgano de administración.

No hace falta inventar proyectos y problemas para una clase. El mundo nos presenta una serie de problemas complejos que permiten que los estudiantes y profesores colaboren en proyectos interdisciplinarios, busquen soluciones y que juntos co-creen prototipos reales para solucionar estos retos. Nada hace más relevante un curso que su aplicación en el mundo real.

Con este fin en mente y aprovechando que la tecnología derriba barreras y fronteras, la UFM creó una alianza con el Make Impact Consortium del Massachusetts Institute of Technology, que lanzó el covid-19 Design Challenge para idear y diseñar soluciones ante los retos que tendremos que afrontar durante la reapertura de la sociedad. Un equipo de estudiantes del CoLAB de la UFM participó en el reto, sobre el que Abigail Monroy, estudiante de Administración de Empresas en la Facultad de Ciencias Económicas, comentó: “Fue una experiencia que recordaré con alegría y entusiasmo. No solamente porque se llevó a cabo durante la cuarentena provocada por el covid-19, sino porque logró ampliar mi experiencia educativa en la universidad y me permitió conocer a personas increíbles y talentosas que ahora puedo decir que se han vuelto mis amigos”.

Covid-19 fue la oportunidad perfecta (para todos) de permanecer flexibles, alertas, despiertos y continuar aprendiendo, celebrando y reflexionando sobre la importancia de la libertad. Esta pandemia nos permitió aceptar la responsabilidad del cambio. Desde el personal que planificó la logística, los docentes que migraron a clases en línea en 48 horas, a los estudiantes que optaron por sacar el máximo provecho de esto y seguir aprendiendo. El tesoro más grande que tiene una universidad es la curiosidad y el interés de su comunidad educativa por innovar y mejorar el aprendizaje.

Compartimos nuestra caja de herramientas para el aprendizaje y te invitamos a visitarla en: formacioncontinua.ufm.edu

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