¿Cómo definirían ustedes este año, sobre todo a partir de abril?
Aldana: Es difícil definir lo que sucedió en Guatemala, por lo menos para mí. Se puede definir como un despertar de Guatemala. Por muchos años, décadas, la corrupción estaba en silencio y ya era parte de nuestra cultura; realmente estaba arraigada. Lo que sucedió fue un cambio abismal, es otra la cultura que se está empezando a formar.
Velásquez: Creo que la definición de todo es, como lo dijo la Fiscal, el despertar de un país. La expresión de indignación, pero también la participación que eso generó. Creo que sí se puede señalar el principio de una transformación en el país, y digo que es el principio porque creo que hay que poner los pies sobre la tierra. No creer que ya esto se transformó. Es un inicio muy importante, con acciones posteriores desde las propias sociedades, de la justicia. Es efectivamente el fin de una época de corrupción.
¿Qué significó para ustedes procesar a los dos más altos funcionarios, en medio de su gestión?
Aldana: Me dio una serie de sentimientos y una profunda decepción establecer que la vicepresidenta y el presidente estaban involucrados en actos ilícitos. Además, preocupación por la incertidumbre que podría suceder en el país y la reacción de la ciudadanía. Al final prevaleció el imperio de la ley; fue lo que nos alentó y nos sigue alentando en el proceso, porque ambos lo que queremos son sentencias condenatorias, por las pruebas que se tienen.
¿Cuáles fueron los obstáculos que afrontaron para la investigación?
Aldana: Obstáculos no hubo. Prueba de ello es que no hubo fuga de información. Los equipos trabajaron muy bien, con mucha discreción. Después, toda Guatemala sabía que había una investigación, pero nadie se imaginaba hasta dónde iba a llevar el curso de la misma. Ni el propio juez conocía la magnitud del proceso.
¿Hubo comunicación con el expresidente luego de que Roxana Baldetti renunció?, y ¿cómo fue la relación con él?
Aldana: Realmente con ella —Baldetti—, ninguna relación. Con el expresidente recuerdo que sí nos llamó en tres ocasiones y nos preguntó en relación a cómo estaba la investigación de Baldetti. Cuando esto sucedió, ella ya había renunciado. En ese momento, pues, no teníamos alguna idea de que el presidente podría estar involucrado, pero yo siempre pensé y le pedí a Dios que no fuera.
Velásquez: Siempre hubo mucho respeto por parte del expresidente. Como dice la Fiscal, Otto Pérez Molina —exmandatario— se comunicó tres veces con nosotros para saber del caso, pero sin hacer la pregunta concreta. (…) En medio de una de las conversaciones habló de la posibilidad de una reunión para retomar el diálogo nacional, pero en ningún momento hubo una situación de confrontación con el presidente.
¿Nunca hubo emisarios en su nombre?
Velásquez: No. En una ocasión, el presidente Pérez me pidió que hablara o, mejor dicho, que recibiera a la ya ex vicepresidenta Roxana Baldetti, que ella quería explicar la situación. Me dijo que si podía recibirla en la oficina. Le dije: No hay problema. Efectivamente, la señora Baldetti fue a la sede de la Cicig. Estuvo una hora hablando sobre su situación y no hubo ningún intermediario o alguien que estuviera tratando de afectar la investigación.
Hemos visto poco del dinero. ¿Ya se sabe dónde podría estar?
Aldana: Por allí va a ir apareciendo. Estamos en ese proceso. En los próximos meses tendremos algo al respecto, porque obviamente hay que buscar el dinero.
¿Hay apoyo internacional para rastrear y recuperar ese dinero?
Velásquez: En este momento estamos buscando esas alianzas, trabajando para diseñar una actividad.
El problema es mucho más amplio de lo que parece (…). Creo que es mucho. Yo no sé si decir miles de millones, pero a Guatemala le han robado bastante. Lo de La Línea puede llegar a los Q28 millones, pero hay una actividad mucho más grande. Pueden estar tranquilos, que aquí no es un tema de espectacularidad. No hay más motivación que el de buscar una verdad, y hemos encontrado realmente el sustento.
¿En qué países habría ya identificado movimiento financiero?
Aldana: No podemos en este momento asegurar. Lo que sí es que los ministerios públicos trabajamos todos los días y con asistencias.
En este caso —La Línea— también estamos trabajando con asistencias internacionales en México, Estados Unidos, Panamá, Costa Rica, Honduras y El Salvador.
Después del caso La Línea hay una explosión de otros. ¿Cuál es el punto de flexión de los otros procesos de corrupción?
Velásquez: Hay una situación que se da en la Cicig, y era que iba a actuar solo hasta el 3 de septiembre del 2015. Entonces, en el 2014, cuando pensamos en reelaborar el plan de trabajo, pensamos: Si vamos a estar hasta septiembre, debemos tener resultados en investigaciones, cerrar, digámoslo así, en términos de investigación, junio y julio del 2015, para permitir que los meses siguientes, julio y agosto, fueran como el inventario y el traslado físico de documentos de la Cicig. Era conveniente que de esas investigaciones deberían presentarse resultados finalizando el primer semestre del 2015. Pensamos que esos dos meses se dedicarían a eso. Se comenzó con el caso La Línea y luego, cada semana, se fueron presentando los demás procesos.
¿Cómo vivieron las marchas pacíficas?
Aldana: Me daban deseos de ir a las manifestaciones. Recuerdo cuando presentamos la solicitud de antejuicio y el Congreso tenía que conocerlo. En ese momento pensé: Bueno, definitivamente no se va a conocer la solicitud, y tenía la impresión de que si no se conocía ese día ya no iba a prosperar. Me sorprendió la actitud de las personas que, sin violencia, lograron que los diputados entraran al Legislativo y resolvieran el antejuicio. Todo transcurrió con una cultura cívica impresionante.
Velásquez: Me entusiasmé mucho porque la sociedad mostraba esa forma de participación ciudadana en los asuntos del Estado. Es decir, un verdadero Estado democrático de Derecho, la posibilidad de cambiar las irregularidades. Para la construcción de esa nueva etapa se necesita que haya una participación colectiva y recursos suficientes para trabajar en ese tema.