Hablar de agresión sexual para un niño o un adolescente es muy difícil, sobre todo si se hace en un cuarto frío, con unos cuantos juguetes, un extraño —psicólogo— y un grueso vidrio que lo separa de su agresor.
Muchos abogados, incluso los propios fiscales, ignoran que sus oficinas están sobre un parque de juegos en la sede del MP, en Gerona.
Alrededor de este parque hay habitaciones coloridas y acogedoras con alfombras, juguetes, cómodos sofás diseñados especialmente para niños, crayones y libros para colorear en las que se efectúan evaluaciones psicológicas.
Esta semana se hicieron las primeras pruebas de circuito cerrado que conectan a esas habitaciones con otra, en la que en un futuro cercano, se situarán al juez, al fiscal, al abogado defensor y al agresor en casos de maltrato infantil o agresiones sexuales. Desde allí, a pocos metros de distancia, observarán y escucharán el relato del niño.
“Raport”
Antes de efectuar una declaración anticipada, el proceso comienza con evaluaciones psicológicas.
El primer lugar que el niño visita es el “cuarto de Raport”, decorado con motivos infantiles y en los que hay títeres de distintas “edades”, bebés de hule, pizarras con marcadores y juguetes con una finalidad precisa.
“Vamos a contar una historia. ¿Quién quieres ser tú?”, es una de las preguntas que Martín Guerra Sipaque, uno de los tres psicólogos de la Fiscalía de Niñez, suele hacer a sus pequeños interlocutores.
Las preguntas son siempre en tercera persona: “Este es un papá, una mamá y un niño… contemos una historia”.
En esas ocasiones, en que las palabras no alcanzan para contar el horror vivido, la pizarra con marcadores para dibujar o los bebés de hule sirven como valiosos instrumentos para que los niños se expresen.
Cuando se rinde la declaración anticipada el “relato libre” se superpone al antiguo interrogatorio dirigido, explica Guerra.
El niño es informado sobre su derecho a declarar o no hacerlo y que su agresor no puede verlo, aunque él si será observado por las personas que están en la otra habitación, comenta el fiscal Rubén Herrera.
El psicólogo utiliza un auricular en la que escucha las preguntas de los abogados. Para interactuar con el menor y las partes, el profesional levantará un dedo índice para indicar al juez que necesita tiempo para estabilizar a un pequeño en crisis.
El índice en un oído y luego, con ese mismo dedo, tocar dos veces la boca alertará sobre una pregunta impertinente.