El informe “Otras Situaciones de Violencia en el Triángulo Norte de América Central (TNCA)” ahonda en la situación por la que atraviesan Guatemala, Honduras y El Salvador.
El estudio analiza los fenómenos de violencia perpetrados por grupos armados como maras, pandillas, crimen organizado o narcotraficantes.
El texto deja claro que “los niveles de violencia homicida existentes en el TNCA son considerablemente superiores a los de países con conflictos armados”.
El informe recuerda que el promedio mundial de tasa homicida en el mundo fue en 2012 de 6.2 homicidios por cada cien mil habitantes.
El Salvador tiene un porcentaje de 41.2 homicidios por cada 100 mil habitantes y Guatemala 39.9, “tasas más elevadas en la actualidad que durante sus respectivas guerras civiles”.
“Honduras, a pesar de no haber sufrido una guerra civil en el pasado, se mantiene como el país más violento del mundo (90.4)” reza el texto, que recuerda que países que sufren conflictos armados internos declarados cuentan con tasas menores, y cita los casos de Sudán del Sur (60), Afganistán (6.5) o República Democrática del Congo (28.3).
Los autores del texto recuerdan que el 30 por ciento de los homicidios en las Américas están relacionados con bandas o grupos criminales frente a un 1 por ciento en Asia.
También destacan que América Latina posee los niveles más altos de violencia juvenil del mundo.
Dicho esto, alertan de que “el número de víctimas masculinas entre 15 y 29 años en Centroamérica es cuatro veces superior que en el resto del mundo“.
Dos de cada tres homicidios en la región fueron cometidos con armas de fuego, algo que es una muestra de la gran disponibilidad de armas en la sociedad.
A esto se añade el hecho de que las fuerzas de seguridad del Estado están mal preparadas, mal pagadas y, en muchos casos, corroídas por la corrupción, según el texto.
“La masiva presencia de compañías de seguridad privada, con personal que duplica y triplica al número de fuerzas de seguridad del Estado según el país, es también un indicador impactante“, se enfatiza en el informe.
Este contexto de violencia incrementa aún más la situación de vulnerabilidad de una parte de la población que se ve obligada a abandonar sus hogares y se convierte en desplazados internos, o en refugiados, solicitantes de asilo o inmigrantes económicos en terceras naciones.
El texto señala a las drogas como “el detonante de la prevalencia de la violencia y de las armas en la región”, pero no esconde que “los altos niveles de corrupción e impunidad contribuyen a aumentar la desconfianza hacia las instituciones del Estado”.