Guatemala

Piden cumplir acuerdo con MP

Estuardo Salvador González, alias Eco, y Juan Carlos Monzón tienen en común ser ser colaboradores eficaces y ello los lleva a estar en la misma celda donde comparten mesa, armario, cama, televisor y un reloj despertador.

Estuardo Gonzáles y Juan Carlos Monzón permanecen en una celda de aproximadamente 3.50 metros por 2.50, en Pavoncito, Fraijanes. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Estuardo Gonzáles y Juan Carlos Monzón permanecen en una celda de aproximadamente 3.50 metros por 2.50, en Pavoncito, Fraijanes. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El 14 de junio, el juez Miguel Ángel Gálvez ordenó el traslado de González a otra celda, pero cuatro meses después esta indicación aún no se acata.

El espacio de aproximadamente 3.50 metros por 2.50 es el espacio que comparten desde hace un año en Pavoncito, Fraijanes.

“Ha habido un atraso más de lo normal”, explica González.

“Él —Juan Carlos Monzón— no debe ni tiene por qué conocer cosas mías, y la privacidad es importante”, agrega, mientras su compañero de celda abre el pequeño frigobar.

Se sienten olvidados

González, quien escogió el edificio Dubai Center para instalar las oficinas del grupo Estrella —que aglutinó a las empresas de cartón y sirvió para apiñar el patrimonio de los dos exgobernantes—, recuerda el 8 de diciembre del 2015 como una fecha especial: la primera vez que tuvo una cama dentro de la cárcel.

“Tuve una cama hasta el 8 de diciembre. Entré a la cárcel el 16 de abril. Lloré cuando la recibí”, relata.

Con posterioridad se hizo de una cama inflable que le vendieron en la misma cárcel, por Q200.

“La cama desinflable querrás decir”, aclara Monzón, con risas.

“¡Es cierto!”, admite González. Pocas horas después de haberla inflado, durante la madrugada, el aire se salió y quedó tendido sobre el suelo.

A la mañana siguiente consiguió cartones para colocarlos debajo, recuerda.

Monzón, el exsecretario de la Vicepresidencia, quien le presentó a González a los exmandatarios, toma la palabra: “Mucha gente se olvida de uno”.

Desde hace seis meses no ve a su familia y su mecánico es una de esas pocas visitas que acuden los miércoles.

González, quien nombró “Uno” al expresidente y “Dos” a la exvicepresidenta, a quienes entregaba el 50 por ciento de los cobros efectuados y admitió haber recibido el 2 por ciento, según la Fiscalía, también afirma: “Apenas me visitan unas cinco personas”.

Entre esos pocos visitantes está el mensajero que contrató cuando era presidente de una casa de valores.

Son muy pocos los que ahora quieren estar cerca, aun cuando se trata de razones humanitarias.

González cuenta que padece de neuralgia intercostal y hasta su antiguo dentista se negó a recibirlo.

Monzón encargó a una de esas escasas visitas un par de lentes “de emergencia, de esos que venden en cualquier farmacia”.

“Necesitaba una operación y mi antiguo oculista no quiso atenderme porque necesito moverme con mucha seguridad”, expresa Monzón.

De las paredes de la celda pende un calendario del 2013, impreso con fotografías familiares de los Monzón.

González suma una pena más: “Llevo más de un año sin ver a mis hijos pequeños. Tienen 7, 9 y 11; también una de 18, pero ella no tiene mayor relación conmigo. ¿Tiene idea de lo que eso significa? ¿Cree que cambiaría todo el dinero del mundo por estar cerca de los que amo?”

“Hemos proveído de todo el conocimiento que teníamos”, agrega.

“Lo que queremos es que se cumplan los plazos del acuerdo con la Fiscalía”, completa Monzón.

“En mi caso ya se cumplió la suspensión de la persecución penal en el proceso del Bufete de la Impunidad, falta La Línea. Estoy pendiente de una audiencia de beneficios”, explica González.

Durante el trayecto polvoriento de 25 minutos hasta la salida de los penales se escucha el sonido de bocinas de Fraijanes 2. Es una fiesta en medio de eso que muchos llaman “el infierno”.

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