Hablamos de una actividad paradójicamente arriesgada. Un festival que en su mayor parte ha presentado cine documental en tres años consecutivos, y que debiera contar con el interés y el beneplácito de todos los sectores sociales, urgidos de enfrentar el pasado para conocer la verdad y hacer justicia, incluso es objeto de amenaza…
¿Qué es lo que asusta tanto a algunos? ¿Por qué quisieran impedir que miles de personas (más de las que acuden a muchas películas comerciales) asistan a las funciones? ¿Cómo es que el arte nuevamente se proyecta como esa fuerza, aparentemente volátil, pero profundamente impactante, que a la vez toca la sensibilidad estética, mientras plantea temáticas diversas y complejas, provenientes de realidades crudas e ineludibles?
Ocultar la destrucción del ser humano por el ser humano (y con ello, la de su entorno, sus recursos, su trabajo, su educación, hasta el elemental derecho a la vida) es la oscura perversión de quienes chillan que no hay que mirar atrás, como si la historia no nos proporcionara incontables ejemplos de lo equivocada que resulta tal actitud.
La Muestra continúa hoy hasta el martes 15. Prueba de que el arte —el cine en este caso— presenta relatos extraordinarios, precisamente porque documenta la realidad e incita nuestra capacidad y nuestra necesidad de no hacer como que no fuera con nosotros.