La oenegé lleva por nombre Misión Guatemala-USA, como se llama en EE. UU., y su fin en el país será promover la inversión productiva de las remesas, la creación de cooperativas municipales y otros proyectos para el desarrollo de los pueblos.
Responsables de la organización informaron que “el objetivo número uno es contribuir a reducir la migración de la manera inhumana como se está produciendo”.
La idea es tener presencia en Guatemala para dar seguimiento directo a los acuerdos o compromisos a los que se llegue con las instituciones, en cuanto a proyectos productivos o benéficos.
Entre otros planes, pretenden brindar asesoría jurídica en Guatemala para los migrantes en EE. UU., que fuera del país se les dificulta acceder al sistema legal del país o contratan abogados que se exceden en las tarifas.
También se brindará asistencia médica y psicológica a quienes vuelven deportados. Además, entre otros proyectos, pretenden ser enlaces entre productores guatemaltecos y potenciales clientes en EE. UU.
Con cerca de tres millones de connacionales que radican en la Unión Americana, el monto de remesas familiares alcanzó este año, de enero a junio, US$8 mil 711 millones, sin que esta gran cantidad de recursos impacte en el desarrollo de las comunidades de origen de la migración.
Los guatemaltecos en EE. UU. dicen estar dispuestos a apoyar a sus lugares de origen. Muchos ya lo hacen y han financiado la construcción de escuelas, centros de salud, o viviendas para familias de escasos recursos.
Sin embargo, cuando se habla de proyectos productivos muchos de estos se topan con la falta de coordinación entre los actores que tendrían que estar involucrados: migrantes, gobierno, comunas, y hasta iglesia y sector académico.
Múltiples barreras
La inversión de recursos de los migrantes en sus comunidades de origen se ve limitada por múltiples factores, entre estos la falta de comunicación organizada y el miedo de que la inversión fracase por falta de asesoría y acompañamiento especializado o porque no existe un canal de comunicación con las alcaldías para apoyar los proyectos de desarrollo comunitario.
También es un obstáculo el que las normativas o reglamentos institucionales que apoyan el desarrollo de micro, pequeñas y medianas empresas no están adecuados para las iniciativas económicas con enfoque de atención a migrantes, lo que dificulta su acceso a los recursos financieros y las oportunidades de crecimiento empresarial.
Un estudio de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) elaborado el año pasado llamado Buenas prácticas en el uso de la remesa productiva concluye que los proyectos económicos impulsados con remesas “muchas veces tienen un alcance limitado, porque no encuentran apoyo de actores sociales y políticos que les permita ser sostenibles en el tiempo”.
Dicho estudio, que examinó 10 proyectos que funcionan en Huehuetenango y Quetzaltenango, reveló que los migrantes “no han encontrado respuesta a sus requerimientos de asesoría y acompañamiento en las instancias gubernamentales y en las políticas municipales o públicas”.
Además, enumera una serie de retos para hacer funcionales estos proyectos productivos, entre estos, fortalecer las capacidades en finanzas, inteligencia financiera y mercadeo de marca que permita superar los temores de perder los recursos invertidos.
Asimismo, que se hace necesario la articulación con actores estatales, sector cooperativo, sector privado, academia, iglesia entre otras para lograr el impacto esperado de los proyectos productivos.
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Resalta que la búsqueda de alianzas y apoyo por parte de los migrantes en Guatemala “ha sido muy difícil, ya que no encuentran eco en las instancias gubernamentales relacionadas con las iniciativas o proyectos que han promovido”.
Coordinación
Rosario Martínez, investigadora de Flacso y una de las autoras del estudio, refirió que los proyectos impulsados de manera organizada y con la participación de varios actores “tienden a tener más éxito”, que aquellos que se hacen de manera bilateral, entre el migrante y un actor de la comunidad.
Aunque el estudio analizó 10 iniciativas, Martínez considera que hay “muchas más en todo el país”, y señaló que el reto primario es alcanzar la sinergia necesaria entre emprendedores y actores gubernamentales.
Citó un ejemplo en la comunidad Hierbabuena, que se localiza en Jocotán, Chiquimula, donde los guatemaltecos en EE. UU. originarios del lugar buscaron asesoría con la Universidad de San Carlos para hallar un proyecto productivo para las familias que padecen desnutrición aguda.
Así, la academia elaboró un estudio de suelos y de qué especies de aves podrían adaptarse a las condiciones del lugar y qué alimentación debe de dárseles. El proyecto ha dado resultados positivos.
En contraparte, mencionó Martínez, en otros lugares han encontrado iniciativas económicas interesantes, pero donde nadie sabe qué es apto para producir en determinada comunidad.
Agregó que las instituciones deberían responder a los migrantes con la apertura necesaria para vincular las acciones que proponen y generar estrategias para esa vinculación, así como formar a sus cuadros medios que al final son los que están en el terreno y son el vínculo con la comunidad.
Aunque el uso productivo de las remesas puede impactar positivamente en las localidades, la académica cree que es solo una parte de lo que se requiere hacer para alcanzar su desarrollo integral.
También se requiere fuertes inversiones del Estado en carreteras, salud y educación, así como revisar la matriz productiva del país y diversificarla para pasar de ser un productor de materias primas a tener la capacidad de transformarlas, expuso.
El Ministerio de Economía dijo que cuentan con planes para apoyar a emprendedores, pero ninguno específico para migrantes.