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¿Debe preocupar a Guatemala lo que ocurre con Nayib Bukele en El Salvador?

Analistas coinciden con que lo que pasa en aquel país, como en el resto de Latinoamérica, es producto del desencanto de los pueblos con los pocos resultados que ha dado la democracia.

Un hombre participa en una manifestación en San Salvador en contra de Nayib Bukele por las medidas consideradas dictatoriales; no obstante, el mandatario aún goza de gran popularidad. (Foto Prensa Libre: EFE)

Un hombre participa en una manifestación en San Salvador en contra de Nayib Bukele por las medidas consideradas dictatoriales; no obstante, el mandatario aún goza de gran popularidad. (Foto Prensa Libre: EFE)

El 1 de junio del 2019 Nayib Bukele asumió la Presidencia de El Salvador y con ello comenzó una época marcada por decisiones controversiales que han causado reacciones, no necesariamente favorables, de la comunidad internacional, aunque ante los salvadoreños el mandatario goza de gran popularidad.

Bukele, quien llegó al poder con el partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana), pero que se inició en la política con el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), con el que fue alcalde de San Salvador, ha respondido con soberbia a las críticas de EE. UU. y la Unión Europea al mismo tiempo que ha acentuado las relaciones diplomáticas con China.

Los primeros siete meses del gobernante —un empresario, de 41 años hijo de padre palestino—, transcurrieron con relativa normalidad, hasta el 9 de febrero del 2020 cuando, escoltado por policías y militares que portaban rifles de asalto, irrumpió en el Palacio Legislativo salvadoreño para exigir la aprobación de un préstamo que financiaría su plan de seguridad contra las pandillas.

En seguida, en un discurso instó a la población a la insurrección popular. Esto sería el augurio de lo que vendría en los meses siguientes.

Sus planes, sin embargo, se verían atrasados con la llegada de la pandemia del coronavirus, de la cual ha salido más o menos bien librado, al menos así lo dicen las encuestas.

Sondeos recientes dicen que goza con la aprobación del 87% de la población y que el 82% cree que ha manejado bien la pandemia contra solo el 3% que considera que lo ha hecho mal.

En Guatemala, expertos en geopolítica, diplomacia y relaciones internacionales no ven lo que ocurre en El Salvador como hechos aislados, sino, al contrario, advierten una desestabilización política en la región que impacta, además, en los proyectos de inversión y desarrollo.

Elecciones y más poder

El 28 de febrero tuvieron lugar las elecciones de medio término donde se eligieron diputaciones y alcaldías. Los candidatos de la corriente del mandatario compitieron por el partido Nuevas Ideas y consiguieron una sonora victoria con la cual tomaron el control de la Asamblea Legislativa, con 56 de los 84 diputados.

Esto significaba que Bukele ya no necesitaría de consensos o apoyos de otros partidos para pasar las leyes que quisiera, lo cual inquietó a analistas y a la oposición salvadoreña que veía un riesgo de concentración del poder.

El presidente Nayib Bukele se congratuló con la destitución de los magistrados constitucionales que a su vez habían bloqueado varias de sus acciones. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Los temores se hicieron realidad apenas dos meses después, pues la noche del 2 de mayo, en la primera sesión de la legislatura electa en febrero, los diputados destituyeron a los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

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Dicha Sala había bloqueado al menos 15 medidas impuestas por Bukele para contener la pandemia, la mayoría relacionadas a la restricción de libertades. En esa misma sesión, la Asamblea también destituyó al fiscal general.

La Constitución salvadoreña permite la destitución por parte del Legislativo de los magistrados constitucionales “por causas específicas, previamente establecidas por la ley”, pero los detractores afirman que la remoción de los jueces se llevó a cabo sin ningún proceso que ahondara en las posibles causas y sin siquiera dar la oportunidad de defensa a los togados destituidos.

Más decisiones

Técnicamente el presidente no tiene nada que ver con las decisiones del Legislativo, pero Bukele no pudo ocultar su emoción por la destitución de los magistrados esa noche al tuitear: “Y el pueblo, a través de sus representantes, dijo ¡DESTITUIDOS!”.

Cuatro meses después, los nuevos magistrados de la Sala de lo Constitucional hicieron una cuestionada interpretación de la Carta Magna al aprobar la reelección presidencial consecutiva.

Bukele durante su discurso ante la Asamblea Legislativa, la cual está dominada ampliamente por el partido al que pertenece, Nuevas Ideas. (Foto Prensa Libre: EFE)

Esto implica que Bukele podría participan en las elecciones del 2024 para seguir gobernando hasta el 31 de mayo del 2029.

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En junio pasado la Asamblea también aprobó otra iniciativa de Bukele, y El Salvador se convirtió en el primer país del mundo en aceptar, una criptomoneda, el Bitcoin, como moneda de curso legal. La aprobación se dio sin mayor debate y sin analizar los riesgos, según analistas.

Democracias débiles

En Guatemala, analistas creen que la coyuntura de El Salvador debe preocupar al país y opinan que lo que ocurre actualmente en ese país ha minado la estabilidad de la región, necesaria para mantener la paz social, no volver al pasado, atraer inversiones y abrir el camino al desarrollo.

El excanciller y analista político Édgar Gutiérrez opina que la región se enfrenta a un dilema de renovar sus sistemas democráticos, con nuevos modelos de participación política y formas de fiscalización y rendición de cuentas o se ensanchará el camino hacia regímenes más autoritarios, lo que sería “un retroceso de 40 años”.

Aunque considera que cualquier problema que ocurra en “el vecindario” afecta directa o indirectamente, cree que más que una influencia negativa para el país, lo que está pasando en El Salvador es lo mismo que pasa en Guatemala, la conclusión de “procesos de debilitamiento de las democracias y el agotamiento de los sistemas políticos”.

La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris junto con el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei. Las relaciones entre EE. UU. con Guatemala se han deteriorado.  (Foto Prensa Libre: EFE)

“Cada país ha seguido su rumbo, pero el resultado ha sido el mismo”, dice el analista. “Los procesos democráticos abiertos en los 80 ya no están respondiendo a la población, se corrompieron y se están carcomiendo y degradándose a sí mismos”, opina.

Para Gutiérrez, en El Salvador, Bukele ha sido eficaz y ha dado resultados, con lo cual capitalizó el descontento de la población con la clase política. Luego, “aprovechando esas ventajas” ha dado muestras de “borrar la separación de poderes con el pretexto de limpiar el poder judicial”, pero en la práctica se está convirtiendo en un régimen autoritario.

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En Guatemala, añade, ocurre lo mismo. El presidente Alejandro Giammattei no ha sido eficaz por lo cual la dictadura acá no es personalista, sino corporativa y “no importa quien sea el presidente, la agenda de debilitamiento del Estado y las libertades civiles es la misma”.

Desencanto

El historiador y analista político José Alfredo Calderón expuso que la manipulación de las masas “es muy fácil en países como los nuestros”, y aunque Bukele pueda mostrar actitudes dictatoriales, lo cierto es que estas no son tan rechazadas por los pueblos, debido a un desencanto general con la democracia.

Cita como ejemplo el caso venezolano donde la gente empezó a rechazar a su sistema político y los partidos tradicionales producto de lo cual Hugo Chávez llegó al poder. Esto, a su criterio, es lo mismo que pasó en El Salvador con la elección de Bukele.

Contrario a Bukele, Giammattei es rechazado por la mayoría de los guatemaltecos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Al hablar de posibles efectos en Guatemala, Calderón afirma que “es contradictorio decir que puede resultar afectada nuestra democracia” porque, coincide, con que “lo que tenemos es una dictadura corporativa” con una democracia de fachada donde solo “hay un simulacro de elecciones cada cuatro años”.

Sin embargo, el analista afirma que ese rechazo por la política tradicional y sistema democrático que no produce resultados ha causado que a los guatemaltecos no les importe si los gobernantes tienen planes o programas de gobierno, sino que votan por cualquier candidato.

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“Si las élites siguen con esa ceguera con un carácter conservador a ultranza no verán que están cultivando el germen de su propia destrucción. La gente todavía cree en la democracia, pero si no solo le quedará la violencia”, lo cual es “peligrosísimo”, concluye.

Ciudadanía activa

Daphne Posadas, licenciada en Relaciones Internacionales, dice que Guatemala debe prestar atención a estas “regresiones democráticas” como la que ocurre en El Salvador, y enfatiza en el riesgo en que se encuentra el país “si no se producen los cambios necesarios para mejorar la percepción de la ciudadanía” respecto de la política.

Posadas añade que, como en El Salvador y muchos países de Latinoamérica, Guatemala reúne las condiciones para facilitar discursos populistas que ofrecen mejorar las condiciones de vida de los más pobres y utilizan las instituciones para llegar al poder, pero una vez ahí hacen lo posible por destruirlas.

La democracia continúa sin dar soluciones a los más pobres, dicen analistas, lo que ha derivado en un desencanto en contra de ese sistema político que favorece al populismo. (Foto Prensa Libre: AFP)

“Esto es el equivalente a cambiar las reglas del juego una vez comenzado el partido”, puntualizó.

La democracia liberal es un sistema político imperfecto, pero no se conoce otro mejor, refirió Posadas. Sumado a esto, las malas gestiones de los gobiernos y el desencanto de la ciudadanía con la política ha hecho que pierda sus virtudes, ahí es cuando los discursos que prometen cambios radicales son mejor recibidos.

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“Si seguimos esa ruta es probable que el deterioro —de la democracia— continúe”, pero “si los ciudadanos reconocen el rol que deben jugar y cumplir en la democracia las cosas pueden ser distintas”, dijo. “Debemos ser más exhaustivos, ser ciudadanos más activos”, de lo contrario estaremos premiando al secretismo y la corrupción.

Relación con EE. UU.

El politólogo Renzo Rosal afirma que uno de los primeros efectos de Bukele hacia Guatemala es que ha transmitido su “altanería” con la que se dirige a EE. UU. al presidente Giammattei, a pesar de la ayuda que ese país ha dado al país.

El distanciamiento entre Guatemala y EE. UU. puede llegar a un nivel peligroso ya que el país tiene una dependencia histórica y esa relación “no se va a modificar”. “Dependemos de EE. UU. comercial, política y económicamente, pelearse con ellos es el peor error que se puede cometer”, dijo Rosal.

El analista Édgar Gutiérrez añade un problema, el que, a raíz del mandato de Donald Trump, EE. UU. se ha dividido y ahora no hay bipartidismo en EE. UU. y la clase política está fragmentada. Esto hace que “los grupos corruptos y autoritarios de la región busquen a los aliados de Trump y a la vez señalarán a los demócratas de comunistas.

“El Gobierno de EE. UU. ve esto con mucha preocupación, quiere entrarle a los problemas de raíz, pero no tiene con quien hablar en la zona”, afirma Gutiérrez. “Giammattei, Bukele y otros hubieran preferido a un Trump que solo les dijera que mandado quiere y que cada quien se ocupe de hacer lo que mejor les conviene”, agregó.

Situación en El Salvador

Analistas salvadoreños ven un futuro poco alentador y confirman una concentración progresiva de los tres poderes del Estado en la figura del presidente Bukele, luego del cambio de los magistrados constitucionales a cargo de un Congreso que solo obedece las órdenes que emite Casa Presidencial y aprueba leyes sin ningún debate o consenso.

El 9 de febrero de 2020, Bukele ingresó a la Asamblea Legislartiva escoltado por el Ejército a exigir la aprobación de una ley. En ese entonces, aún no contaba con mayoría en el Congreso. (Foto cortesía de la Prensa Gráfica)

Ahora temen que el presidente modifique la constitución para reactivar viejos mecanismos represivos para perpetuarse en el poder tanto tiempo como le sea posible.

Wilson Sandoval, coordinador del Centro de Asesoría Legal Anticorrupción, considera que la situación debe alertar a Guatemala porque si los partidos y liderazgos políticos no reaccionan a tiempo y en la medida que la democracia no responda a la ciudadanía puede surgir algún caudillo populista que emule a Bukele. Al fin y al cabo “el populismo es un subproducto de la democracia, fruto de la descomposición de los partidos políticos”, dijo.

Oscar Martínez, jefe de redacción del medio de comunicación El Faro, escribió recientemente una columna en la que dice que El Salvador “ya no es una democracia imperfecta”, sino “un régimen híbrido con fuertes elementos de autoritarismo”, pese a ello, advierte que “lo peor está por venir”.

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Martínez asegura que la estrategia de Bukele es “hacerlo todo rápido, mientras conserve su alto índice de aprobación y antes de que más gente abra los ojos”.

También señala una reacción tardía y “timorata, si no completamente cobarde” de la comunidad internacional.

Además, Martinez anticipa de que pronto podrían ocurrir en El Salvador “medidas similares a las que vive Nicaragua: encarcelamiento y persecución de periodistas, activistas y opositores políticos con casos armados a voluntad del presidente Daniel Ortega”.

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