Con el fin de penalizar actividades que fomenten la violencia en los recintos deportivos y fuera de ellos, el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, entregó en el Congreso el anteproyecto de ley de estadios libres de violencia y espacios deportivos seguros.
La propuesta también contempla que en cada escenario donde se desarrollen actividades deportivas se establezca un perímetro de mil metros, con varios círculos de seguridad y coordinados por dicho Ministerio y las autoridades de cada disciplina.
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La iniciativa pretende definir situaciones, actores, responsabilidades y prohibiciones, y el ministro de Gobernación establezca una línea de penalización que permita el castigo a los infractores.
Violencia deportiva es intolerable
La violencia en el futbol no es nueva, pero saltó como síntoma de los problemas el domingo 27 de abril de 2014, cuando Kevin Alfonso Díaz, de 17 años, integrante de la porra de Comunicaciones, murió en la sala de urgencias del Hospital Roosevelt, debido a una puñalada que recibió al haber sido agredido por fanáticos radicales del equipo Municipal.
“Estas agresiones se dan desde hace décadas; es una conducta primitiva que se ve favorecida por la falta de aplicación de las leyes, la distorsión del concepto de derechos y la pérdida de valores. El problema no es falta de leyes; las hay, pero no se cumplen”, opina el psiquiatra Hernán Ortiz, quien considera que la gente violenta, por más que se identifique con un equipo, “no son aficionados ni son deportistas. El auténtico aficionado no va al estadio a sacar su violencia, pero como nadie interviene, se tienen estos desenlaces”.
Batalla sublimada
El futbol es en sí una metáfora de la guerra. Con sus “disparos”o “cañonazos”, arqueros “fusilados”, porterías “bombardeadas”; es, desde la perspectiva psicoanalítica, una “sublimación” que sustituye a la batalla.
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“Se ha perdido la noción de que es un juego, una actividad lúdica para recreo, diversión, alegría. Y en esto los mismos jugadores y equipos tienen parte de culpa, pues a menudo son ellos quienes dan espectáculos deprimentes, al agredir a sus rivales o al árbitro, al no respetar las reglas”, opina Pablo Salguero, experto en coaching personal, quien ha trabajado motivación con equipos deportivos. Esto se complica cuando en los escenarios deportivos llegan personas con perfil agresivo. “Llegan a descargar las frustraciones que no pueden hacer explotar en el trabajo o en la casa, ya sea por problemas económicos, complejos, desintegración familiar o búsqueda de identidad. Esto último algo muy común entre adolescentes”, agrega Salguero.
Porras
En países con ligas futbolísticas competitivas como Argentina, México, Brasil o Inglaterra se ha tenido que lidiar con las agresiones de extremistas.
Un incidente que marca la historia de este fenómeno ocurrió en 1949, cuando en Inglaterra hubo peleas multitudinarias entre seguidores del Bolton y el Stoke City que dejaron 44 muertos. Aunque se tomaron algunas medidas, se generó la confianza de que los extremistas no volverían a actuar, y en 1985, en una final de la Copa de Europa, seguidores del Liverpool, conocidos como hooligans, comenzaron una batalla campal en las gradas del estadio Heysel, de Bélgica, contra los “ultras” del Juventus de Italia, lo cual causó una avalancha humana que dejó casi medio centenar de muertos.
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En 1980 se adoptaron medidas que involucraban al Estado, a los equipos y a la iniciativa privada, entre las cuales figuraba prohibir el ingreso de por vida a los fanes violentos y la infiltración de agentes en las barras para identificar a los extremistas. Los propios equipos crearon cuerpos de seguridad e instalaron cámaras para identificar a revoltosos, lo cual fue financiado a través de patrocinios de medios y empresas.
En América Latina también se han hecho estudios y tomado medidas similares contra los grupos violentos.
*Con información de Jessica Gramajo