Es noche de viernes y un grupo de jóvenes se divierte en una fiesta en donde abunda el alcohol. Es un evento promocional de una empresa licorera para estudiantes de fin de curso. Al salir, algunos no pueden sostenerse en pie. Pero en la puerta hay un grupo de voluntarios de la seguridad vial que los persuaden para no manejar ebrios.
Con una medida tan simple han logrado evitar decenas de potenciales accidentes viales, indica Bran. Lamentablemente, no todos los conductores tienen la suerte de hallar un ángel custodio en calles o carreteras. Además, la imprudencia de ciertos conductores cobra vidas inocentes.
Los Bomberos Voluntarios contabilizaron en el 2010 33 mil 423 servicios por accidentes en el país —cifra que incluye atropellados— con cauda de tres mil 918 muertos y 22 mil 753 heridos, además de pérdidas materiales.
En Guatemala nadie centraliza las estadísticas de accidentes de tránsito y estas difieren según la entidad. El Instituto Nacional de Estadística (INE) estableció en el 2009 tres mil 528 percances entre vehículos —cifra oficial más reciente—, con 886 muertos. Según los Bomberos Voluntarios, la cantidad en el 2009 llegó a 30 mil 423 percances, en los que murieron tres mil 510 personas y hubo 21 mil 850 heridos. Falta el reporte de los Bomberos Municipales, cuyas cifras no están centralizadas.
Jóvenes al volante
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las lesiones por accidentes de tránsito son la segunda causa de muerte en los rangos de 15 a 29 años y de 30 a 44 en América Latina. La primera causa de muerte en esas edades es la violencia.
Para Salvador Morales, asesor del Departamento de Tránsito de la Policía Nacional Civil, estas muertes representan un impacto en la población económicamente activa: el recurso más valioso del país. “Se estima que se pierde el 2 por ciento del producto interno bruto por accidentes”, asegura Morales.
Ebriedad y velocidad excesiva son ingredientes letales al timón. Prueba de ello es que la mayor cantidad de emergencias atendidas por socorristas ocurren los fines de semana, fines de mes, por la noche y madrugada. Según el INE, en la época de Semana Santa y Navidad aumentan los casos.
Sergio Vásquez, vocero de los Bomberos Voluntarios, afirma que en las madrugadas las intersecciones de calles suelen ser puntos mortales, sobre todo en las calzadas Roosevelt, Aguilar Batres, la carretera al Atlántico e Interamericana.
Se puede prevenir
La actitud es la principal arma contra los accidentes. Según Bran, el 95 por ciento de los percances se debe a factores humanos y, por lo tanto, evitables; solo el 5 por ciento se debe a causas fortuitas, como un animal que se atraviesa o defectos del pavimento. “La gente se distrae y hace muchas cosas que no debería hacer mientras conduce”, señala Bran, como hablar por celular, enviar mensajes de texto, maquillarse, sintonizar la radio, encender cigarrillos y, últimamente, los dispositivos de DVD.
Sin embargo existen factores que aumentan la mortalidad, por ejemplo el no usar cinturones de seguridad. Quizá el choque no es tan fuerte, pero el impacto con el parabrisas es fulminante. Algo similar ocurre con las sillas para bebé mal colocadas o los motoristas que no utilizan casco.
Las malas condiciones de un vehículo —sobre todo de los frenos— pueden ocasionar un accidente, pero también el irrespeto a la autoridad y a la señalización vial.
A veces la causa de un choque radica en conducir bajo estados anímicos alterados tales como estrés, enojo, sueño o simple cansancio.
Una característica que revelaron los estudios de la OPS es que en Guatemala, a diferencia de otros países, hay más muertes de pasajeros —49 por ciento— que de conductores. “Esto se refleja por los accidentes masivos en buses”, explica Morales.
Educación vial
Entre las estrategias para reducir accidentes está incluir educación vial en el pénsum de estudiantes y ofrecer orientación de tránsito en 34 delegaciones de la Policía de Tránsito.
René Mazariegos, jefe del Departamento de Tránsito de la Policía, destaca que participan en la elaboración del informe mundial de la OMS para el 2010 y que les interesa más conocer el comportamiento de los conductores para prevenir. Esto implica reformas al Reglamento de Tránsito para regular el uso de tecnología a bordo, especificar cómo deben viajar bebés y menores.
En conclusión, Morales considera que los “accidentes” no deberían llamarse así, pues no son hechos casuales, sino consecuencia de errores humanos prevenibles, pero aclara: “Cuando usted convive con más de 100 mil conductores a diario y, por más educado o prevenido que intente ser, no sabe quién le toca en el vehículo de atrás, el de adelante, o el que está a la par”.