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Cementerio de partidos fósiles

Lejos, muy lejos, lejísimos quedaron las épocas doradas de algunos partidos políticos, hoy en el cementerio de los fósiles.

Vinicio Cerezo (izq) y Mario Sandoval intentaron hacer alianza en 1998. (Foto: Hemeroteca PL)

Vinicio Cerezo (izq) y Mario Sandoval intentaron hacer alianza en 1998. (Foto: Hemeroteca PL)

Algunos, la mayoría, logró llegar a la primera magistratura del Estado o colocar algunos funcionarios en puestos claves.

En “Tribuna” de 1999, se destacaba que muchos partidos políticos estaban diezmados y acéfalos, carcomidos por sus propios conflictos internos. De hecho, se publicó entonces, ya muchas agrupaciones políticas parecían cascarones y eran solo fantoches de lo que habían sido.

Desesperados, entonces buscaban, mediante alguna alianza, conseguir “algunos huesos” en la administración pública.

Ni los colores de anticomunistas o de izquierdistas recalcitrantes lograron mantener a flote la ideología de muchas de estas agrupaciones. ¿Y qué decir de la falta de renovación de planteamientos políticos e ideológicos.

Elfidio Cano, un analista de entonces, puso como ejemplo al Movimiento de Liberación Nacional (MLN): “Ahí está el Movimiento de Liberación Nacional: se quedó atrapado en la Historia. Ya nada tiene que aportar”.

En esos tiempos, el MLN alegaba contar con más de 15 mil afiliados, pero en las últimas elecciones solo había alcanzado el dos por ciento del total de votos.

Otros partidos, como la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG) cayeron en descrédito luego de que, en vez de hacer un gobierno en favor del pueblo, muchos de sus funcionarios fueron acusados de corrupción.

Aunque al final de la década de los 90 la DCG contaba con cerca de 80 mil afiliados, fue decayendo poco a poco.

En el caso de la DCG, también incluyó en su decadencia la lucha interna por el poder.

La Unión del Centro Nacional (UCN), también perdió el brillo y el fulgor que le daban las campañas millonarias, y hacia finales de los 90 se había convertido en un ring en el cual sus dirigentes se disputaban los despojos.

Mientras Jorge Carpio luchó a principios de los 90 por mantener el partido, en el cual dejó, literalmente, su vida. Cientos de seguidores lo abandonaron en desbandada y difícilmente volverían a votar por él si aún viviera.

Los chiquitos

No solo las agrupaciones políticas grandes y señeras caen en descrédito y se mueren sin remedio. También está el caso de los partidos pequeños, los que brillaron como luciérnagas y para los cuales el triunfo solo fue un dulce en manos de niño.

Estos “chiquitos” solo tuvieron y tendrán oportunidades en segundas vueltas, porque en las alianzas el débil siempre busca al poderoso, que acaba comiéndose al pequeño.

Ejemplos de estas alianzas fallidas y momentáneas ya había abundantes a finales de la década de los 90. Tal es el caso de Unión Democrática (UD), cuyo secretario, Luis Chea, obtuvo una embajada luego de apoyar al partido de gobierno.

Tampoco es factible la mezcla del agua con el aceite, como intentaron hacerlo al unir fuerzas la DCG y el MLN en 1998. ¿Cómo unir a dos agrupaciones totalmente diferentes? Obviamente, la iniciativa fracasó.

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