Es una región donde los habitantes aún conservan sus coloridos trajes tradicionales. Para llegar, como punto de referencia se debe tomar la cabecera huehueteca, situada a 269 kilómetros de la capital. De allí, en la carretera a San Juan Ixcoy, avanzar 36 kilómetros más. En el cruce, girar al camino vecinal —18 kilómetros—. Conviene ir en vehículo de doble tracción.
Sí, es lejos, pero la aventura vale la pena, ya que se aprecian muchas montañas, todas pintadas con el verde de su vegetación y adornadas con puntos grises desperdigados por todos lados, grandes y pequeños, que son cientos de impresionantes rocas kársticas. Son paisajes que, de alguna manera, rememoran las postales escocesas.
Hace bastante frío, sobre todo de noviembre a febrero, con temperaturas que hacen bajar el termómetro varios grados bajo cero. Así que, además de un buen abrigo, se recomienda llevar zapatos cómodos, gorra, alimentos preparados, agua purificada y un recipiente para guardar la basura y así no dejarla en el lugar. Por supuesto, se aconseja llevar una cámara fotográfica, para perpetuar el viaje.
En el sendero, de un kilómetro de distancia, se divisa gran variedad de flora y fauna. El camino se da entre pinabetes, cipreses y pinos. El musgo, con tonalidades que van del verde al amarillo, pasando por anaranjado, le da un colorido especial a los troncos. El escarpado terreno es bastante húmedo, ya que, literalmente, el lugar se mantiene entre las nubes.
En el área habitan salamandras (Pseudoeurycea rex), ardillas y diferentes especies de aves, entre otros animales. Sin duda, uno de los espectáculos son los paisajes, impresionantes, por la altura, que casi alcanza los tres mil 400 metros sobre el nivel del mar. “Desde acá se ven varias aldeas, incluso el municipio de Nentón”, explica Raúl Ramírez, uno de los guías. Al final de la caminata se aprecia una enorme cueva que, por su tamaño, deja boquiabiertos a los visitantes.
Cerca del lugar, en la aldea Tuicoyg, también en Chalhuitz, hay dos cabañas habilitadas para turistas, cada una con cuatro camas, comedor y cocina. “Se pueden hacer fogatas, caminatas y, si la gente trae sus bicicletas, pasear por los alrededores y compartir con los pobladores”, dice Sebastián Jerónimo Pablo, presidente de la Comisión de Turismo de la localidad. Allí no hay agua potable, por lo que el visitante debe llevarla. Si desea bañarse, Jerónimo Pablo cede su chuj, más conocido como temascal.
Es un baño de vapor con una construcción de diseño prehispánico. Con todos esos atractivos, el viaje es toda una aventura que, sin duda, no se olvidará.