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La Navidad en una catedral de hielo

El 10 de diciembre de 1967, hace 50 años, una tribu de esquimales que habitaba el Ártico canadiense en los días anteriores a la Navidad, organizó la fiesta denominada “Sinck Tuck” en la cual  cenaban,  bailaban e intercambiaban regalos.

Portada del 10/12/1967, en la cual se publicó el reportaje sobre la vida de los esquimales en la época navideña. (Foto: Hemeroteca PL)

Portada del 10/12/1967, en la cual se publicó el reportaje sobre la vida de los esquimales en la época navideña. (Foto: Hemeroteca PL)

Para las familias esquimales que vivían en los confines norteños del Canadá Ártico, cerca de bahía de Pelly, las Navidades eran portadoras de los días más alegres y gratos del año. A pesar de que en esta época, el sol invernal apenas asoma unos instantes.

La tribu se dedicó  a construir una catedral hecha de hielo con capacidad suficiente para albergar a varias familias. La  tradición era que los  pobladores que  llegaban primero a la aldea empezaban  a trabajar en su edificación.

Al llegar más esquimales en trineos, los cuales eran  tirados por perros, debían ayudar  a levantar un círculo de cinco iglúes (chozas redondas de hielo de los esquimales), para iniciar la catedral; esto aumentaría las manos para la  construcción.

La catedral fue construida como una casa de nieve grande, con las paredes gradualmente inclinadas hacia dentro el iglú central; servía como una especie de plataforma para las últimas etapas de la construcción de la catedral. Por último, las paredes convergían para formar un domo o cúpula de bloques de nieve de unos tres metros de altura.

Inhóspita región

A la  bahía de Pelly pocos hombres occidentales se acercan para observar dicho obra de arte edificada de hielo.  A excepción de los misioneros, empleados de las compañías, miembros de la Policía Montada y algunos científicos, quienes eran los únicos que veían dicha obra de arte.

En 1967, en la  bahía se encontraba una misión a cargo del padre Franz Van de Velde, la cual servía  para albergar a los cuarenta cazadores esquimales y sus familias que llegaba el día de Navidad.  El misionero belga se convertía  en un verdadero Santa Claus para sus feligreses y con su larga barba y sus vestiduras eclesiásticas daba la misa.

Construir en el remoto lugar era completamente cooperativo: unos hombres cortaban los bloques de hielo, otros los transportaban hasta el lugar en que se usarían, otros trabajaban como “albañiles” o de arquitectos. Cuando la cúpula está terminada, el iglú que había servido de plataforma se destruía  y las mitades que miraban  hacia dentro de los cinco pequeños iglúes se cortaban.


Casa de nieve

De esta manera quedaba una gran casa de nieve en forma de cúpula con cinco “habitaciones” dentro de su perímetro. La edificación era lo bastante grande para albergar a toda la población esquimal de la región, que acudía  durante las Navidades, sirviendo a la vez de templo de oración.

El edificio era inmediatamente ocupado y los preparativos continuaban durante uno o dos días más.

Las mujeres preparaban las comidas comunes para todos, aportando cada familia carne de caribú (tan difícil de cazar), pescado, granos, té negro y algunas golosinas; todo era guardado para esa ocasión. Los hombres levantan un Altar.

Algarabía

La llegada del padre Van Develde constituía un verdadero acontecimiento. Los  esquimales lo abrazaba y besaban y bailaban alrededor de él. Para ellos, era el símbolo de la Navidad. La luz temblorosa de las linternas de aceite y de las velas, era la única señal de vida en miles de kilómetros alrededor.

También se encendía  una luz que brilla fuera del edificio de hielo, en honor de Jesús, que pronto estaría  presente en el Sacramento.

Un profundo silencio reinaba cuando el sacerdote se encamina al Altar, acompañado de sus acólitos, se puso las vestiduras sagradas sobre sus ropas, y comenzó la Misa. Todos se arrodillaron. Luego recibieron la Comunión mientras cantaban los villancicos navideños y todos conocían bien la historia de la Natividad.

Después de la comida de la Navidad, a la que todos contribuyen con los alimentos, organizaron carreras de perros y otros juegos que se realizan en el exterior.

Al culminar la actividad todos regresaban al interior del edificio construido de hielo, donde oían música y bailan y contaban viejas historias de aparecidos que tanto les gustan.

Así pasan las Navidades en bahía de Pelly: los esquimales que  participaban en rezos, ayunos y risas y la inmensa alegría de estar reunidos en la  fría catedral  que habían construido.

Medio siglo después, la tradición continúa en estas gélidas tierras de los esquimales canadienses.

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