Pero los expertos afirman que la rápida y eficiente campaña de vacunación del país —solo Israel, Emiratos Árabes Unidos y Seychelles han vacunado a una proporción mayor de su población— dio a los chilenos una falsa sensación de seguridad y contribuyó a un fuerte aumento de nuevas infecciones y muertes que ahora sobrecarga el sistema de salud.
El aumento de los casos, incluso cuando más de un tercio de la población chilena ha recibido al menos la primera dosis de una vacuna para la COVID-19, sirve de advertencia para otros países que esperan que las campañas de vacunación pongan fin rápidamente a la era de las fronteras cerradas, las economías bajo asedio y el distanciamiento social. El aumento de los casos desencadenó una nueva serie de estrictas medidas de confinamiento que han restringido la movilidad de casi 14 millones de personas.
“Cuando las tasas de transmisión son altas, la vacuna no frena de inmediato las nuevas infecciones”, dijo Denise Garrett, epidemióloga del Instituto de Vacunas Sabin en Washington D.C. “Y con las nuevas variantes, que son más contagiosas, no es probable que veamos un gran impacto hasta que la gran mayoría de la población esté vacunada”.
La gravedad de la crisis en Chile se hizo evidente el domingo, cuando el presidente Sebastián Piñera pidió al Congreso que retrasara seis semanas la votación prevista para principios de abril para elegir a los representantes que redactarán una nueva Constitución y a otros funcionarios.
“Proteger la salud de todos nuestros compatriotas ha sido siempre nuestra primera prioridad”, dijo Piñera en un comunicado el domingo, y argumentó que el estado actual de la pandemia no era propicio para celebrar un proceso de votación “democrático, participativo y seguro”.
Aunque más de seis millones de los 18 millones de personas del país han sido vacunados, un aumento de los contagios ha dejado a las unidades de cuidados intensivos operando con pocas camas de sobra y el sistema en un punto límite.
La semana pasada, Chile registró 7626 nuevos casos de COVID-19 en un solo día, un récord, y el ritmo de nuevas infecciones se ha duplicado en el último mes. El principal hospital de la ciudad costeña de Valparaíso tuvo que abrir durante el fin de semana una nueva morgue, porque la que tienen está desbordada. Los funcionarios de salud de Chile identificaron casos de nuevas variantes que se detectaron por primera vez en Reino Unido y Brasil.
Francisca Crispi, presidenta regional en Santiago del Colegio Médico de Chile, afirmó que entre el 20 y el 30 por ciento de los profesionales de la medicina en el país han pedido licencia porque están muy agotados. Muchos tienen problemas de salud mental e ideaciones suicidas, añadió.
“Nadie duda que el proceso de vacunación ha sido un gran éxito”, dijo. “Pero se transmitió un falso mensaje a la ciudadanía de que, como ya estamos vacunando, se acaba la pandemia”.
El gobierno se precipitó al reabrir sus fronteras en noviembre y al suavizar las restricciones a los negocios, dijo Crispi. En enero, después de restringir fuertemente el flujo de personas a través de las fronteras provinciales, el país creó un sistema de permisos para que los chilenos se fueran de vacaciones de verano.
“No hubo un control y trazabilidad efectivos de las personas que llegaron al país”, dijo Crispi. “Muchas personas salieron de vacaciones fuera del país. Eso fue una medida muy equivocada”.
Pronto, Chile también permitió la reapertura de gimnasios, iglesias, centros comerciales, restaurantes y hasta casinos. Incluso cuando los expertos pidieron precaución, el gobierno se aferró a su plan de reabrir las escuelas el 1 de marzo.
A medida que la gente empezaba a moverse y a consumir con mayor facilidad, los médicos empezaron a preocuparse, sobre todo porque el gobierno no disponía de un sistema eficaz de rastreo de contactos.
“Esta situación la veíamos venir”, dijo Claudia Cortés, especialista en enfermedades infecciosas que dicta clases en la Universidad de Chile y ha estado tratando pacientes con COVID-19 en una clínica privada de Santiago. “Más de cuatro millones de personas se movieron a lo largo del país, lo cual hizo que la infección, que estaba concentrada en lugares grandes, se distribuyera por todo el país”.
El ministro de Salud, Enrique Paris, ha defendido el sistema de permisos para vacacionar pero reconoció que el gobierno debió haber sido más enfático al transmitir que el virus seguía siendo una gran amenaza cuando los chilenos se pusieron más displicentes en cuanto al uso de cubrebocas y las reuniones.
“El error quizás fue no haber tenido una comunicación de riesgo evidente para darle a la gente que tomó ese permiso la instrucción necesaria”, dijo a principios de marzo.
Varios otros países de la región están teniendo dificultades para detener los contagios. En Brasil, los hospitales de varios estados tienen lista de espera para atender a los pacientes gravemente enfermos. Los médicos de Paraguay dicen que enfrentan escasez de medicamentos básicos cuando el virus avanza con velocidad.
Chile se encuentra mejor preparado que cualquiera de sus vecinos para controlar al virus. Rodrigo Yáñez, alto funcionario del ministerio de Exteriores que supervisó el programa de procuración de vacunas, dijo que Chile había logrado asegurar una gran cantidad de dosis poco después de que empezó la fabricación al actuar de manera decisiva y anticipada.
El gobierno ha recurrido sobre todo a la vacuna CoronaVac de fabricación China y a la de Pfizer, pero también ha hecho pedidos de otros proveedores para aumentar el ritmo de vacunación.
Yáñez dijo que la campaña del gobierno para animar a los chilenos a vacunarse había sido efectiva para reducir el porcentaje de personas que en las encuestas de opinión pública se mostraron reticentes a las vacuna.
“Esperamos que el efecto de las vacunas se sienta para mediados de abril”, dijo en una entrevista.
Pascale Bonnefoy reportó desde Santiago. Ernesto Londoño reportó desde Río de Janeiro. Ernesto Londoño es el jefe de la oficina de Brasil, con sede en Río de Janeiro. Antes fue integrante del Consejo Editorial y, antes de unirse a The Times en 2014, reportó para The Washington Post. Pascale Bonnefoy reportó desde Santiago. Ernesto Londoño reportó desde Río de Janeiro.