Tras investigar el crimen, el tribunal citó a las ratas a presentarse al juicio.
BBC NEWS MUNDO
Por qué durante siglos en Europa hubo juicios contra cerdos y ratas
En 1522, en la población de Autun en Francia, los aldeanos acudieron a la corte eclesiástica en busca de justicia: las ratas se habían comido sus cultivos de cebada.
Un funcionario fue enviado al área en la que se creía vivían los roedores delincuentes y les leyó en voz alta la solemne declaración.
La corte nombró a un joven abogado llamado Bartolomée Chassenée como defensor de las ratas.
Cuando las acusadas no se presentaron al juicio, Chassenée argumentó que la notificación de actos procesales no había sido apropiada pues el caso “ponía en juego la salvación o ruina de todas las ratas”, de manera que todas -no sólo las de la aldea- debían ser notificadas.
A pesar de que los sacerdotes de todas las parroquias de la diócesis de Autun citaron a todas las ratas, ninguna se presentó en la corte en la siguiente fecha.
Chassenée argumentó que, como estaban dispersas por el campo, necesitaban más tiempo para hacer el viaje al tribunal, así que le concedieron otro retraso.
Cuando llegó el día, el abogado explicó el motivo de la ausencia de los roedores, reclamándole a la corte toda la protección de la ley a sus clientes en su camino al tribunal pues, aunque querían presentarse, temían ser atacadas por gatos hostiles y no se podía esperar que pusieran en riesgo sus vidas para cumplir con la cita.
Cuando eso no funcionó, Chassenée apeló al sentido humanitario de la corte: no era justo castigar a todas las ratas por los crímenes de unas pocas.
“¿Qué puede ser más injusto que estas proscripciones generales que destruyen indiscriminadamente a aquellos a quienes los tiernos años o la enfermedad les hace incapaces de ofender?”.
El vicario, quizás conmovido por las palabras de Chassenée o de pronto simplemente agotado por sus objeciones, aplazó el procedimiento indefinidamente.
Suena absurdo pero ese juicio efectivamente tuvo lugar, así como muchos similares entre los siglos IX y XIX.
Desde los topos que fueron excomulgados en el Valle de Aosta, Italia, en el año 824, hasta el perro que fue sentenciado a muerte en Suiza en 1906, no todos los animales tuvieron la suerte de las ratas cuando enfrentaron la justicia.
Estos dos casos son el primer y el último registrados por el lingüista estadounidense Edward Payson Evans (1831-1917) quien encontró documentos de más de 200 juicios contra animales en casi todos los países de Europa continental, así como casos aislados en Reino Unido, Brasil, Canadá y Estados Unidos.
Se calcula que hubo muchos más, de los que no quedó evidencia física, pues la práctica era común. Y se extendió hasta después de que Evans terminara de escribir su libro.
La mayoría de los acusados eran cerdos, pues los dejaban correr libremente por las calles de las aldeas medievales por lo que a menudo se metían en problemas especialmente con niños pequeños.
Pero también hay expedientes de procesos en cortes eclesiásticas y laicas contra asnos, toros, gallos…
¡Todo un milenio!
Mientras los intelectuales debatían si era apropiado considerar a los animales responsables de sus crímenes y críticos como Tomás Aquino argumentaban en su contra, hay evidencia histórica de que las comunidades se tomaban estos juicios en serio.
Tanto, que se practicaron durante al menos mil años.
De hecho, los litigios costaban mucho dinero: había que contratar abogados defensores para el animal; mientras el acusado estaba detenido tenía que se alimentado y si era condenado a muerte, la comunidad le pagaba al verdugo de su bolsillo
Por ello, estudiosos de varias disciplinas no desestiman los procesos como un pie de página divertido de la historia o una costumbre irracional del pasado.
Antes del siglo IX
La historia de los juicios a los animales es aún más larga.
En la Acrópolis de Atenas había un palacio de justicia conocido como pritaneo en donde -entre otras cosas- se juzgaban no sólo animales sino también objetos inanimados como estatuas o pilares.
El experto en clásicos Walter Woodburn Hyde estudió las referencias a estos juicios y cuenta que cumplían todos los requisitos procesales: tenían lugar al aire libre para que los jueces no se contaminaran con la polución moral que emanaba del acusado; si lo consideraban culpable, la corte emitía una orden de exilio del objeto o animal.
En un caso, un niño murió cuando lo alcanzó una jabalina mientras miraba a un lanzador practicar en el gimnasio. Una corte debió determinar si la culpa era del niño, el hombre o la jabalina. Sólo en el caso de que fuera la jabalina, el juicio se haría en el pritaneo.
Según Hyde, los juicios eran necesarios para restaurar el “equilibrio moral” de la comunidad.
Para los griegos, la culpa y el castigo tenían que ser atribuidos a alguna persona, animal o cosa, pues si no las Furias -los espíritus vengadores del muerto- traerían infortunios a la comunidad.
Visión del mundo
Hyde encontró ejemplos de casos judiciales en muchas sociedades de varios lugares del mundo contra objetos inanimados que iban desde árboles y flechas hasta glaciares, por el daño que le causaban a los valles.
Ejemplos como esos y los de los animales son expresiones dicientes de los cambios en nuestra visión del mundo y nuestra relación con la naturaleza.
“Uno tiene que preguntarse cómo era posible que pensaran de esa manera”, le dijo a la BBC Anil Seth, del Centro Sackler para la Ciencia de la Conciencia, de Sussex, Inglaterra.
“¿Cómo podían atribuirles a los animales ese tipo de responsabilidad moral?”, se pregunta y apunta que juicios como el de las ratas en Autun convivieron con las corrientes racionalistas y empiristas del siglo XVII.
“El contraste es muy marcado. El filósofo René Descartes era muy reacio a conceder cualquier vestigio de conciencia o atributo mental a algo que no fuera humano”.
“Los animales eran una especie de máquinas bestiales, artilugios biológicos sin ningún tipo de vida interior”.
“Sólo los humanos tenían mentes racionales”.
Esa forma de pensar al final marcó la pauta y nuestra relación con los animales cambió dramáticamente.
Lo curioso es que esas comunidades de antaño, aunque fueron muy lejos, abordaban la relación con los animales de un manera a la que estamos retornando, señala Seth.
“Estamos volviendo a atribuirles a los animales estados mentales, percepción consciente; estamos volviéndonos más sensibles al dolor que sienten, dándonos cuenta de que la brecha no es tan grande entre nosotros”.
Claro que no llegaríamos tan lejos como para llevarlos a juicio…
¿O quizás sí?
Hoy en día, los perros han reemplazado a los cerdos de los juicios medievales.
Y los delincuentes de cuatro patas más comunes son los pit bulls.
Uno de esos casos inspiró al abogado neoyorquino Richard Rosenthal y a su esposa Robin Mittasch a fundar el Proyecto Lexus, “Defensa legal para todas las razas”.
Así describen sus inicios:
“En octubre de 2009 una perra de raza galgo inglés llamada Lexus, tras ser declarada 'perra viciosa', estaba en el corredor de la muerte en un refugio de Rhode Island esperando a que la mataran”.
“¿Su crimen? Cuando la dejaron suelta en un parque de perros obedeciendo a sus instintos mató a un cachorro de Pomerania. (Los perros pequeños y de pelo largo son percibidos por muchos galgos como presas)”.
“La perra fue detenida y su propietario asistió a la audiencia sin asistencia legal y el juicio allanó el camino para su ejecución”.
Lexus fue liberada tras una lucha legal. Desde entonces, Rosenthal ha defendido a al menos 70 perros.
El abogado de las ratas
Chassenée se ganó la reputación de ser muy buen abogado gracias al juicio contra las ratas en Autun.
Eventualmente, se convirtió en el primer presidente del Parlamento de París y jugó un importante rol en el desarrollo del pensamiento legal francés del siglo XVI.
Siguió defendiendo grupos vilipendiados, como a una familia de campesinos a la que salvó de morir en la hoguera luego de que la Iglesia la acusara de herejía.
Se dice que Chassenée murió envenenado con un ramillete de flores en 1541.