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¿Cómo sobrellevan la cuarentena del coronavirus los trabajadores de la economía por encargo?

Conozca a algunos de los millones de personas en Nueva York, un jornalero, asistente de producción y propietario de un negocio de catering, que han visto que su trabajo independiente y basado en eventos se agota.

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Josh Taylor en la casa de su abuela en el Bronx. Su trabajo como asistente de producción desapareció. (Foto Prensa Libre: The New York Times)

Josh Taylor en la casa de su abuela en el Bronx. Su trabajo como asistente de producción desapareció. (Foto Prensa Libre: The New York Times)

Sin embargo, por lo general eso no es una opción para los 1,4 millones de neoyorquinos que trabajan de forma independiente, saltando de proyecto en proyecto o para quienes se dedican a la economía de trabajos por encargo a través de aplicaciones como Lyft y Wag. Gran parte de sus labores se han interrumpido, y es posible que no tengan derecho a subsidios por desempleo ni cobertura de seguros médicos.

Desde un proveedor de servicios de banquetería cuyo negocio, que depende de los eventos, perdió los próximos dos meses de reservaciones hasta un asistente de producción que espera que su trabajo de entregas a domicilio de alimentos le permita seguir pagando las cuentas, los trabajadores han tenido que adaptar sus rutinas —a veces de forma drástica— mientras lidian con la incertidumbre económica. Estas son sus historias:

“Es un círculo de preocupaciones. No hay palabras”.

Boyvi, 35 años

Boyvi, un jornalero nativo de Guatemala, no ha tenido un trabajo de construcción desde hace casi tres semanas.

Incluso antes de que el gobernador Andrew Cuomo ordenara la clausura de las obras de construcción residenciales y comerciales, el jefe de Boyvi empezó a bajar el flujo de trabajo. Al principio, les redujo gradualmente las horas; luego, le dijo a la cuadrilla que ya no eran necesarios en el sitio de la obra. Ahora Boyvi y otros trabajadores esperan retomar la construcción de un edificio residencial de 30 pisos en Manhattan. Sin embargo, sus finanzas no pueden esperar hasta ese momento.

“Hay cuentas que pagar”, dijo Boyvi. “Hay demasiadas preocupaciones”.

Boyvi ha contactado a otros empleadores que de vez en cuando lo llaman para trabajos esporádicos de construcción, pero la respuesta siempre es la misma: no hay nada disponible.

A Boyvi, quien está viviendo ilegalmente en el país y cobra en efectivo, le preocupa no poder optar a ningún tipo de asistencia federal. Gastó el resto de sus ahorros en víveres que supone que le durarán una semana. Luego de eso, no está seguro de cómo comerá y pagará su parte de la renta del apartamento de cuatro habitaciones que ocupa con otros cuatro familiares en Brooklyn. En total, sus gastos mensuales suman 2000 dólares.

“Esta es la ciudad más cara del planeta”, dijo.

Si se llegara a enfermar de COVID-19, no tiene idea de cómo pagaría las facturas del hospital. Boyvi, como la mayoría de los inmigrantes ilegales, no tiene seguro médico.

“Es un círculo de preocupaciones. No hay palabras”, afirmó. “Estoy atrapado en la casa. Es como un trauma de todas estas cosas acumulándose”.

Para ayudar a trabajadores como Boyvi en medio de la epidemia, Workers Justice Project, una organización establecida en Brooklyn que representa a jornaleros y empleadas domésticas, ha creado un fondo de ayuda para donaciones.

“Debería estar encerrado. Estoy ganando dinero, pero me preocupa más que mi abuela se enferme”.

Josh Taylor, 26 años

En los últimos años, Taylor ha conseguido trabajo estable como asistente de producción en películas y televisión. Forma parte de ese ejército de veinteañeros con portapapeles y radios que vigilan equipos o alejan a los peatones de las locaciones de filmación. Eso cambió hace unas pocas semanas cuando empezaron a suspenderse las producciones en la ciudad.

Aunque siempre tuvo trabajos eventuales paralelos para ganar dinero adicional, ahora solo puede recurrir a uno: andar en bicicleta por las calles vacías de Manhattan haciendo entregas para Uber Eats por las noches. Las propinas han sido buenas, pero no logran aliviar la ansiedad que siente cuando regresa a su casa, cerca del Yankee Stadium, donde ha estado viviendo con su abuela de 80 años para ahorrar dinero.

“Debería estar encerrado”, dijo Taylor. “Intento mantener la distancia ya que me la paso afuera todos los días. Estoy ganando dinero, pero me preocupa más que mi abuela se enferme”.

Taylor empezó en el trabajo de producción siendo adolescente, cuando su hermana, que estaba trabajando en una película de “El hombre araña”, le preguntó si le interesaba convertirse en un asistente como ella. Todo salió bien y en pocos años ya tenía trabajo estable en producciones de la NBC, Comedy Central y Netflix.

Pero hace tres semanas, el trabajo se esfumó. “No creo que nadie esté trabajando justo ahora”, afirmó.

Una de sus ocupaciones informales —pasear perros— también desapareció por la misma época. “Así que me dediqué a mi otro trabajo que es entregar comida para Uber Eats”, dijo. “Estoy preocupado, pero me he dado cuenta de que ahora, cuando me acerco al centro de la ciudad, no hay prácticamente nadie afuera. Uso guantes quirúrgicos. No abrazo ni “choco los cinco” con nadie. Mantengo mi distancia y no interactúo con las personas”.

Jennifer Abbate está luchando por mantenerse al margen de la deuda. Una compañera de cuarto se mudó de su apartamento de Park Slope, llevándose las toallitas Clorox con ella. Crédito … Annie Tritt para The New York Times

“Con esta situación del coronavirus me he dado cuenta de cuán fácil puede ser que tenga problemas para llegar a fin de mes”.

Jen Abbate, 36 años

Cuando Jen Abbate se divorció de su esposo hace cuatro años, se quedó con el apartamento de dos habitaciones que compartían en Park Slope. Abbate, profesora en una escuela privada cercana en Brooklyn, sabía que iba a ser difícil conseguir los 3000 dólares mensuales de renta, por lo que se buscó un compañero de piso. Luego, empezó a realizar trabajos esporádicos paralelos, dando clases particulares y cuidando niños para poder llegar bien a final de mes. Finalmente, tuvo que buscar un segundo compañero de piso.

“Incluso compartir los gastos con una persona no es suficiente si intentas vivir en la ciudad de Nueva York”, dijo Abbate.

Hace una semana, una de las compañeras de piso de Abbate se mudó sin dar muchas explicaciones, y se llevó las toallitas desinfectantes Clorox que Abbate había comprado para el apartamento, aunque luego contribuyó con su parte de la renta de abril. Y si bien Abbate está agradecida porque su escuela sigue pagándole su salario, su ansiedad por el futuro incierto es estremecedora, especialmente desde que sus trabajos paralelos desaparecieron.

“Mi divorcio alteró mis finanzas y apenas ahora estaba recuperándome de eso”, comentó. “Con esta situación del coronavirus me he dado cuenta de cuán fácil puede ser que tenga problemas para llegar a fin de mes. Sin esos trabajos extras, no tengo seguridad. Tengo 36 años y tengo esta vida llena de compañeros de piso y trabajos paralelos que nunca pensé que tendría a esta edad”.

En marzo, Abbate empezó a reducir gastos en cualquier cosa que fuera un lujo, incluyendo su membresía del gimnasio, Hulu y Netflix. Sin embargo, padece de problemas autoinmunes, por lo que, por ahora, seguirá pagando su cuota de membresía en un grupo médico de 100 dólares.

Lo peor es que no tiene idea de cuánto tiempo durará esto. Presentó una solicitud para recibir ayuda federal con un acuerdo de morosidad de préstamo estudiantil y espera ahorrar 450 dólares mensuales en pagos a partir de mayo, aunque al final tendrá que reponer los pagos pospuestos. Aun así, se pregunta si su casero se relajará con la renta, si esto llega a alargarse.

“Mi preocupación más grande es volver a tener deudas personales”, afirmó. “Desde que he trabajado medio tiempo dando clases particulares y cuidando niños, he sido capaz de ganar lo suficiente como para no tener deudas en las tarjetas de crédito. Con 36 años, me gustaría tener dinero para mudarme a vivir sola y fondos de emergencia para una situación como esta”.

El negocio de catering de David Kirschner estaba floreciendo, pero todos los eventos para los que estaba reservado fueron cancelados. Crédito: Annie Tritt para The New York Times

“En estos momentos, estamos ante un agujero de ingresos nulos”.

David Kirschner, 35 años

Luego de cinco años dirigiendo dineDK, un negocio de banquetería de alto nivel, desde su casa en Hoboken, Nueva Jersey, David Kirschner pensó que este sería su gran año. Junto a una plantilla de chefs independientes y experimentados, ha trabajado con clientes para crear experiencias culinarias únicas que van desde cenas íntimas en casa para una pareja hasta banquetes para 200 personas. El negocio iba tan bien que Kirschner estaba negociando el alquiler de un espacio de 167 metros cuadrados en el centro de Jersey City que habría tenido un estudio culinario con una gran cocina, así como un espacio para eventos, todo bajo el mismo techo.

Pero tras ver desaparecer al menos sus próximos dos meses de eventos por culpa de los cierres relacionados con el coronavirus, está usando los 30.000 dólares que iba a usar como depósito de seguridad para mantener a flote su negocio.

“Somos una agencia de eventos”, dijo Kirschner. “Ahora enfrentamos decisiones difíciles. ¿Qué hacemos si esta recesión económica afecta nuestra capacidad para avanzar? Las fiestas ya se han pospuesto hasta junio o julio. En estos momentos, estamos ante un agujero de ingresos nulos”.

Kirschner y su esposa, Allison, una asistente de elenco independiente, creían que este año les traería estabilidad financiera, pero en vez de eso han tenido que recurrir a sus ahorros. Se han apretado el cinturón y han renunciado a la niñera que solía ir dos veces por semana a ayudarles a cuidar a Ava, su bebé de 21 meses.

“En ese escenario, básicamente me acabaría cada dólar de lo que tengo”.

Yulan Grant, 26 años

Yulan Grant solía pasar la mitad de su semana ganando 25 dólares la hora como encargada de obras de arte en el New Museum, donde transportaba cuidadosamente piezas pesadas de arte contemporáneo. Pero sus días en las galerías, salas de exposiciones y museos terminaron a principios de marzo, y con ellos, parte de sus ingresos.

Grant no ha puesto un pie en una galería de arte en más de tres semanas.

“Simplemente no podemos trabajar”, afirmó Grant, quien ha tenido problemas respiratorios desde que era una niña en Jamaica. “Es realmente peligroso para nosotros trabajar en este momento. Si te estás ocupando de una pieza que requiere más de una persona —como la mayoría— no puedes practicar el distanciamiento social”.

Además de su trabajo en el museo, Grant ha estado complementando sus ingresos trabajando como DJ. Bajo el alias SHYBOI, Grant mezcla techno, house y música soca en locales nocturnos de Brooklyn y sale de gira al extranjero, donde también toca en festivales. Pero como los clubes se han visto obligados a cerrar, los festivales se han cancelado o pospuesto y se han decretado restricciones de viaje a nivel mundial, Grant ha perdido otra fuente de ingresos.

Se suponía que Grant iba a estar de gira en Europa hasta abril, lo que le habría dejado una ganancia de 5000 dólares.

Sus preocupaciones van más allá de saber cómo pagará sus cuentas si la cuarentena se extiende. Incluso después de eso, Grant teme lo que le pasará a los clubes nocturnos y a las galerías cuando terminé la pandemia.

“Es complicado porque no se ve ningún ingreso en el futuro cercano”, dijo Grant. “Nadie sabe cuándo volverán a abrir los museos y galerías. No sabemos cuándo volverán a abrir los clubes o, especialmente en Nueva York, si serán capaces de sobrevivir a estar cerrados por más de un mes”.

Grant afirmó que tiene ahorros para pagar dos meses de renta, alimentos y otros gastos fijos. Luego de eso, no sabe qué hará. “En ese escenario, básicamente me acabaría cada dólar de lo que tengo”, mencionó.