Michael Caputo, responsable de relaciones públicas del Departamento de Sanidad, no aguantó más la presión y aireó el domingo 13 de septiembre en un video de Facebook con amigos una teoría en diversas formas que lleva ya tiempo en círculos ultraconservadores.
“Mi salud mental está fallando. Las sombras del techo ¡Las sombras son tan alargadas! (…) El problema es que en Washington no puedo llevar un arma (…) Si pueden portar armas, compren munición, señoras y señores, porque va a ser difícil conseguir”, explica Caputo con el semblante perdido desde el porche de su casa en Buffalo (Nueva York) y que cuando una camioneta negra pasa cerca y le grita “¡cerdo!” está apunto de perder el control.
Caputo, que ha pedido disculpas y achacó su comportamiento al peso del trabajo durante la pandemia y al acoso al que le someten por su rol en la Administración Trump, dijo que hay científicos dentro del Gobierno instigando la “sedición” y “bandas” de izquierdistas que están preparando una insurrección armada tras las elecciones.
La pataleta de Caputo no hace más que amplificar comentarios del presidente Donald Trump, quien ha dicho en referencia al Partido Demócrata: “están utilizando el COVID para robar las elecciones, están usando el COVID para defraudar a los estadounidenses en unas elecciones justas”.
La pasada semana la publicación conservadora The Federalist opinaba que “los últimos tres meses de disturbios y saqueos por parte de los Antifa y los Black Lives Matter han sido de alguna manera nada más que un ensayo de lo que la izquierda tiene planeado en noviembre”.
Mark Levin, un locutor conservador cuyo programa es escuchado por más de 10 millones de personas, aseguró la semana pasada que si Trump es reelegido en noviembre “va a desempolvar la ley de insurrección”, que permite el uso de las Fuerzas Armadas para reestablecer el orden interno.
“La tendrá que usar para acabar con el enemigo: antifa y los Black Lives Matter“, a los que llama “traidores” que quieren “derribar el gobierno”.
Este influyente comentarista es una de tantas voces dentro de los ultraconservadores que repite un mensaje que se vuelve viral a diario en Facebook o en plataformas alternativas, donde la realidad se transfigura en una conspiración constante.
El mensaje de la supuesta insurrección “marxista” se complementa con los golpes en el pecho de grupos de ultraderecha que llaman a responder con las armas contra el “enemigo”, algo para lo que las protestas de Portland (Oregon) y Kenosha (Wisconsin), donde fallecieron a tiros dos manifestantes pro-Black Lives Matter y un simpatizante de Trump, sirvieron de aperitivo.
La demonización de la izquierda
Trump y sus más fieles califican de “izquierda” a todo lo que suponga algún tipo de oposición. Así han etiquetado al candidato demócrata a la Presidencia, Joe Biden, y a su compañera de fórmula, Kamala Harris, pese a que el historial y propuestas de ambos no suele ser enarboladas por la izquierda estadounidense.
El presidente no pierde ocasión para deslizar que Biden está manipulado por la facción más socialdemócrata de los demócratas, que Trump cataloga como “izquierda radical” y “anarquistas”, pese a que, salvo algunos grupos que han participado en las protestas callejeras, ningún político en la esfera nacional podría calificarse en tales términos, según datos de Voteview, que analizan el espectro ideológico
Trump, por su parte, no ha hecho nada por intentar acercar posturas durante las protestas y disturbios contra la brutalidad policial y por la justicia social que comenzaron a finales de mayo con la muerte a manos de la policía del afroamericano George Floyd.
Del mismo modo, el mandatario ha dado alas a inexactitudes como que los incendios en Oregon son obra de los antifascistas o sigue sin desautorizar al movimiento conspiranóico QAnon, que cree que Trump está siendo atacado por un grupo secreto de la élite que abusa de menores y bebe su sangre para vivir más años.
Gregory Stanton, presidente de Genocide Watch, publicó la semana pasada un artículo en el que alertaba que QAnon, cuyas misteriosas teorías son lanzadas de una o varias fuentes anónimas y recogidas por decenas de miles de seguidores que les dan forma, es una copia casi exacta de los “Protocolos de los sabios de Sion”, un libelo ruso contra los judíos que sirvió al Nazismo para justificar pogromos y la persecución a ese pueblo.
Trump declara la victoria sí o sí
Trump ha repetido hasta la saciedad que si Biden gana las elecciones, algo que parecen indicar las encuestas, significará que las elecciones estaban amañadas, una acusación que no tiene precedentes en la democracia estadounidense y que podría desembocar en un serio choque legal e incluso en las calles.
Entre los analistas políticos a derecha e izquierda hay quienes opinan que si Biden no gana con un amplio margen, el resultado electoral estará en el aire y puede llevar al país a una tensión sin precedentes.
“Es obvio que Trump está abonando el terreno para declarar la victoria sin importar lo que pase”, explicaba Rahna Eptin, director del grupo progresista MoveOn en entrevita con el Daily Beast.
Según expresó este verano en el Congreso la profesora de la Universidad de Georgetown y experta en extremismos J.J. McNab, Estados Unidos se dirige de cabeza hacia una “tormenta perfecta” de resultados impredecibles, que podría replicarse en otros países.
“Entre los problemas con el control de armas, la agitación civil, el estrés al que se ha sometido al país por la pandemia mortal de coronavirus, las teorías de la conspiración, el sentimiento anti-prensa y un ciclo electoral altamente divisivo, el país está a un solo evento de gran escala de la violencia”, avisaba el experto.