La balacera, al parecer entre narcotraficantes, provocó que “todo el mundo corriera para entrar a la parroquia, y los que estábamos adentro no sabíamos lo que pasaba, había mucho pánico”, narró McDermott, cuya parroquia además desembolsa alrededor de US$900 en los sueldos de ocho guardias.
El muro, instalado dos meses después del incidente y que llega en algunos sectores a los seis metros de alto, protege el frente de la parroquia “de algún granadazo o una bala perdida” , cuenta el párroco sobre el paredón que ya luce los rastros de las balas.
A su vez, un semáforo fue ubicado a un lado del altar para indicar a los feligreses la situación en el exterior del edificio. Con la luz en verde la situación es normal, en amarillo indica que ha ocurrido un hecho violento o se han visto personas armadas en las últimas 24 horas en los alrededores, y en rojo cuando hay balaceras.
“Esta fue una idea muy buena del padre Scott, porque la verdad aquí se dan a cada rato las balaceras y así, con las luces (del semáforo) y la barda, nos sentimos más protegidos y está uno más a gusto en la misa”, dijo María del Socorro Aguilar, una viuda de 62 años que tiene por lo menos una década asistiendo a las misas dominicales.