Kumari y sus compañeros trabajan en el próximo número, sentados frente a una mesa llena de folios. “Ahora somos 70 reporteros” en el periódico Balaknama, que significa voz de los niños en hindi, declara con orgullo la adolescente.
“Buscamos la información, la verificamos y uno de nosotros la escribe. Una vez decidida la maquetación, enviamos todo a la impresión”.
El diario se alimenta de las historias cotidianas de las familias que viven en los cruces de carreteras, en las calles, y aborda temas tan delicados como el matrimonio de niños, la violencia sexual, la droga o la brutalidad policial.
La adolescente está convencida de que su labor da fruto. “Por ejemplo cuando un tipo, borracho, cambió de rumbo en cuanto vio que su comportamiento fuera de lugar con su mujer y sus hijos apareció en el periódico…”, cuenta Kumari riéndose.
Y lleva razón. Una de sus noticias, que contaba cómo unos policías utilizaban a los niños de la calle para evacuar de las vías férreas los cuerpos de las víctimas de accidentes o suicidios, obligó a las autoridades a intervenir.
Rebuscando entre la basura
Kumari creció con sus cinco hermanos y hermanas con un padre alcohólico y enfermo. Durante mucho tiempo pasaba las horas buscando objetos reciclables entre la basura, y a veces mendigando.
En 2010, la visita de una profesora de la oenegé Chetna a la cabaña en la que vivía le devolvió la esperanza.
“Me impresionó mucho cuando me habló de la importancia de la educación y de las oportunidades para los niños pobres como yo”, cuenta Kumari, que por la noche duerme en un refugio para personas sin techo.
Chetna, que trabaja con unos 10.000 niños de la calle, le propuso que se uniera al programa educativo y le habló del proyecto Balaknama.
Entonces asistió a un taller de periodismo y en unas cuantas semanas ya empezó a investigar y a hacer entrevistas.
“Podemos cambiar la forma en que la gente nos percibe expresando nuestros sentimientos y nuestras preocupaciones en el periódico”, explica Shanno, que asesora a los reporteros. Esta joven dejó su empleo en un taller textil para trabajar en la oenegé mientras sigue cursando estudios de asistenta social.
Hacerse oír
El periódico pasó de ser trimestral y con ocho páginas en 2002 a una tirada mensual de 10.000 ejemplares.
Encontrar fondos para financiarlo sigue siendo un desafío para Sanjay Gupta, director de Chetna. Los ingresos son escasos. “Vendemos el diario a dos rupias (tres céntimos de euro) pero poca gente lo compra…”, dijo a la AFP.
“Es una cuestión de mentalidad, la gente debe darse cuenta de que nuestro diario es un intento muy serio de que estos niños hagan oír sus voces. Es un instrumento perfecto para que ganen en autonomía”, añade. “Nuestro sueño es ver nuestro diario en los principales quioscos antes de cinco años”.
La mayoría de los lectores de Balaknama son los niños de la calle y sus padres. Como suelen ser analfabetos, se lo leen los reporteros como Kumari.
“Escuchan con interés. Están muy contentos y orgullosos de nuestro trabajo”, añade.
Chetna paga a Kumari los gastos de su labor de reportera. Ella sueña con terminar sus estudios y trabajar en una oenegé para ayudar a los pobres.
“Sabemos que ningún periódico importante se interesará por los temas que nos preocupan”, apunta. “Poder expresarnos es una inmensa oportunidad”.