La mañana del jueves último, el jefe de bomberos Travis Hots había adelantado que el balance aumentaría “sustancialmente” en el correr de la jornada, pero el viernes no confirmó ninguna nueva muerte. No obstante, reconoció que otros cuerpos fueron extraídos del barro, pero que permanecían a cargo de los médicos forenses y que sólo éstos podían anunciar oficialmente los decesos.
Entre las tragedias personales figura la de Natasha Huestis, cuya madre y su hija de cuatro meses, Sanoah Violet, forman parte de los muertos confirmados. La niña había sido dejada al cuidado de su abuela, cuya vivienda se encontraba en el camino del alud. Gary McPherson, de 81 años, leía el diario junto a su mujer Linda, de 69, cuando la catástrofe barrió su vivienda. Gary sobrevivió, protegido al parecer por la pesada silla de madera en la que estaba sentado, pero Linda falleció. “Antes de la llegada de los socorristas había podido hacer un hueco, por donde veía el cielo, y llamaba a mi madre, que estaba a su lado pero que nunca llegó a responderle”, comentó su hija Kate, de 38 años, al Los Angeles Times.
Medio centenar de casas quedaron devastadas por el barro, que también cortó una autopista y llevó consigo muchos vehículos. Las persistentes lluvias y el viento dificultaron el viernes las tareas de rescate.