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Elecciones en EE UU: ¿Desembocará el voto por correo en un ‘fraude masivo’?

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ha repetido una y otra vez: permitir el voto por correo alentaría el fraude y beneficiaría al candidato demócrata, Joe Biden.

(Foto Prensa Libre: AFP)

(Foto Prensa Libre: AFP)

Lo que parece claro es que, si hay un incremento en el número de papeletas enviadas por correo como consecuencia de la crisis de la COVID-19, esto planteará problemas logísticos y hará que el proceso de recuento de votos sea largo y complejo. En esta tesitura, a lo que habría que temer no sería al fraude, sino al retraso en el anuncio de los resultados. Y esto, a su vez, podría llevar a que el actual presidente tratara de sacar provecho de la situación política que se pudiera generar.

Así, las cuestiones que se plantean son dos: cómo funciona realmente el sistema de voto por correo en Estados Unidos y qué dificultades podrían surgir durante las elecciones del 3 de noviembre.

Normas electorales

Más allá de los problemas que puedan surgir a la hora de llevar las papeletas a las oficinas de correos, el mayor problema (y lo que más puede complicar las elecciones) será procesar dichas papeletas. Mientras que hay algunos estados (concretamente Colorado, Hawai, Oregón y Utah, a los que hay que sumar Washington DC) que tienen una larga experiencia en gestionar el voto por correo, la crisis del coronavirus hará que la mayoría de los estados tengan que situarlo por primera vez como una de sus prioridades. Sin embargo, según el Bipartisan Policy Center (BPC), algunos estados no han tomado las medidas adecuadas para afrontar un aumento de la demanda del voto por correo, como por ejemplo contratar suficiente personal electoral.

Cada estado dispone de sus propias leyes electorales, lo que incluye las relativas al recuento del voto por correo. Sin embargo, el requisito clave del sistema es la validación de la firma. En Estados Unidos no existe un documento nacional de identidad, y según un reciente estudio del Brennan Center for Justice de Nueva York, en torno al 11 % de los ciudadanos del país (más de 21 millones de personas) carecen de cualquier tipo de documentación con foto emitida por las autoridades, como por ejemplo un carnet de conducir.

El rompecabezas de verificar la firma del votante

Cuando se trata de verificar papeletas enviadas por correo, el primer paso es analizar la firma que está en el sobre. El objetivo es comprobar que dicha firma, que corresponde al votante, coincide con la que hay guardada de él de cuando se registró para votar. En algunos estados, estas bases de datos no han sido actualizadas y por tanto dicha firma guardada podría no corresponder con la actual del votante, que podría haber variado con el tiempo. Además, en ciertos estados se puede llegar a requerir otras medidas adicionales, como la firma de un testigo o incluso la de un notario.

Según el BPC, solo hay 20 estados que le notifican a los votantes si ha habido algún problema con el sobre de la papeleta (como que falte la firma o que esta no coincida con la guardada) y que posteriormente permitan subsanar cualquier problema relativo a la firma enviando un formulario al comité electoral de su condado (un proceso denominado curing).

En todo caso, la tasa de rechazo de papeletas por correo parece bajo. Según la Comisión de Asistencia Electoral de Estados Unidos, es inferior al 1 %. Sin embargo, un análisis del Washington Post sobre el voto en el estado de Georgia durante las elecciones legislativas de 2018 mostró que este porcentaje podía ascender al 3 %. Por su parte, el BPC situó este porcentaje en el 9,6 % en las elecciones primarias de Nueva Jersey de mayo de 2020.

Pero por pequeño que sea el porcentaje, éste afecta mayoritariamente a las minorías y a las personas que votan por primera vez, que en ambos casos suelen apoyar a los candidatos demócratas. En este sentido, es importante recordar que en las elecciones de 2016 Trump ganó en tres estados (Pennsylvania, Wisconsin y Michigan) por menos de 80.000 votos.

El segundo paso del proceso viene cuando se sacan las papeletas de los sobres, se ordenan y se agrupan, en ocasiones usando un escáner. Estas máquinas de “alta velocidad de tabulación” consiguen que el recuento se haga más rápido, pero aún así el proceso tiene una parte manual que sigue consumiendo mucho tiempo. Para asegurarse de que el recuento se hará en plazo, algunos estados (Arizona, Colorado, Florida, Georgia, Iowa, Minnesota, Nevada, Carolina del Norte, Ohio y Texas) permitirán que estas papeletas se cuenten antes del día de las elecciones. Pero otros 15 estados, entre los que se cuentan Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, tendrán que esperar al 3 de noviembre para empezar a contarlas. En cualquier caso, el recuento total de voto debe estar hecho para el 14 de diciembre, fecha en que se nombrará al futuro presidente.

(Foto Prensa Libre: Twitter-Donald J. Trump)
Un tweet de Donald Trump sobre el voto por correo.

Al contrario de lo que afirma Trump, el riesgo no está en el fraude, sino en cuestiones logísticas y en otras relativas a las leyes estatales aplicables. Además, para que el fraude pudiera tener un verdadero impacto en las elecciones tendría que ser masivo y estar organizado, lo que lo haría plenamente visible.

Para tranquilizar a los votantes, algunos estados como Carolina del Norte han implantado un sistema de rastreo que permite consultar el estado de tu papeleta, como quien consulta la localización de un envío por correo. Y para evitar el riesgo de que alguien vote dos veces, algunos estados permitirán que se tenga en cuenta un voto provisional mientras se decide si el voto por correo enviado es o no válido. El llamamiento del presidente a sus seguidores a que voten dos veces para probar la fiabilidad de este sistema no es sino un intento de embarrar la situación.

El suspense y la tensión que seguirán al día de las elecciones

Por todo ello es posible, o incluso probable, que no tengamos resultados definitivos ni en la noche electoral ni en la mañana del 4 de noviembre. Pero podemos dar por hecho que sí habrá resultados no oficiales esa noche.

Los resultados provisionales suelen basarse en los resultados dados por los distritos electorales, y es muy probable que sean mucho menos fiables que en elecciones anteriores. Es el escenario más probable en la medida en que, según el BPC, entre el 50 % y el 70 % de dicho voto podría ser por correo. La mayoría de estas papeletas respaldarían al candidato demócrata, especialmente en los estados clave. Según Fox News, en un estado tan decisivo como Florida, el 47,5 % del voto por correo irá a los demócratas y solo el 32 % a los republicanos. En Pennsylvania y Carolina del Norte los demócratas conseguirían el triple de voto por correo que los republicanos. Solo Michigan supondría una excepción en este sentido, ya que allí la mayoría de su voto por correo iría a los republicanos.

Si estos números se mantienen, es probable que los primeros resultados arrojen unas cifras de apoyo a los demócratas inferiores a las reales. Y en ausencia de un resultado claro en la noche electoral, Trump podría intentar proclamarse vencedor y tachar como fraudulentos los votos pendientes de recuento, que en su caso le darían la victoria a Biden.

El pasado mes de junio, el Transition Integrity Project, un grupo de académicos, periodistas, analistas políticos y antiguos gestores públicos simularon una serie de escenarios. Su conclusión fue que solo una victoria arrolladora de Biden permitiría un traspaso de poder relativamente ordenado. El resto de los escenarios implicaban crisis políticas graves e incluso posibles estallidos violentos en las calles. Así, mientras Trump señala al voto por correo como una potencial fuente de fraude, Biden y los dirigentes demócratas de todos los escalones de la administración (nacional, estatal y a nivel de los condados) hacen todo lo que está en su mano para asegurarse de que cada voto por correo cuente.


Este artículo pertenece a una serie apoyada por Craig Newmark Philanthropies, que promueve el periodismo solvente.The Conversation


Jérôme Viala-Gaudefroy, Assistant lecturer, CY Cergy Paris Université

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.