“Las armas fueron descubiertas en una pequeña cueva escondida en un área de acantilados aislados e inaccesibles de la reserva natural de Ein Guedi, en el desierto de Judea”, concretó la AAI, que este miércoles 6 de septiembre las exhibió por primera vez y calificó el hallazgo de “excepcional”.
El alijo de armas, de unos mil 900 años de antigüedad, está “en excelente estado de conservación” y fue descubierto en una grieta de la cueva por investigadores de la AAI.
En su momento, probablemente “las espadas fueron escondidas por rebeldes del área, después de que fueron arrebatadas al Ejército romano como botín”, un suceso que habría podido ocurrir entorno a los tiempos de la revuelta de Bar Khoba (132-136 d.C.), cuando los judíos se rebelaron por enésima vez contra el Imperio romano, aunque esto es aún una suposición pendiente de confirmar por los expertos.
Según la AAI, las espadas fueron descubiertas “en una grieta casi inaccesible al nivel superior de la cueva”, y “se encontraron tres de ellas con la hoja de hierro dentro de sus vainas de madera”.
“En la grieta también se encontraron tiras de cuero y metal pertenecientes a las armas”, y entre ellas hay un arma con mango.
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Las hojas metálicas de tres de las espadas tienen una longitud de entre 60 y 65 centímetros, y por su dimensión han sido identificadas como las espadas propias que tenían los militares romanos.
Tras su hallazgo, “las espadas fueron retiradas cuidadosamente de la roca y trasladadas a los laboratorios climatizados de la AAI para su preservación y conservación”.
Tras ello, “un examen inicial del conjunto del alijo confirmó que se trataba de espadas estándar empleadas por los soldados romanos establecidos en Judea en la época romana”, dice el mismo organismo.
A su vez, el hecho de que estuvieran en el profundo de una grieta en una cueva “da a entender que las armas fueron tomadas como botín de los soldados romanos o del campo de batalla, y los rebeldes de Judea las escondieron deliberadamente para reutilizarlas”.
Ahora, según remarca Eitan Klein, uno de los directores de Estudio del Desierto de Judea, “el objetivo es intentar descubrir quién era el propietario de las espadas, dónde, cuándo y quién las fabricó”, por lo que queda pendiente determinar con detalle cuál fue “el evento histórico que llevó al almacenamiento de estas armas”.
El clima seco del Desierto de Judea, situado entre el territorio palestino ocupado de Cisjordania e Israel, “permiten la preservación de artefactos que no sobreviven” en otras partes de la región, y es “una cápsula del tiempo única”, destaca Eli Eskosido, director general de la AAI. De hecho, fue también en cuevas de esta misma área donde se hallaron los famosos Manuscritos del Mar Muerto.