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Hispanos abandonan Willets Point, el barrio de Nueva York que dista mucho del desarrollo

Nadie diría que esto es Nueva York. El barrio sin asfaltar ni sistema de alcantarillado, lleno de barro y charcos, es refugio de cientos de inmigrantes hispanos que se ganan la vida reparando automóviles en pequeños talleres.

Hasta hace dos años más de mil trabajadores, en su mayoría latinoamericanos, laboraban en esta especie de vertedero llamado Willlets Point, contiguo al estelar y nuevo campo de béisbol de los Mets de Nueva York, en el condado de Queens.

Pero la batalla de la ciudad y las constructoras para erigir un megaproyecto de viviendas y centro comercial en la zona ha forzado la marcha de los inmigrantes: algunos empezaron a irse en 2013, otros dicen que aguantarán hasta el final, y otros han aceptado resignados una compensación económica para trasladar su negocio al Bronx.

“Hemos sufrido una presión bárbara. Algo insólito, terrible. Y al final, hemos perdido”, aseguró Jorge Suárez, un ecuatoriano de 47 años que integra una cooperativa de 45 talleres que interpusieron una demanda y en marzo acordaron con la ciudad y las constructoras marcharse a cambio de una compensación por US$5.8 millones.

El dinero no pueden tocarlo, será usado para construir un nuevo taller a cada uno en el Bronx. Pero la construcción va lenta y según el acuerdo judicial deben marcharse antes del 1 de junio.

 

“Sólo tengo dos meses. ¿Dónde pongo yo mi equipo?”, preguntó Suárez señalando las tuercas, máquinas y aceites que usa en su taller. “Tengo dos hijos en la universidad. No sé cómo voy a pagar su educación”, cuestiona.

Algunos hispanos optaron por no integrar la cooperativa por incredulidad, falta de dinero para pagar las cuotas o por la necesidad de dedicarse sólo al negocio y olvidarse de una batalla que muchos describieron como demasiado larga y agotadora.

“Si nos tenemos que ir, pues nos tenemos que ir. Imagino que nos avisarán con una carta. Espero que no nos echen a las malas”, dijo Armando Hernández, un mexicano de 43 años que trabaja con su hermano en un taller y no forma parte del acuerdo con la ciudad.

Las autoridades locales aseguran que han trabajado con la cooperativa y otros talleres de la zona para ayudarlos a identificar nuevos lugares donde instalarse y ofrecerles asistencia para pagar el alquiler.

“Todo ese trabajo se ha realizado en un esfuerzo para ayudar a los negocios a trasladarse de forma efectiva a otras áreas de la ciudad en las que puedan desarrollarse”, dijo un portavoz de la Corporación de Desarrollo Económico de la ciudad, encargada del proyecto de US$3 mil millones.

“Seguiremos trabajando con el resto de los negocios para asegurar que este proyecto transformador avance en beneficio del barrio de Willets Point y de la ciudad entera”, agregó el vocero, quien no dio su nombre a AP por políticas de la ciudad.

Marco Neira, un colombiano que lleva 27 años en la zona y es dueño de uno de los pocos restaurantes del lugar, dijo que lo escogieron como presidente de la cooperativa porque habla inglés y conoce a todo el mundo.

Aseguró que las constructoras y las autoridades municipales pensaron que los trabajadores serían débiles porque muchos son inmigrantes sin autorización para vivir en Estados Unidos.

“Ese fue uno de los puntos que la ciudad usó aquí. Envió a todos sus departamentos a luchar contra nosotros”, dijo Neira. “Pero lo de ser indocumentado no es impedimento para nada. No impide recibir la compensación”.

 

Unos 100 talleres de reparación de autos de los 130 que se encontraban en la zona de la primera fase de construcción ya se han marchado.

Pero mientras avanzan las obras, el paisaje sigue siendo tan decadente como el que inspiró al escritor Scott Fitzgerald para describir su famoso “valle de las cenizas” en la novela “El Gran Gatsby”.

Los trabajadores aseguran que Willets Point está cada vez está más vacío debido a la publicidad del nuevo proyecto, aprobado por el Concejo Municipal en 2008. “Mírelo”, murmuró Suárez. “Parece un cementerio”.

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