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Mientras China lanza amenazas, Taiwán se pregunta si está lista para la guerra

La tenaz resistencia de Ucrania a la invasión, y la ayuda que ha llegado como resultado, ha inspirado a Taiwán y le ha hecho replantearse su propia estrategia militar.

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Personal de rescate en un ejercicio que simula que edificios y transportes públicos son atacados por misiles chinos, en Hsinchu, Taiwán, el 26 de mayo de 2022. (Foto Prensa Libre: Lam Yik Fei/The New York Times)

Personal de rescate en un ejercicio que simula que edificios y transportes públicos son atacados por misiles chinos, en Hsinchu, Taiwán, el 26 de mayo de 2022. (Foto Prensa Libre: Lam Yik Fei/The New York Times)

La cruel guerra de Rusia en Ucrania ha llevado a Taiwán a confrontar el fantasma de un ataque repentino por parte del vecino más grande y poderoso de la isla: China.

La invasión le ha dado una importancia renovada al enfoque autoritario del líder chino, Xi Jinping, quien desde hace mucho tiempo reclamó al Taiwán autónomo por el “fortalecimiento” de China, como lo que hizo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, con Ucrania. Para muchas personas en Taiwán, Ucrania ha sido una lección de táctica y armamento que podría detener a una fuerza invasora más poderosa. También ha sido una clara advertencia de que es posible que la isla no esté bien preparada para un ataque a gran escala.

Las fuerzas de defensa de Taiwán están, en muchos sentidos, mal equipadas y con poco personal. Su presidenta, Tsai Ing-wen, ha prometido defender la isla, pero ha tenido problemas para imponer un nuevo enfoque estratégico a la dirigencia del personal uniformado.

Taiwán gasta miles de millones de dólares en aviones de combate y submarinos, pero sus conscriptos no tienen las municiones necesarias para realizar prácticas. Muchas personas consideran que la duración del servicio militar obligatorio es demasiado corta y que el programa de reservistas no es lo suficientemente riguroso. El Ejército está formando una fuerza profesional, pero ha tenido problemas para reclutar y conservar soldados bien capacitados.

Ahora, Ucrania ha sido un incentivo para cambiar.

Cuando Wu Chiuan-syun, un informático de Taipéi, se reunió con otros reservistas del Ejército en un bosque denso y húmedo de la zona central de Taiwán en marzo, estos entrenaron durante más tiempo y de manera más intensa que otros soldados similares lo habían hecho en los últimos años. Casi todos los días, comentó, sus comandantes les recordaban que la amenaza de China se hacía mayor.

“Ucrania nos enseñó que primero hay que demostrarles a los demás que tenemos la determinación de defendernos, solo entonces acudirán en nuestra ayuda”, explicó Wu, de 31 años.

Lo que es fundamental en el problema de Taiwán sobre su defensa es una pregunta que se deja deliberadamente sin contestar: ¿Estados Unidos enviará fuerzas militares en auxilio de Taiwán? En mayo, el presidente Joe Biden insinuó que así sería, pero EE. UU. no ofrece garantías de seguridad explícitas, lo cual es una estrategia para evitar molestar a Pekín o envalentonar a Taiwán para que declare su independencia oficial.

Xi ha dicho que desea una unificación pacífica con Taiwán y quizás lo frenen las enormes repercusiones económicas y diplomáticas que sufriría China si llevara a cabo una invasión. Pero China también ha sido directa en sus advertencias. El fin de semana, su ministro de Defensa, Wei Fenghe, dijo que Pekín “pelearía por Taiwán hasta el final”. Casi diario, está enviando aviones de combate hacia la isla, como las 30 aeronaves que envió en tan solo un día durante el mes pasado, por ejemplo.

La preocupación es que esas maniobras podrían ser la antesala, intencionalmente o no, de un conflicto.

“No podemos esperar; estamos contra reloj”, señaló Michael Tsai, exministro de Defensa de Taiwán. “La invasión de Rusia a Ucrania ocurrió en un momentito… quién sabe cuándo el Ejército Nacional de Liberación decidirá invadir Taiwán”.

Muchos simulacros militares realizados en Taiwán en el mes de enero tenían el propósito de demostrarle su fuerza a China; de mostrarle cómo planeaba detener a los intrusos para que no invadieran su espacio aéreo, no aterrizaran en sus playas ni, en el peor de los casos, invadieran sus ciudades.

En una base aérea de la zona central de Taiwán, sonaba una sirena y en unos cuantos minutos los pilotos estaban despegando en aviones de combate F-16 para repeler a los intrusos. En la costa norte, la armada presentaba nuevas embarcaciones para la colocación de minas mientras dos pequeños buques de guerra disparaban municiones reales. En una ciudad del sur, el humo se extendía por el aire mientras algunos soldados que practicaban combate urbano se desplazaban frente a las fachadas falsas de establecimientos de té de burbujas y de cafeterías, en un intercambio de disparos con los combatientes.

Estos simulacros también reflejaban un conflicto persistente en el centro de la estrategia de defensa de Taiwán.

La idea original, después de que los líderes nacionalistas huyeron a Taiwán en 1949, era recuperar algún día el continente. Durante décadas, aun cuando esta posibilidad se debilitó, Taiwán había abordado la amenaza de una invasión por parte de China al comprar o desarrollar armas tradicionales caras, como los aviones de combate desplegados en la base aérea. Pero China, la cual invirtió mucho dinero para formar lo que ahora es uno de los ejércitos más grandes del mundo, superó a Taiwán.

En fechas recientes, al ver el creciente desequilibrio, las autoridades estadounidenses y algunos estrategas taiwaneses han acelerado esfuerzos para que Taiwán acumule una gran cantidad de armas más pequeñas, lo cual incluye embarcaciones como los barcos del simulacro capaces de colocar minas con rapidez para obstruir los efectivos que intenten aterrizar.

Los partidarios de esta estrategia sostienen que Taiwán, al igual que Ucrania, puede desplegar con facilidad misiles Stinger, mismos que pueden ser disparados con lanzadores desde el hombro de un soldado a las aeronaves, y misiles portátiles Harpoon, los cuales pueden atacar a los barcos. A diferencia de los tanques y los navíos grandes, estos son difíciles de ubicar y destruir.

“La idea es que se vuelvan tan difíciles de atacar que el enemigo lo piense dos veces antes de emprender alguna acción”, comentó Lee Hsi-min, exdirector de la Marina de Taiwán y director del personal general quien se encuentra entre los partidarios más notorios en Taiwán del llamado enfoque asimétrico.

Un ataque total sobre Taiwán, en el cual participen las fuerzas aéreas, navales y terrestres, sería más complejo que la invasión de Rusia a Ucrania, pero algunos oficiales de defensa taiwaneses y estadounidenses creen que Pekín sería capaz de llevarlo a cabo en los próximos años.

Se tiene la esperanza de que, si la disuasión fracasa, la llamada estrategia puercoespín le daría tiempo a Taiwán para que EE. UU. pudiera acudir en su ayuda. Tsai Ing-wei dijo en 2019 que Taiwán podría resistir 24 horas y que luego China se enfrentaría a la presión internacional.

El otoño pasado, Hu Yu-huan, de 25 años, se presentó a su servicio militar obligatorio con muchas ganas de aprender a cómo defender su patria y lo que halló no fue un campamento de entrenamiento, sino uno de verano.

Cuando él y sus compañeros conscriptos trotaban, el paso lo marcaba el más lento, quien se cansaba después de trotar 90 metros. Pasaban horas quitando hierbas y barriendo. Hu, quien era corredor de medio maratón, comentó que después de esos cuatro meses de servicio tenía siete kilogramos más de peso y estaba en “la peor condición física de mi vida”.

Cuando Taiwán se democratizó a fines de la década de 1980, los funcionarios recién electos recortaron el presupuesto para la defensa, lo que originó que se redujeran las Fuerzas de Defensa. Taiwán tiene solo alrededor de 169 mil personas en servicio militar activo y cerca de dos millones de reservistas, en comparación con China que tiene dos millones de soldados en servicio activo.

Los dirigentes de la isla han tratado de eliminar de forma gradual la conscripción para tener una fuerza profesional solo de voluntarios. El Ministerio de Defensa de Taiwán dijo en un comunicado que el año pasado había alcanzado más del 95 por ciento de sus metas de reclutamiento. Pero los expertos afirman que el legado autoritario del Ejército, junto con un sueldo relativamente bajo, ha dificultado atraer reclutas capacitados.

En gran medida, también se ha calificado como insustancial el entrenamiento para el combate, ya sea para los varones mayores de 18 años que hacen el servicio militar obligatorio, por ejemplo, Hu, como para otros reservistas. Hace tres décadas, los conscriptos tenían que capacitarse por un periodo de hasta tres años y correr aproximadamente cinco kilómetros diarios. Ahora, de acuerdo con los expertos y los practicantes recientes, hacen servicio cuatro meses y corren menos de tres kilómetros al día, si acaso.

Sun Li-fang, portavoz del Ministerio de Defensa de Taiwán, señaló que las exigencias relacionadas con la condición física para los conscriptos fueron relajadas en consonancia con los lineamientos científicos y que, en el diseño de su entrenamiento, el Ejército tuvo que tomar en consideración la seguridad.

El gobierno de Tsai está pensando extender a un año la duración del servicio militar. Ahora prueba un programa de actualización para los reservistas que dura dos semanas en vez de una y se dan más horas de entrenamiento en combate.

Wu, el ingeniero en computación, estaba entre los primeros en formar parte del nuevo programa. Según Wu, además de prácticas de tiro, él y otros reservistas hacían caminatas en senderos montañosos a fin de probar la capacidad del grupo para llevar armas pesadas durante largos periodos. Al final, según Wu, se sentía listo para la guerra.

“Estaré bien siempre y cuando tenga un arma”, comentó.

Algunos ciudadanos se están preparando por su cuenta.

En un sábado reciente, cerca de dos docenas de personas simulaban un tiroteo con armas neumáticas muy realistas en un estacionamiento cerca de Taipéi, en una clase impartida por PolarLight, una empresa que enseña primeros auxilios básicos y habilidades de tiro. Se movían furtivamente alrededor de los autos y los autobuses estacionados, apuntando sus rifles neumáticos hacia oponentes imaginarios. Algunas personas caían al suelo mientras otras se apresuraban a ponerlas a salvo y aplicar torniquetes.

Danny Shi, quien tiene 21 años y estudia en una academia militar, comentó que se había inscrito porque le preocupaba que no estaba adquiriendo suficiente experiencia práctica en la escuela. Mencionó que quería estar listo para lo peor.

“Como taiwanés, creo que deberíamos tomar más en serio nuestra preparación para la guerra”, afirmó.