El extenso informe de la Policía española, que figura en el sumario del caso, recoge las actividades delictivas de Muñoz Luévano en España, desde donde este narcotraficante cuya extradición reclama EE.UU. manejaba sus “negocios” en México.
Fue, según EE.UU., un “miembro importante” del cartel de los Zetas, “vinculado a políticos mexicanos de alto nivel” , entre ellos Humberto Moreira, expresidente del PRI detenido en España el pasado enero y puesto luego en libertad.
Trabajaba, dice Anticorrupción en su orden de arresto, “de manera independiente” y mantenía “relaciones de negocios con varios cárteles mexicanos de narcotraficantes” como los Zetas, Sinaloa (del capo Joaquín “el Chapo” Guzmán) , del Golfo y Beltrán Leyva.
En el informe policial que recoge toda la investigación a este delincuente, también apodado Ingeniero, figuran pinchazos desde el 2013, aunque la llamada que llevó a su arresto se produjo el 4 de marzo recién pasado.
Es una conversación con su sobrino Salomón Ayup Muñoz, Monchis, acerca de una orden de detención contra este último por el secuestro de una persona de otro clan de narcos en la localidad de Matamoros, dentro del estado de Coahuila, donde actúa la organización del Mono.
Según la transcripción, su sobrino le intenta tranquilizar diciéndole que la persona de la Fiscalía que lleva ese asunto “es camarada” y amiga de su “compadre” , porque la habían “ayudado mucho”, pero Muñoz Luévano le replica que esa mujer no les había avisado y que por ello debía matarla.
La Policía interpreta esta conversación en el sentido de que Muñoz Luévano “da orden de acabar con la vida de una persona del Ministerio Público”, aunque su abogado, en un recurso posterior, afirma que su defendido se refería a una “orden judicial” cuando hablaba de “matarla”.
Esta no es la única orden que da Muñoz desde España. En noviembre del 2014 mandó dar una paliza e incendiar la licorería en Saltillo de un hombre con el que mantenía un litigio.
Unos días después, Muñoz Luévano recibe una llamada en la que le informan de la quema del local y le comunican que habían llegado a un acuerdo con el dueño.
La UDEF recoge otro pinchazo en el que le informan de que habían “agarrado” a un pandillero que les robó de la tienda de una gasolinera.
“Les mandé a unos despachadores para que lo identificaran, y ahí está; de ahí uno no sale” , le dice su interlocutor, que para la Policía significa que lo han hecho desaparecer.
En varias llamadas, el detenido ordena dar palizas, a las que se refiere como “chigas”, “tablazos” o “calambradas”.
En otra conversación, el capo ordena averiguar la vivienda y fotografiar a la mujer de un deudor “para asegurar el pago” y también presiona al padre de otro moroso amenazándolo con secuestrar a su hijo: “Se lo van a llevar en garantía hasta que paguen” .
El informe policial también destaca las relaciones del narco con alcaldes o congresistas del Estado de Coahuila, así como con fiscales que se habían ofrecido ponerse “a la orden” .
El Mono Múñoz lideraba en España una organización criminal que introducía cocaína desde Sudamérica y ejercía también de “supervisor” en Europa de las operaciones de varios cárteles con los que colaboraba.
Muñoz Luévano habitaba con su familia en una vivienda sin lujos de la periferia de Madrid, pero su alto tren de vida delató su verdadero poder adquisitivo.
Conseguía ese dinero, dice la UDEF, de las actividades ilícitas que tenía en España y en México, donde regenta treinta gasolineras en las que blanquea dinero y además colabora con los cárteles.
Encabezaba en España una organización cuyos miembros se comunicaban mediante teléfonos encriptados, aunque en ningún momento, según el informe, tocaba la droga, salvo para consumo propio.
Otra de sus actividades en España era mover a Sudamérica dinero proveniente del tráfico de drogas, según las conversaciones intervenidas él.
En España, donde según la Policía y la Fiscalía no se le ha registrado nunca ningún tipo de ingreso lícito que le permitiera llevar su alto nivel de vida, intentó hacer dos inversiones en el sector de la hostelería, para lo que invirtió cerca de un millón de euros de procedencia desconocida (1.13 millones de dólares al cambio actual) .
Creó cinco sociedades que no tienen actividad ni trabajadores y en las que él no figura, ya que se vale de testaferros, y con ellas adquirió un restaurante en el que invirtió 500 mil euros y que nunca llegó a funcionar, así como otro local por el que pagó 200 mil más y luego reformó.