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Netanyahu, el “rey Bibi” perdió su corona

Benjamin Netanyahu, el primer ministro que más tiempo ha estado en el poder en Israel, adorado por unos y denostado por otros, ha apostado fuerte por la carta de la defensa del país.

Tras 12 años ininterrumpidos en el poder, Benjamin Netanyahu es el primer ministro que más tiempo ha estado en el poder en Israel. (Foto Prensa Libre: AFP)

Tras 12 años ininterrumpidos en el poder, Benjamin Netanyahu es el primer ministro que más tiempo ha estado en el poder en Israel. (Foto Prensa Libre: AFP)

Pero, tras 12 años ininterrumpidos en el poder y un sinfín de maniobras para mantenerse al frente del gobierno, Netanyahu perdió sus funciones después del voto de confianza en el Parlamento este domingo que ungió una “coalición del cambio”.

Sus opositores ven en él a un “ministro del crimen”, y no a un primer ministro, en alusión a las acusaciones de corrupción, malversación y abuso de confianza que pesan sobre él.

Sus partidarios ven en “Bibi” la encarnación del nuevo “rey de Israel”, por su pétrea defensa del país frente a Irán, el archienemigo.

Su papel protector se ha visto fortalecido tras su gestión en la pandemia de covid-19 y su rápida campaña de vacunación, que permitió desconfinar el país antes que Europa o Estados Unidos.

Con su inconfundible voz ronca, su cabello canoso siempre impecablemente peinado, Netanyahu está profundamente marcado por la herencia de la derecha israelí.

Nacido en Tel Aviv el 21 de octubre de 1949, creció con el fuerte bagaje ideológico de su padre, Benzion, que fue asistente personal de Zeev Jabotinsky, líder de la tendencia sionista llamada “revisionista”, favorable a un “Gran Israel” que abarque también a Jordania.

Opuesto al proceso de paz israelo-palestino de Oslo, que él mismo ayudó a enterrar, Netanyahu aboga por una visión de Israel como un “Estado judío”, cuyas fronteras se extienden hasta Jordania. En este sentido, apoya la anexión de zonas de la Cisjordania ocupada y sus medidas favorecieron un aumento de las colonias.

En los años 1970, tras la guerra de los Seis Días (1967), el joven Benjamin efectúa su servicio militar en un comando de élite.

Pero es sobre todo su hermano mayor, Yoni, quien destaca en el ejército. Su muerte en 1976, durante el asalto israelí para liberar a los rehenes de un vuelo Tel Aviv-París, conmueve profundamente a Netanyahu, que hará de la “lucha contra el terrorismo” uno de los principales temas de su carrera.

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Netanyahu “construyó su personaje político alrededor de una imagen de fuerza y de la idea según la cual los judíos no pueden conformarse con una fe tibia y deben mostrarse tan duros como la región en la que viven”, escribe en sus memorias el expresidente estadounidense Barack Obama.

Aunque mantiene sus duras declaraciones contra los líderes palestinos, Netanyahu defendió la reciente normalización de las relaciones con países árabes -Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos- y sueña con extenderla a Arabia Saudita.

Círculo íntimo

Orador nato, Netanyahu es también un diplomático de carrera. Vivió en Estados Unidos, donde hizo sus estudios y fue embajador ante la ONU en los años 1980.

Cuando regresó a Israel fue elegido diputado en 1988 por el partido Likud, la gran formación de la derecha israelí, en la que pronto se convirtió en la nueva estrella.

Su ascensión fue imparable hasta 1996 cuando, a los 47 años, se convirtió en el primer ministro más joven de la historia de Israel. Pero su gobierno duró solo tres años.

Después de permanecer alejado algún tiempo regresó a su gran pasión, la política, volvió a dirigir el Likud y fue elegido de nuevo primer ministro en 2009.

Aunque elección tras elección una parte del electorado le otorga su confianza, él solo parece confiar en un estrecho círculo de colaboradores.

Actualmente, varios de sus rivales son exministros, como Naftali Bennett, de la derecha radical, y el centrista Yair Lapid.

“No creo que sea una coincidencia. No confía en nadie” y “su valor fundamental” es garantizarse su propia “supervivencia, por lo que utiliza a la gente y luego los aparta”, afirma Colin Shindler, profesor en la School of Oriental and Asian Studies de Londres.

 

 

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