Será el primer presidente estadounidense en pisar suelo cubano en 88 años y el primero que visita Argentina en 19, algo que según la Casa Blanca demuestra que Obama cumplió su promesa electoral de iniciar una “nueva era de cooperación” con el continente.
Acompañado de su esposa Michelle, sus hijas Sasha y Malia y su suegra, Marian Robinson, Obama llegará el domingo por la tarde a La Habana y se dirigirá inmediatamente a la embajada estadounidense, reabierta tras el restablecimiento de las relaciones el pasado julio, para reunirse con el personal diplomático.
A continuación, Obama y su esposa pasearán por La Habana Vieja y visitarán la catedral, donde les recibirá el cardenal Jaime Ortega.
Su agenda oficial comenzará el lunes con una visita al monumento a José Martí y una reunión con el presidente cubano, Raúl Castro.
Obama será “muy franco” con Castro “sobre las áreas en las que hay desacuerdo” , incluidos “los derechos humanos” , según aseguró esta semana su asesor adjunto de seguridad nacional, Ben Rhodes.
Ambos abordarán los avances en la relación y las posibilidades de cooperación económica, además de temas regionales como las negociaciones de paz que el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mantienen en Cuba.
Obama asistirá después a una conferencia con cubanos que trabajan en el naciente sector privado de la isla y empresarios estadounidenses, y cerrará la jornada con una cena de Estado.
El momento más esperado por muchos en Cuba llegará el martes, cuando Obama dará un discurso televisado en el que hablará directamente al pueblo cubano y dejará claro que EEUU no va a promover un “cambio de régimen” en la isla, según Rhodes.
Después se reunirá con un grupo de disidentes y otros activistas cubanos, y aunque la Casa Blanca no ha hecho pública la lista de los invitados, asegura que el Gobierno cubano no ha influido en ella.
El viaje de Obama se cerrará con un toque ligero en el estadio Latinoamericano de La Habana, donde presenciará un partido amistoso de béisbol, una pasión común de ambos países.
Aunque es improbable que el viaje produzca grandes resultados a corto plazo, especialmente en lo relativo a los derechos humanos, sí podría “ampliar la cantidad de gente en ambos países que quiere una Cuba más abierta y próspera” , según Ted Piccone y Richard Feinberg, dos expertos en Cuba en el centro de estudios Brookings.
“Obama debería plantear tanto a los estadounidenses como a los cubanos un futuro lo suficientemente atractivo como para persuadir a los jóvenes en la isla de que se queden allí y a la diáspora cubanoestadounidense de que invierta” en el país, argumentaron los dos expertos en un artículo en la página web de Brookings.
El viaje podría incluso contribuir al levantamiento del embargo, aunque es improbable que haya avances concretos hasta “después de las elecciones” presidenciales de noviembre, según dijo a Efe la senadora que lidera el esfuerzo para acabar con las restricciones comerciales en la Cámara Alta, Amy Klobuchar.
Aunque algo eclipsada por el histórico viaje a Cuba, la visita de Obama a Argentina supone también un enorme avance para las relaciones bilaterales, facilitado por la llegada al poder de Mauricio Macri tras siete años de tensiones entre la Casa Blanca y el Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015) .
Obama estará en Buenos Aires durante el 40 aniversario del golpe de Estado que dio comienzo a la última dictadura argentina (1976-1983) , y el jueves visitará el Parque de la Memoria para rendir homenaje a las víctimas de ese periodo.
Además, anunciará un amplio esfuerzo para desclasificar más documentos estadounidenses sobre la “guerra sucia” librada en ese periodo por el régimen argentino, incluidos, por primera vez, archivos militares y de la inteligencia estadounidense.
Obama se reunirá el miércoles con Macri y ambos anunciarán nuevas iniciativas para combatir el crimen, el narcotráfico y el cambio climático, según ha adelantado la Casa Blanca.
El mandatario tendrá tiempo de reunirse el miércoles con jóvenes argentinos y visitar Bariloche el jueves para hacer algo de turismo junto a su familia antes de cerrar uno de los viajes más simbólicos de su Presidencia.