Internacional

Oposición toma la calle en Brasil contra Rousseff y corrupción

Más de un millón de personas tomó hoy las calles de ciudades de todo Brasil para protestar contra la presidenta, Dilma Rousseff, y para clamar "basta" a la corrupción que carcome la petrolera Petrobras y otros organismos públicos.

La marcha más numerosa, con gran diferencia, se dio en Sao Paulo, donde cerca de un millón de personas, según cálculos de la Policía, se congregó en la céntrica Avenida Paulista, convocado por grupos opositores sin vínculo declarado con partidos políticos.

En decenas de ciudades, entre ellas Brasilia, Río de Janeiro, Belo Horizonte (sureste), Fortaleza (noreste) y Porto Alegre (sur) hubo concentraciones de al menos decenas de miles de personas, que pusieron en evidencia el creciente descontento de las clases medias con el Gobierno brasileño.

En una rueda de prensa para hacer balance de las protestas, el titular de la Secretaría General de la Presidencia, Miguel Rossetto, afirmó que en las manifestaciones participaron “mayoritariamente sectores críticos” al Gobierno que en las elecciones del pasado octubre “no votaron” a Rousseff.

La gran mayoría de manifestantes en todo el país vestía ropas amarillas y verdes, colores de la bandera brasileña, y no llevaba distintivos de partidos políticos.

En Brasilia unas 50.000 personas marcharon de forma pacífica hasta las inmediaciones del Congreso, que fue acordonado por la policía para evitar que, como ocurrió durante las protestas de junio de 2013, la población se subiera a las cúpulas de la sede legislativa.

Los principales líderes de la oposición no participaron en las marchas, aunque en los últimos días sí dieron su apoyo expreso a las protestas, vistas con recelo por el Gobierno por los pedidos expresos de que se inicie un juicio político a Rousseff con miras a su destitución.

El excandidato presidencial Aécio Neves, que no salió a la calle, difundió un mensaje a través de internet en el que animó a los brasileños a “no dispersarse” puesto que consideró que “el camino sólo está comenzando a ser andado.”

En las calles, los constantes gritos “Fuera Dilma” y los reclamos a favor de la destitución de Rousseff, quien inició su segundo mandato hace apenas 74 días, el pasado 1 de enero, fueron frecuentes en todos los actos.

El punto común de todas las marchas fue el rechazo frontal a la corrupción, en especial del caso Petrobras, que los manifestantes achacaron en gran medida al Partido de los Trabajadores (PT), de Rousseff y del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que tiene el poder desde 2003.

El escándalo en el seno de Petrobras, investigado por la policía desde hace un año, ha ganado dimensión en las últimas semanas con la apertura de investigaciones a cerca de 50 políticos, en su mayoría oficialistas, que supuestamente recibieron sobornos de miles de millones de dólares desviados de la petrolera.

Este caso y el deterioro de la economía, en especial debido al alza de la inflación, han contribuido a erosionar rápidamente la popularidad de Rousseff que, casi cinco meses después de ganar las elecciones, ronda el 20 %, según las últimas encuestas.

Algunos organizadores de las marchas defendieron el carácter “democrático” de los pedidos de dimisión o de la destitución a Rousseff, que el oficialismo cree que esconden veleidades “golpistas” y “revanchistas” por parte de la oposición.

En Río de Janeiro y en Sao Paulo pequeños grupos exigieron una “intervención militar” para deponer a Rousseff, coincidiendo hoy con el trigésimo aniversario de la investidura del expresidente José Sarney, el primer jefe de Estado civil después de una dictadura militar que se prolongó por 21 años (1964-1985).

Al hacer balance de las marchas, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, dijo que las manifestaciones muestran que “Brasil está muy lejos de golpismos.”

Según la visión del Gobierno, los que defendieron posiciones extremistas fueron “una minoría” y la mayoría de la población “tiene un claro compromiso con la democracia.”

Del mismo modo, Cardozo sostuvo que el Ejecutivo “no fue debilitado” por las manifestaciones, que además de la corrupción criticaron su política económica y las medidas de austeridad anunciadas para recuperar las cuentas públicas.

La jornada de protestas fue pacífica y tan sólo se registraron algunos incidentes menores y puntuales rápidamente atajados por la policía.

En Sao Paulo la policía hizo por lo menos 20 arrestos de jóvenes que portaban artefactos pirotécnicos, gas pimienta y otras armas blancas, mientras que en Río de Janeiro un grupo intentó agredir a un manifestante favorable a Rousseff.

La sede del PT en la ciudad de Jundiaí, en el estado de Sao Paulo, sufrió varios daños por el lanzamiento de un cóctel molotov, después de una protesta.

Dos personas resultaron heridas leves en Sao Paulo cuando les cayó encima de la cabeza un dron usado por el diario “Folha de São Paulo” para hacer fotos, según informó el propio rotativo.

La dimensión de las marchas de hoy superó con creces la de las manifestaciones ocurridas el pasado viernes en 24 capitales regionales, en las que participaron sindicatos y movimientos sociales de izquierdas para arropar a Rousseff y en las que hubo escaso apoyo por parte de la población.

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