En un ambiente contaminado por escándalos políticos y financieros, estos comicios se han convertido en un voto de confianza para Erdogan, cuya mayoría islamista-conservadora dirige el país desde hace más de una década.
El jefe de Gobierno, de 60 años, es considerado por sus partidarios como el artífice del impresionante desarrollo económico turco y tildado de “dictador” por sus detractores que le reprochan una deriva islamista y autoritaria. Un último día de campaña electoral tenso y violento confirmó el sábado último esta fractura.
Fiel a su retórica agresiva y provocadora, Erdogan llamó a sus tropas a dar una “gran bofetada” a sus oponentes y a “dar una lección” a los “espías” y a los “traidores” que conspiran contra él. En su punto de mira está la cofradía del imán Fethulá Gülen, retirado en Estados Unidos, acusado de haber infiltrado el Estado, principalmente la policía y el poder judicial, y de propagar acusaciones de corrupción y de escuchas telefónicas para socavar a su gobierno.
Esta guerra fratricida entre los dos exaliados del movimiento islámico-conservador tuvo su punto culminante el jueves, con la divulgación de una grabación de una reunión confidencial en la que varios altos cargos del país plantean la hipótesis de una intervención militar de Turquía en Siria.
La difusión de esa grabación sonora, después de varias más que acusaron al Gobierno de corrupción, llevó a las autoridades a ordenar el jueves último el bloqueo de YouTube, una semana después del de Twitter. Esta medida reforzó las críticas de la oposición y de numerosas capitales extranjeras, que manifestaron abiertamente su preocupación por el autoritarismo de Erdogan.
– Bastiones
Diez meses después de las protestas que hicieron estremecer al Gobierno, cientos de miles de turcos aprovecharon este mes el funeral de un adolescente fallecido como consecuencia de heridas sufridas en las manifestaciones de junio del 2013 para reclamar la dimisión del primer ministro, acusándole de “asesino”.
Envuelto desde diciembre en un grave escándalo de corrupción, Erdogan se enfrenta a estas elecciones debilitado, aunque aún dispone de bases sólidas. Todo apunta a que su partido, que ha ganado todas las elecciones desde el 2002, volverá a encabezar los votos, por delante del Partido Republicano del Pueblo (CHP), socialdemócrata, y del Movimiento para la Acción Nacionalista (MHP).
“Erdogan es un político muy hábil y sigue ejerciendo una fortísima presión sobre todas las instituciones turcas”, recuerda Brent Sasley, politólogo de la universidad de Texas. “Es difícil cuantificar el retroceso que sufrirá pero hay pocas posibilidades de que ponga en entredicho su popularidad”, añade.
Los responsables del partido en el poder aseguraron que un resultado superior al 38.8%, obtenido en las municipales de 2009, se considerará una victoria. Erdogan, muy seguro de sí mismo, proclamó públicamente que abandonará la política si el AKP no encabeza los resultados electorales.
Pese a su ventaja a nivel nacional, el partido del primer ministro está en apuros en las dos principales ciudades del país, cuyos resultados tendrán un valor simbólico. La probable victoria de la oposición en la capital, Ankara, o en Estambul, donde Erdogan lanzó su carrera como alcalde, podría tener consecuencias para su futuro político.
Si su partido obtiene una victoria el domingo, el primer ministro podría presentarse a las elecciones presidenciales del 10 de agosto próximo, las primeras que se celebrarán por sufragio universal directo. En el caso contrario ha dado a entender que podría modificar los estatutos del AKP, que le impiden tener más de tres mandatos, y adelantar las legislativas, previstas en 2015, con el objetivo de volver a ser jefe del Gobierno.