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Una nueva y misteriosa criatura surge de un bosque ahogado por el Golfo de México

Durante la última glaciación, los cipreses calvos crecían en lo que entonces era un pantano a 161 kilómetros del océano, un lugar rico para la vida.

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Imagen proporcionada por Marvin A. Altamia/Ocean Genome Legacy Center de la Universidad Northeastern, que muestra a "Vadumodiolus teredinicola", una nueva especie, fue descubierta en aguas mucho menos profundas que otros miembros del grupo de mejillones al que pertenece. (Foto Prensa Libre: Marvin A. Altamia/Ocean Genome Legacy Center en Northeastern University vía The New York Times).

Imagen proporcionada por Marvin A. Altamia/Ocean Genome Legacy Center de la Universidad Northeastern, que muestra a "Vadumodiolus teredinicola", una nueva especie, fue descubierta en aguas mucho menos profundas que otros miembros del grupo de mejillones al que pertenece. (Foto Prensa Libre: Marvin A. Altamia/Ocean Genome Legacy Center en Northeastern University vía The New York Times).

Se cree que entre el 75 y el 90 por ciento de las especies que viven en el océano aún no son descubiertas. Unos científicos han encontrado una nueva en la costa de Alabama: unos mejillones tan finos como el papel.

La criatura era diminuta, del tamaño y el color de un grano de arroz. Dan Distel, director del Centro del Legado del Genoma Oceánico de la Universidad Northeastern de Boston, no sabía exactamente qué era, aparte de que se trataba de un mejillón de algún tipo. Puso el pequeño bivalvo en una placa de Petri y pidió a un colega que lo apartara a un lado.

“Cuando volvimos al laboratorio, el bichito se había salido del plato”, recuerda con cierta desilusión. “Y no pudimos encontrarlo”.

Meses después encontraron otro, y Distel se dio cuenta de que el mejillón le resultaba extrañamente familiar. Se parecía a los mejillones gigantes que se encuentran en los respiraderos hidrotermales de aguas profundas, a 457 metros bajo la superficie del océano, que cuentan con branquias que contienen bacterias que les permiten obtener nutrientes del burbujeante sulfuro de hidrógeno corrosivo de la corteza terrestre. Pero este mejillón era diminuto y pálido y, lo más extraño de todo, vivía a unos 18 metros de profundidad. Los análisis de ADN pronto confirmaron que se trataba de una nueva especie, a la que los científicos dieron el nombre de Vadumodiolus teredinicola. Se trata del primer mejillón de este grupo observado a menos de 90 metros de profundidad. La existencia de este primo de aguas poco profundas, sugieren los investigadores, podría ayudar a explicar cómo los mejillones gigantes acabaron a mayor profundidad.

Distel y sus colegas descubrieron el mejillón mientras investigaban un antiguo bosque submarino frente a la costa de Alabama. Durante la última glaciación, los cipreses calvos crecían en lo que entonces era un pantano a 161 kilómetros del océano. Entonces, entre 45.000 y 70.000 años atrás, cuando el nivel del mar subió, los árboles fueron engullidos por el avance del mar. Las arenas arremolinadas envolvieron los árboles muertos en un sarcófago natural. Durante milenios, el bosque permaneció en calma, hasta que las fuertes olas levantadas por uno de los huracanes de 2004 removieron la arena. Los pescadores se sorprendieron al descubrir árboles en el fondo del Golfo de México a 16 kilómetros de tierra firme, y un periodista, Ben Raines, ayudó a llamar la atención de los científicos sobre el lugar.

Desde entonces, el antiguo bosque ha proporcionado un espléndido bufé para organismos de todo tipo, y Distel y sus colegas han estado recogiéndolos y registrando sus características tan rápido como han podido. La madera no durará para siempre, y el bosque podría quedar sepultado de nuevo por otra gran tormenta. Pero los científicos creen que este entorno inusual podría albergar organismos con talentos insospechados. El objetivo principal de Distel son los gusanos de barco, un grupo de almejas que hacen túneles a través de la madera anegada, y que podrían ser una fuente de nuevos antibióticos.

Estos mejillones recién descubiertos parecen vivir dentro de madrigueras dejadas por gusanos de barco muertos. Los 124 individuos identificados en el curso del estudio se hallaron todos dentro de estos túneles. Encajan bastante bien, y deben de haber entrado arrastrándose cuando eran aún más pequeños, dijo Distel.

“Una vez que empiezan a crecer no pueden salir”, dijo. “Están atrapados ahí dentro”.

Esto encaja con la forma en que los científicos sospechan que los mejillones sobreviven. Al igual que sus congéneres de aguas profundas, los Vadumodiolus teredinicola albergan bacterias simbióticas que requieren un entorno con poco o nada de oxígeno y se alimentan de ellas. En una madriguera de lombrices, un mejillón podría tapar el agujero con su cuerpo, creando un entorno con poco oxígeno para sus simbiontes y, al mismo tiempo, accediendo al agua oceánica oxigenada que necesita fuera de la madriguera.

Otro signo que apunta a que los mejillones viven permanentemente en madrigueras protectoras es su extrema fragilidad.

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“Sus caparazones son finos como el papel”, explica Distel. “Para cogerlos usaría un par de pinceles como palillos. Si intentas cogerlos con pinzas o con los dedos, los aplastarás”.

La existencia de estos nuevos mejillones da credibilidad a una hipótesis más antigua planteada por Distel y sus colegas. En un artículo publicado en 2000, sugirieron que los mejillones de aguas profundas podrían haber evolucionado a partir de individuos de aguas poco profundas que llegaron al fondo del mar enganchados a trozos de madera anegada. En aquel momento, no se conocía ningún mejillón de aguas poco profundas capaz de digerir sulfuros. Pero este descubrimiento da a entender que podría haber habido mejillones que comían sulfuros más cerca de la superficie, antepasados de estos nuevos mejillones y de los de las profundidades.

Es posible que también haya otras: según el proyecto Censo Oceánico, entre el 75 y el 90 por ciento de las especies que se sospecha que viven en el océano están aún por ser descubiertas. Como apoyo a ese objetivo, Distel y sus colegas han presentado V. teredinicola al Censo Oceánico. Se trata de la primera nueva especie oceánica que se incorpora a la lista.

Madera de ciprés antigua con gusanos de barco recuperada de un bosque de cipreses sumergido en Dauphin Island, Alabama, 9 de diciembre de 2019. (Foto Prensa Libre: Annie Flanagan/The New York Times)