Por ello, el organismo urgió a los Gobiernos de todo el mundo para que ejerzan una mayor responsabilidad y elaboren mejores estadísticas e informaciones a fin de poder identificar las brechas que hacen que muchos los dos mil 200 millones niños del mundo sigan sin poder disfrutar de sus derechos.
Por ejemplo, el informe denuncia el aumento de la brecha en mortalidad infantil: un 75 % de las muertes de niños hasta los cinco años ocurrían en países de ingresos bajos y medios en 1990, frente a un 87 % en 2012.
En cambio, señala que desde 1990 se han salvado las vidas de unos 90 millones de niños que habrían muerto si se hubieran mantenido los índices de mortalidad de ese año, una mejora que Unicef atribuye esencialmente a las vacunas, y también a las mejoras en potabilización y saneamiento de agua.
Además, las mejoras en la nutrición han hecho posible que haya disminuido en un 37 por ciento el número de niños con problemas de crecimiento.
La matriculación de los niños en educación primaria también ha aumentado respecto a los parámetros de 1990 donde sólo un 53 por ciento de los niños acudía al colegio en los países en vía de desarrollo, frente al 81 por ciento que pudo hacerlo en 2011.
Sin embargo, en Chad, por cada cien niños que van a la escuela secundaria, solo 44 niñas lo hacen, una tendencia que también sigue manifestándose en otros países.
El informe añade que, a pesar de que se han hecho grandes avances desde 1989, momento en el que se firmó la Convención sobre los Derechos del Niño, 6.6 millones de niños menores de cinco años murieron en el 2012 cuando la mayoría de esas muertes podrían haberse prevenido.
A un año de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en 2015, un 15 por ciento de los niños del mundo tienen que trabajar y un 11 por ciento de las niñas se casan a pesar de ser menores de 15 años.
En Latinoamérica y el Caribe la situación no se aleja tampoco de esta tendencia, un 29 por ciento de las mujeres de entre 20 y 24 años se casaron con menos de 18 años, mientras un 7 por ciento antes de los 15 años.
“Las estadísticas son necesarias para que los invisibles sean visibles y para que puedan pedirse responsabilidades” , declaró a la prensa Tessa Wardlaw, jefa de estadísticas de Unicef, para destacar la importancia de que existan datos fiables que permitan atajar las necesidades más apremiantes.