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Así vivió un estadounidense los terremotos de 1917 y 1918 en Guatemala

El testigo relata cómo se vivió el terror de los movimientos sísmicos que devastaron a la ciudad de Guatemala, el 25 y 28 de diciembre de 1917; y el 3 y 24 de enero de 1918.

La Catedral con los campanarios destruidos. (Foto Prensa Libre: Marshall H. Saville).

La Catedral con los campanarios destruidos. (Foto Prensa Libre: Marshall H. Saville).

El arqueólogo estadounidense Marshall H. Saville estaba en Guatemala cuando ocurrieron los terremotos de 1917 y 1918. Su relato de aquella tragedia fue publicado en 1920 en una Revista de la Sociedad Americana de Historia.

Con detalle refiere que los sismos fueron el 25 de diciembre a las 22 horas, el del 28 de diciembre a las 14 horas, el potente de todos, el del 3 de enero de 1918, y el que cerró aquel enjambre telúrico, el 24 de enero.

Sobre aquel 3 de enero, es decir hace cien años, escribe: “Durante esos días no paró de temblar. A cada rato la tierra nos recordaba la situación, pero nos habíamos vuelto bastante indiferentes y apenas mirábamos a nuestro alrededor con cada nuevo temblor. Pero pronto nos despertamos de nuestra indiferencia. En la noche del 3 de enero llegó el terror de los terrores, el golpe más despiadado y espantoso que había golpeado esta pobre ciudad destrozada”.

“A las once menos cuarto se oyó un fuerte rugido subterráneo, y la tierra parecía haber sido golpeada desde abajo, se elevó y luego se dejó caer con un ruido sordo, y luego comenzó a balancearla en tirones rápidos que continuaron y continuaron. Nuestra mente estaba tan aturdida y confundida que pensamos que el mundo se estaba desmoronando en pedazos. Esto debe haber durado un minuto y medio. Nadie ahora parecía hasta decir despreocupadamente “hay otro temblor” o hacer bromas frívolas”.

El arqueólogo estadounidense Marshall H. Saville. (Foto Prensa Libre: Museo Americano de Historia Natural).

El día revela la destrucción

“Por la mañana -del 4 de enero- se vio que las dos torres majestuosas de la Catedral habían sido arrojadas, una al norte y otra al sur. La hermosa iglesia de La Recolección (dañada desde el primer sismo) había sido reducida a escombros en el piso; ni una piedra quedó sobre piedra. Las gruesas paredes de ladrillo de la penitenciería estaban en el suelo; la fortaleza de San José no estaba allí. La estación el ferrocarril era un rastro de escombros…. Quizá solo cinco de cada cien casas de la ciudad podía ser reconstruida…”.

Así quedó la Ermita del Cerrito del Carmen. (Foto Prensa Libre: Marshall H. Saville).

La secuelas

Más de 2 mil personas murieron y decenas de miles fueron damnificadas por la serie de terremotos que destruyeron cientos de viviendas, iglesias y edificios históricos.

Las calles y avenidas empedradas de la Nueva Guatemala de la Asuncio?n luci?an polvorientas. Viejas y modernas construcciones pu?blicas y privadas quedaron reducidas a promontorios de la?mina y hierro retorcidos, y millares de fragmentos de teja estaban esparcidos en el suelo.

La cu?pula de la Catedral Metropolitana se vino a pique, los edificios que rodeaban la Plaza Central se derrumbaron, la campana de La Recoleccio?n sono? al desprenderse con todo y campanario, y el fuego consumio? varias casas en los viejos barrios de la ciudad.

El templo de Santa Teresa totalmente destruido. (Foto Prensa Libre: Marshall H. Saville).

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