Su casa tiene 90 metros cuadrados y 70 de ellos los utiliza para mimar a sus miles de libros y atender a sus lectores.
“Quiero tener mi propio museo de libros”, dijo Gutiérrez, de 53 años, en reciente entrevista con The Associated Press. “Llevo muchos años recogiendo libros que dejan en la basura, especialmente en el norte de Bogotá, pero en los últimos años, como ya me conocen, me han donado miles de ellos”.
La pasión de Gutiérrez por los libros está íntimamente ligada con su oficio de conductor de una empresa de aseo, pero en realidad fue su madre quien le enseñó a quererlos aunque ella nunca tuvo recursos económicos para darle una educación formal.
“Esto fue influencia de mi mamá, que tiene 80 años, y me leía (cuentos) todas las noches”, dijo Gutiérrez, que además advirtió que la biblioteca no hubiera sido posible sin el apoyo de su esposa y sus tres hijos. “Ella hizo que yo le cogiera amor y fe a los libros. Para mí los libros son el mejor invento y son lo mejor que le puede pasar a un ser humano”.
El mismo se hace llamar “el Señor de los Libros” y su obra recolectora ha trascendido las fronteras pues ha sido invitado a ferias del libro como las de Guadalajara, en México, y de Santiago, en Chile.
Su trabajo empieza a las 10 de la noche de un día cualquiera y finaliza a las seis de la mañana del día siguiente. Cuando la AP lo acompañó en su faena, la suerte no estuvo de su lado: en las bolsas con basuras que revisó junto con sus dos trabajadores los libros no aparecieron.
“Eso pasa constantemente, es normal”, dijo sin asomo de desánimo.
Con satisfacción, en cambio, Gutiérrez habla de sus libros más preciados. Aunque no los ha encontrado en la basura, no duda en afirmar que sus preferidos son “Cien años de soledad” y “El general en su laberinto”, ambos del Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez. Del segundo observó que le fascina porque “es muy triste, porque son los últimos días (de la vida) de nuestro Libertador Simón Bolívar”.
También le han llegado libros del ruso Leon Tolstoi, del Nobel peruano Mario Vargas Llosa y del francés Víctor Hugo.
Sin embargo, en su concepto, el autor favorito de los niños y jóvenes que visitan su biblioteca es el periodista y escritor colombiano Germán Castro Caycedo. Los chicos siempre le piden para leer “La bruja”, “Mi alma se la dejo al diablo”, “El hueco” o “Perdido en el Amazonas”.
Pero como el mismo Gutiérrez lo dice, los libros no son para acapararlos sino para rotarlos. Por eso cantidad de los libros que han pasado por sus manos han terminado en lugares remotos del país donde un libro es casi un artículo de lujo.
No hace mucho envió en un camión unas ocho toneladas de libros para una biblioteca del empobrecido puerto de Buenaventura, en el Pacífico colombiano. También sus libros han ido a parar a Ciudad Bolívar, una de las localidades más deprimidas de Bogotá, y a Sumapaz, una conflictiva zona cercana a esta capital.
Según Patricia Villalba, funcionaria de la Secretaría de Cultura de Bogotá, en la capital hay 19 bibliotecas públicas y más de 10 privadas.
Gutiérrez hizo hincapié en que aunque no le teme a la tecnología, no hay como leer un libro en el impreso.
En su concepto, “la tecnología nos está volviendo más mediocres… Imagínese: nadie investiga. Los universitarios no investigan, los niños no investigan. Entonces vamos a tener gente con más mediocridad que la que verdaderamente investiga en los libros”.
Por eso concluyó con que “no hay nada más hermoso y más bello que tener un libro en el bolsillo, en la maleta o en el interior del carro”.