CATALEJO

A 15 años del 11 de septiembre

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EL 11 DE SEPTIEMBRE del 2001 cambió al mundo. Se trata de una de esas fechas históricas causantes de un antes y un después. Por eso todos tenemos claros, vivos, los recuerdos de qué estábamos haciendo cuando nos enteramos y sobre todo cuando vimos por las transmisiones internacionales de televisión las escalofriantes imágenes del derrumbe de las Torres Gemelas de New York y al edificio del Pentágono en Washington, y posteriormente de los dramas humanos de todo tipo, así como de las reacciones de solidaridad ante un acto cuya maldad resistía toda prueba. El suceso obligó a la actual generación del mundo a pensar en el terrorismo en proporciones imposibles de imaginar, y a adaptar su vida a los efectos de ese hecho.

QUINCE AÑOS DESPUÉS ha pasado suficiente tiempo para analizar ese hecho desde perspectivas distintas. El mundo es distinto: en Estados Unidos terminó la era Bush y se desarrolló la era Obama, ahora a punto de fenecer. El electorado estadounidense se encuentra por primera vez en la disyuntiva de votar por quien consideren menos malo, a la usanza tradicional de los países subdesarrollados económica y políticamente. El surgimiento del terrorismo islámico y su riesgo para Europa y la cultura de Occidente constituye otra realidad innegable, de alguna manera relacionada con los mortíferos y arteros ataques en Manhattan y en las riberas del Potomac.

COMO CONSECUENCIA DEL gigantesco drama humano neoyorkino, desde el principio el ataque al Pentágono de alguna manera pasó a segundo plano, y por ello en este momento no es aventurada la opinión en la memoria colectiva de lo ocurrido en la capital estadounidense. Como era de esperarse, las características particulares de los daños provocados al edificio militar más estratégico del mundo provocaron una larga serie de especulaciones, aún no terminadas aunque evidentemente muy disminuidas o desaparecidas. Lo mismo ocurre con los vuelos de los dos jets comerciales de pasajeros guiados a la perfección por los terroristas suicidas hasta estrellarlos en los edificios y provocar la mayor matanza de civiles inocentes de la historia actual.

POCA DUDA CABE: LOS CABOS sueltos serán unidos y conocidos cuando pasen algunas generaciones. Así ha sucedido siempre con esos hechos históricos de semejante importancia. Falta tiempo para conocer las verdaderas respuestas a las actuales preguntas acerca de las motivaciones y de las consecuencias a corto y largo plazo de la guerra de Irak, por ejemplo, a la luz de las posteriores explosiones del terrorismo religioso-político a lo largo del mundo musulmán y sus efectos en Europa. Me aventuro a afirmar: nadie, o solo unos pocos, poquísimos, sabe hoy en día toda la maraña de circunstancias, intereses y otras motivaciones escondidas detrás de la horripilante destrucción de las Torres Gemelas y del ataque al Pentágono.

ESA FECHA DESPERTÓ al mundo occidental del sopor provocado por una excesiva confianza en su sistema de vida, y por el desinterés de cómo se desarrolla la vida humana en la mayor parte de este planeta. Cosas tan simples pero tan molestas como los constantes registros en los aeropuertos a los viajeros. O la actual conciencia de los peligros de una religión aplicada de manera fundamentalista como base para hacer realidad ilusiones de profetas, con lo cual se afianza el acertado criterio de “la cultura importa”, como lo expresaron hace años los investigadores occidentales Harrison y Huntigton. Cuando pase el tiempo no sólo se conocerán las razones del 11 de septiembre, sino las consecuencias de lo iniciado esa fecha simbólica.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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