EDITORIAL
A las puertas de un nuevo presupuesto
La aprobación del presupuesto general de gastos para el 2016 se ha deslizado por el mismo proceso amañado de los últimos años, con un Congreso incapaz, por las históricas manipulaciones, de aprobar un plan de gastos plenamente consensuado, pero sobre todo que esté apegado a la realidad nacional. Eso es algo que los diputados contemplan muy poco, pues entre las actitudes dadivosas pasan muchos otros rubros que son los que de verdad debieran ser revisados con mayor responsabilidad.
El primer gran problema es que la discusión nunca existió, todo fue un espectáculo de falsas apariencias que solo buscaba dejar intactos los privilegios que han permitido el movimiento clientelar de millones de quetzales que aportan los contribuyentes. Con el pretexto de atender las distintas demandas sectoriales y de los designios del nuevo gobierno se volvió a incurrir en manipulaciones que solo maquillaron esos requerimientos, pues en el fondo la gran pantomima solo busca dejar todo como siempre.
Lo más importante, que apenas se cuestionó, o por lo menos no dieron a conocer suficientes detalles de algo parecido a la búsqueda de consensos, es el creciente déficit para financiar esas proyecciones de gastos. Guatemala sigue sumando millones de quetzales en deuda, mientras que la recaudación sigue siendo deficitaria, lo cual es un contrasentido, pues resulta ilógico continuar por una vía por la que se aumentan los ingresos, pero a costa de incrementar el endeudamiento.
Que a nadie extrañe que en esta ocasión la aprobación vuelva a llegar por la vía de la urgencia nacional, y entrada la noche del próximo lunes se ratificarán dos ignominias: el aumento en la deuda pública y dejar sin mayores cambios el Listado Geográfico de Obras. Hasta ahora esa aberración sigue siendo la principal fuente de enriquecimiento de diputados, funcionarios y empresarios inmorales, quienes llegan al extremo de cobrarle millones al Estado por obras que no solo son onerosas sino que, algunas, ni siquiera existen o se las ha llevado el río, como ocurre con los cobros por dragado.
El jueves, penúltimo día hábil para sesiones ordinarias programadas, fue obvio el desconcierto de muchos legisladores, que pocos minutos antes de que se iniciaran los debates recibieron copia del Presupuesto, lo que ya no permitió tal discusión. Claramente, como ha sido práctica común de este Congreso, no ha existido la más mínima intención de transparentar la gestión y todo volverá a quedar para la última sesión de año, donde en horas de la noche se aprobará un paquete de gastos cuya principal falencia es su falta de financiamiento.
Puede ser también que toda la pantomima congresil busque apantallar supuestas discusiones o haber escuchado a diversos sectores, algunos con amplios conocimientos en el gasto público, para que finalmente ni siquiera se apruebe nada, con la clara intención de que se mantenga el mismo presupuesto que rigió para el 2015, para que el próximo año el nuevo gobierno pueda disponer de dos mil millones de quetzales sin candados, que también era una petición del presidente electo, Jimmy Morales.