CATALEJO

Al respecto de la muerte de Castro

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HECHOS COMO LA MUERTE de Fidel Castro no por esperados y naturales dejan de sorprender, sobre todo cuando se trata de personajes protagonistas de hechos históricos pertenecientes a un pasado hasta cierto punto olvidado por las generaciones actuales, o cuyos efectos —terribles al ocurrir— comienzan a ser analizados y calificados desde posiciones ya distintas. Las generaciones actuales se han constituido en jueces más serenos, porque no fueron víctimas inmediatas de los efectos de las decisiones de quienes actuaron en una determinada manera. Ello no significa de manera alguna negar la importancia tanto de estas personas como de sus motivaciones, pero tampoco debe llevar a pensar necesariamente en un perdón o una excesiva comprensión de su accionar. El factor tiempo es fundamental para los juicios. Sin duda.

DOS ANÉCDOTAS ilustran esto. Hace algunos años, con Castro todavía en el poder, en mi único viaje a Cuba pregunté varias veces “¿Qué va a pasar cuando muera Fidel Castro?” Las respuestas fueron: “Dios nos guarde”, expresada por una funcionaria de alto nivel. Una veinteañera vendedora de artesanías en la calle 23, dijo: “Nada. Yo a Fidel lo veo como mi abuelo. Si me pide ir a manifestar el primero de mayo, voy. Y lo escucho como oigo las historias de mi abuelo, de los viejos tiempos. Al día siguiente regreso a venderle a los turistas”. Ayer, al comentar su muerte con Lorena Tepén, quien por 22 años ha sido una fiel ayuda en las tareas domésticas, dijo: “Sí sé quién es. Es un viejito que fue presidente de Cuba”. Lo había visto en CNN.

SON EJEMPLOS DE CRITERIOS de tres mujeres distintas, y a mi juicio es válido escucharlos por lo que significan y representan. Las tres respuestas me sorprendieron. Los cubanos de hoy, dentro y especialmente fuera de Cuba, tienen poco conocimiento real de Fidel. Lo alaban y, sobre todo, lo rechazan por todo lo escuchado acerca de él. En Guatemala, también. La revolución ocurrió cuando eran niños quienes tienen ahora más de 57 años y es recordado por los de 65 o más, menos del 4 por ciento de la población de hoy. De ese porcentaje para abajo, son anecdóticos el nombre de Fidel, de su hermano Raúl y del Ché, este último ahora un ícono para posters o camisetas. El tiempo pasó. Pasó su hora, como sobre Barrios dijo el poeta Ismael Cerna.

PESE A ELLO, FIDEL CASTRO es sin duda una de las figuras más importantes de la historia latinoamericana del siglo pasado, lo cual no necesariamente significa aprobar sus acciones, su personalidad, sus defectos humanos e ideológicos. Actuó con despiadada rudeza en casi todo. Provocó muertes, exilio, encarcelamientos y en cierta forma tuvo la desdicha de no morir, como Guevara o Camilo Cienfuegos —otro de los dirigentes revolucionarios— en la plenitud juvenil, sino en una senectud igualmente despiadada. Es equivocado considerarlo una especie de enviado de algún olimpo, pero también lo es juzgarlo sin tomar en cuenta las condiciones históricas de la Guerra Fría, ahora una especie de leyenda para las generaciones actuales.

LA MUERTE DE CASTRO, como la de Hugo Chávez, abre la puerta a una realidad nueva, sin la presencia de un líder. Ahora la pregunta es qué ocurrirá en Cuba cuando muera Raúl Castro. El país no está preparado, creo, para una disidencia y luchas intestinas, de efectos impredecibles, así como del fin del largo y fracasado embargo estadounidense, talvez la última satisfacción del líder revolucionario de 1959: No lo venció el imperio… En Guatemala, la generación de los sesentas hasta los noventas conoce el papel cubano en el conflicto armado interno. Las más recientes deben ser informadas de manera serena quién era en realidad este personaje. Calificarlo de amigo de Guatemala comprueba un modesto conocimiento histórico.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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