Q’A NO’JB’AL

Alto, piense

Kajkoj Máximo Ba Tiul

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Si Usted fue uno o una de las que salió a los parques y demostró su indignación, su frustración, su enojo, su encabronamiento por tanta corrupción e impunidad, ahora debe hacer un alto, pensar y preguntarse: ¿llegamos a eso para votar por uno de los dos contendientes? ¿Es cierto que llenar las plazas fue para votar por uno que no tiene plan y la otra que sí tiene un plan, aunque ambos sí tienen plan, escrito o no, y su plan es mantener el clima de la corrupción o de la impunidad? ¿Llegó a la plaza para gritar no más corrupción y no más impunidad, para dejar intacto el mismo sistema que lo sostiene?, porque cualquiera de los dos, eso va a seguir haciendo.

Desde que comenzó este proceso electoral, lo hemos manifestado, aquí no hay vuelta de hoja, no se puede elegir entre el peor o el menos peor, porque ambos responden a la histórica clase política; además, responderán a los mismos intereses de la oligarquía y burguesía económica y militar. Es más, su mandato será cumplir con el requerimiento del imperio norteamericano y por eso no tienen respuestas a sus preguntas y las evaden.

Sí, es cierto. Uno es nuevo, porque solo se le conoce por su programa discriminador, racista, xenofóbico, homofóbico: “moralejas”; y la otra, cuando fungió como primera dama del presidente maquilero y quien se sometió a las órdenes del capital trasnacional, al conceder a diestra y siniestra licencias de hidroeléctricas, mineras, siguiendo los pasos de su antecesor, Óscar Berger, y por eso la conocieron cuando estuvo al frente de los programas sociales.

A nuestro país le urge un buen estadista, alguien que tenga la capacidad de decirnos, no cuáles son sus buenas intenciones, sino cómo lo hará, con qué y con quiénes; y es más, en cuánto tiempo; es decir, alguien con capacidad. El cambio que requiere nuestro país no es de maquillaje, sino de fondo. Como dicen algunos, se requiere de alguien que tenga la capacidad de ordenar la casa. No solo contra la corrupción, sino contra todo. Se requiere de alguien que tenga la capacidad de unirnos a todos y a todas, para avanzar hacia ese cambio profundo, en materia de tierras, territorio, educación, salud, vivienda, trabajo, pobreza y extrema pobreza. Es decir, a alguien que tome en serio lo que va a hacer. Hasta ahora, ninguno de los dos ha tomado con seriedad la situación del país, pues cuando los escuchamos parecen dos niños que están jugando a querer ser presidente.

A Guatemala no lo cambiaremos con moralejas, con anécdotas, con sarcasmos, ni con historias, sino con concreciones. Tampoco con los abrazos forzados después de cada debate.

Guatemala cambiará y quiso comenzar a cambiar cuando salimos a decir fuera corruptos, pero parece que esto lo hemos olvidado. O vamos a esperar hasta dentro de cuatro años, cuando veamos al nuevo o a la nueva presidente embarrados en corrupción.

Entonces, ahora no cometa el error de volver a legitimar el sistema, votando por cualquiera de los dos.

ajpop2004@yahoo.es

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