EDITORIAL
Amatitlán, fuente de serias dudas
El Lago de Amatitlán se ha convertido súbitamente en el centro de una controversia en la cual participan el presidente Otto Pérez Molina, la vicepresidenta Roxana Baldetti, indirectamente la Embajada de Israel, así como la Universidad de San Carlos de Guatemala, y en especial un ciudadano israelí que resultó beneficiado con la adjudicación de un contrato que sobrepasa los Q137 millones para limpiar de una manera prácticamente milagrosa ese cuerpo de agua.
Para agregar más peculiaridades al asunto, el mandatario apoya ahora esta decisión, pese a haberse manifestado en contra hace algunas semanas, y ahora afirma que el Gobierno de Israel apoya el proyecto. Pero se ha sabido en Guatemala que el ministerio israelí respectivo señala al empresario beneficiado de fabricar productos que pueden significar un peligro para la salud.
Todo se complementa con las primeras declaraciones públicas de la vicepresidenta Baldetti, quien rompió su silencio de varios días al declarar que en los nueve meses en los que supuestamente quedará limpio el Lago, podrá invitar a comer una mojarra en el lugar.
Todo esto hace que cualquier persona con algo de lógica tenga serias dudas y necesite explicaciones sobre cómo 23 mil litros de una misteriosa y desconocida pócima pueden de manera mágica limpiar el Lago de Amatitlán.
Para entender por qué han surgido tales dudas es necesario pensar en las causas del estado actual de ese cuerpo de agua. Son simples: numerosas colonias situadas en la cuenca del Lago, al sur de la capital, lanzan sus aguas servidas allí, al igual que las fábricas que se encuentran en la misma zona tiran deshechos de toda clase. Por tanto, para lograr la limpieza real y perdurable de esas aguas se necesita, primero, solucionar el ingreso de esas sustancias, así como mantener y aumentar todas las formas con las que actualmente se lucha para limpiarlas.
Por lo tanto, incluso si fuera posible cumplir con la promesa de limpiar las aguas del Lago, que apoyan el presidente y la vicepresidenta, los principales defensores del tema, sería una solución, en todo caso, parcial y de poca duración, porque los deshechos humanos e industriales seguirían fluyendo de manera constante. Entonces habría que estar gastando esos Q137 millones cada cierto tiempo, porque es de suponer que el efecto del maravilloso líquido no es para siempre.
Si no se combaten las causas, un problema que ninguna administración ha querido enfrentar, será imposible limpiar el Lago hasta dejarlo, por ejemplo, en las mismas condiciones que presentaba en 1980, cuando no era arriesgado bañarse en sus aguas. Si bien es necesario analizar el milagroso producto, tal tarea debe recaer en entidades científicas.
El Ejecutivo está frente a una nueva fuente de críticas, pero sobre todo de justificadas sospechas de que debe haber alguna razón oscura para la persistencia en un negocio que tiene todas las posibilidades de unirse a la larga lista de decisiones cuestionables tomadas por el actual gobierno, y por ello causantes de desprestigio.